Los números son duros, no mienten, y en política pueden ser exitosos o catastróficos. Desde que el campechano “Alito” Moreno se hizo dirigente nacional del Partido Revolucionario Institucional (PRI), con la venia del presidente Andrés Manuel López Obrador (y si hay duda y cuestionamiento a esta afirmación, con gusto dedicaré una entrega futura, a la explicación de esta afirmación), ha conducido a su instituto político de derrota en derrota.
En casi seis años de su “liderazgo” ha acumulado, con su nuevo primo-hermano el PAN, 23 derrotas consecutivas, perdiendo las gubernaturas de Sonora, Sinaloa, Zacatecas, San Luis Potosí, Tlaxcala, Colima, Campeche, Hidalgo, Oaxaca y Estado de México, por mencionar solo las que vienen a mi mente en este momento.
En 2012 el PRI obtuvo en las urnas 16 millones 354 mil 938 votos; en 2018 perdió 7 millones de sufragios, y para las del pasado 2 de junio solo alcanzo 5 millones 411 mil 46 votos, acumulando en 12 años una pérdida de más del 300 por ciento del apoyo nacional.
Independientemente del hartazgo que la sociedad le tiene al PRI desde hace tiempo, por lo corrupto de sus gobiernos, de sus dirigentes, por su ineficacia cuando han tenido el poder público, a ese instituto le afectó más la mala conducción que “Alito” Moreno vino a realizar al frente del PRI, y sus antinaturales alianzas con el Partido (de) Acción Nacional, que millones de mexicanos las han repudiado en la discusión nacional, pero también en las urnas.
Los números no mienten, allí están, son duros, hundiendo al otrora poderoso partido de la bandera a grado tal que “Alito”, no conforme con el achicamiento que hizo de su partido, que lo enanizó brutalmente, ya lo quiere sepultar, enterrar, desaparecer, pensando que, cambiando de siglas y colores, podría resucitarlo.
No se ha percatado que en esta elección solo sobrevivió gracias a la tarugada que hizo el PAN de ir aliado con él, logrando, con la respiración boca a boca, regalarle infinidad de diputaciones federales, locales, y varias senadurías. Si no, ya estaríamos rezándole los últimos responsos al PRI.
De allí que por doquier se oyen voces de panistas que exigen la cabeza de Marko Cortés, y que jamás se vuelva a unir con el moribundo partido que estoy seguro, no alcanzará a cumplir sus cien años de existencia, porque sucumbirá mucho antes del 2029.
Lleva el mismo ritmo, el mismo paso, la misma secuencia, los mismos errores, el mismo desprestigio, el mismo repudio, las mismas mañas del PRD, que se dedicaron a ejecutar malos gobiernos cuando los tuvieron, y a enriquecerse brutalmente sus dirigentes nacionales y estatales.
No olvidar que el PRD fue un desprendimiento del PRI, como no olvidar que muchos miles de priistas-perredistas formaron Morena, y allí están, caminando la misma ruta, las mismas calles que conducen al cementerio. Ya alcanzó el panteonero a enterrar al PRD, sigue el PRI más temprano que tarde, y después correrá la misma suerte Morena, y conste que lo digo hoy, que está en la cúspide de la popularidad, como antes lo estuvo el PRI, y como antes la tuvo el mismísimo PRD.
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