/ miércoles 25 de septiembre de 2024

El botellazo: presagio de lo que viene

A toda causa, hay un efecto. Desde la Grecia clásica, Aristóteles, en su libro de los Segundos analíticos distinguía 4 tipos de causas: la material, la formal, la eficiente y la final, donde explicaba que no existía un solo tipo de causa en la naturaleza, confirmando al final que “un mismo efecto puede tener numerosas causas, o una misma causa numerosos efectos”.

El contexto viene por el caso ocurrido el pasado domingo en el puerto de Veracruz, cuando alguien de la muchedumbre, apostada frente a la Casa Museo Benito Juárez, lanzó una botella de agua al presidente de México, que cuando su cuerpo de seguridad la vio venir, le gritó para que la esquivara y no hiciera blanco, como era la intención de la persona que ejerció tan abominable acción.

En efecto, es reprobable semejante actitud del hombre o la mujer que lo haya hecho. La condeno indiscutiblemente, pero esta viene a ser la respuesta de una parte del mexicano molesto, cansado, fastidiado por tantas acciones de don Andrés Manuel López Obrador, y más, por su actitud provocadora que asumió en casi todas sus mañaneras de mofa, burla y generadoras de división y odio hacia compatriotas, a quienes los tilda no de opositores políticos, sino de enemigos de su proyecto de nación, a quien un día sí y al otro también los denigra hasta con nombre, cargos, propiedades y sueldos.

Y ni qué decir de sus fanáticos seguidores, que ni ven ni oyen sus mentiras, y que cuando uno se las empieza a mencionar, como esas de que la gasolina iba estar a 10 pesos, que los militares los iba a regresar a los cuarteles, que los servicios de salud de los mexicanos iban a ser mejor que en Dinamarca, que la inseguridad la acabaría en un año, entre otras muchas de sus mentiras, se transforman en hombres o mujeres verdes y empiezan agredir, primero verbalmente, y en algunas ocasiones hasta físicamente, lo que ha provocado la terminación de viejas amistades.

La promesa que como candidato generó, de ser faro en la tormenta que le entregaba Enrique Peña Nieto, ya como presidente de nuestro país la convirtió en oscuridad, porque lo acepten o no sus seguidores, la inseguridad, los servicios médicos, la distribución de medicamentos está peor que hace seis años. Las estadísticas no mienten, esos son los verdaderos datos.

Lo he venido escribiendo en este espacio que me brinda la Organización Editorial Mexicana: lo que se siembra, se cosecha, y no podía ser otro el resultado. Quien siembra tormentas, recogerá siempre tempestades, y lo del puerto de Veracruz es tan solo -lamentablemente- el inicio de un difícil camino que recorrerá don Andrés, cada que salga de su rancho en Palenque, porque el pueblo, sí, el pueblo bueno, nunca olvida.

Triste para ese presidente de la República que afirmaba no ir a Chalco, ahora que sufrió las inundaciones, o a Acapulco, cuando el huracán “Otis”, entre otras calamidades, porque cuidaba la investidura, que se la hallan mancillado en la cuatro veces heroica Veracruz.

plazacaracol@hotmail.com

Threads: @helíherrerahernández

X: HELÍHERRERA.es

A toda causa, hay un efecto. Desde la Grecia clásica, Aristóteles, en su libro de los Segundos analíticos distinguía 4 tipos de causas: la material, la formal, la eficiente y la final, donde explicaba que no existía un solo tipo de causa en la naturaleza, confirmando al final que “un mismo efecto puede tener numerosas causas, o una misma causa numerosos efectos”.

El contexto viene por el caso ocurrido el pasado domingo en el puerto de Veracruz, cuando alguien de la muchedumbre, apostada frente a la Casa Museo Benito Juárez, lanzó una botella de agua al presidente de México, que cuando su cuerpo de seguridad la vio venir, le gritó para que la esquivara y no hiciera blanco, como era la intención de la persona que ejerció tan abominable acción.

En efecto, es reprobable semejante actitud del hombre o la mujer que lo haya hecho. La condeno indiscutiblemente, pero esta viene a ser la respuesta de una parte del mexicano molesto, cansado, fastidiado por tantas acciones de don Andrés Manuel López Obrador, y más, por su actitud provocadora que asumió en casi todas sus mañaneras de mofa, burla y generadoras de división y odio hacia compatriotas, a quienes los tilda no de opositores políticos, sino de enemigos de su proyecto de nación, a quien un día sí y al otro también los denigra hasta con nombre, cargos, propiedades y sueldos.

Y ni qué decir de sus fanáticos seguidores, que ni ven ni oyen sus mentiras, y que cuando uno se las empieza a mencionar, como esas de que la gasolina iba estar a 10 pesos, que los militares los iba a regresar a los cuarteles, que los servicios de salud de los mexicanos iban a ser mejor que en Dinamarca, que la inseguridad la acabaría en un año, entre otras muchas de sus mentiras, se transforman en hombres o mujeres verdes y empiezan agredir, primero verbalmente, y en algunas ocasiones hasta físicamente, lo que ha provocado la terminación de viejas amistades.

La promesa que como candidato generó, de ser faro en la tormenta que le entregaba Enrique Peña Nieto, ya como presidente de nuestro país la convirtió en oscuridad, porque lo acepten o no sus seguidores, la inseguridad, los servicios médicos, la distribución de medicamentos está peor que hace seis años. Las estadísticas no mienten, esos son los verdaderos datos.

Lo he venido escribiendo en este espacio que me brinda la Organización Editorial Mexicana: lo que se siembra, se cosecha, y no podía ser otro el resultado. Quien siembra tormentas, recogerá siempre tempestades, y lo del puerto de Veracruz es tan solo -lamentablemente- el inicio de un difícil camino que recorrerá don Andrés, cada que salga de su rancho en Palenque, porque el pueblo, sí, el pueblo bueno, nunca olvida.

Triste para ese presidente de la República que afirmaba no ir a Chalco, ahora que sufrió las inundaciones, o a Acapulco, cuando el huracán “Otis”, entre otras calamidades, porque cuidaba la investidura, que se la hallan mancillado en la cuatro veces heroica Veracruz.

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