Septiembre es, por varias razones, el mes de la Biblia. Y ya se ofertan jornadas, reuniones, meditaciones, talleres y actividades por todos lados y con esta intención. Por supuesto que se trata de un mes de fiesta en el que se insiste en la centralidad de la Palabra de Dios, ella es el alma de la teología y de toda actividad cristiana, ella es la fuente de la que manan las acciones pastorales. La Sagrada Escritura es un tesoro en el que se conjugan tradición, historia y literatura y, sobre todo, el paso de Dios en la vida del hombre; el amor de Dios por su creación y la entrega de su propio Hijo por la salvación humana.
Lo propio del discípulo es que escucha a su maestro, y el Maestro es el Señor. El único maestro que habla con autoridad, el único que tiene palabras que dan la Vida. El discípulo es el que siempre elige la mejor parte, el que elige estar a los pies del Señor escuchándole y aprendiendo de Él. Por esta razón, no puede haber un auténtico discipulado que no haga la experiencia de vivir de la Palabra de Dios. Pues esta Palabra alumbra todos los acontecimientos de la vida, la Palabra de Dios tiene una vigencia y actualidad que siempre nos ilumina, marchando el horizonte para nuestra vida; guía nuestros pasos hacia el bien.
En este mes de la Biblia se recuerda la importancia que tiene la Palabra de Dios, la única que es una espada de dos filos y que siempre inquieta y transforma. Cada vez que cae su semilla en el campo de la vida, no regresa a Él sin dejar una huella en cada uno, nos hiere y transforma, enciende en nosotros los deseos de Dios y de una vida mejor.
Ahora, en el mes de la Biblia de 2024, la insistencia es que se medite sobre la familia en la Sagrada Escritura. Ese es un tema central en la Biblia porque la Escritura comienza con una familia y termina con una familia. La Escritura sabe de todo tipo de familias, de hermanos, esposos, suegros y yernos. En ella está la luz para que las familias de todos los tiempos encuentren una lámpara para su caminar, este mes es la oportunidad de agradecer a Dios por esta impresionante carta de amor que nos ha dejado y, en la que siempre nos habla, nos anima y nos impulsa a dar lo mejor de cada uno.