Concluido el proceso electoral, he escuchado infinidad de versiones sobre los triunfos o las derrotas muy simplistas, casi todos, con raras excepciones de hombres o mujeres que con profundidad van a las causas, donde explicamos, de acuerdo al tiempo que tengamos, el origen de estas.
Tanto en el caso de Xóchitl Gálvez como en Veracruz de José Yunes Zorrilla, “los politólogos” que derraman tinta y saliva atribuyen, en gran medida, la derrota frente a Morena, a la popularidad extraordinaria (nos guste o no) del presidente Andrés Manuel López Obrador, que la acrecentó desde que fuera Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, antes que al efecto de los programas sociales, de suyos trascendentales para todos aquellos jóvenes, emprendedores, campesinos-ejidatarios y adultos mayores, que antes no recibían nada, y que con AMLO se institucionalizaron las becas, los préstamos a la palabra, Sembrando Vida y pensiones del bienestar, que terminaron convirtiéndose en el voto duro de Morena. Desde allí ya tenían garantizados 20 millones de sufragios y más, cuando los amenazaban que los perderían, si no sufragaban por el partido magenta.
AMLO venía concientizando al pueblo que de llegar al poder, iba a ejecutar un gobierno para los pobres, y con todos esos apoyos económicos logró lo que un día hizo público: “si nosotros le damos a los pobres recursos, cuando nosotros necesitemos, ellos nos van ayudar, van a votar por nosotros, antes que los de la clase media y los adinerados, porque es una estrategia política”. Y así ocurrió. Allí están las estadísticas que reflejan que por Morena votaron no solo los beneficiarios de esos programas, sino también sus familiares. De allí los casi 36 millones de votos.
En cambio los del PRI-PAN nunca entendieron que lo que sembraron en sus gobiernos, unos por más de 70 años y los otros en 12, lo cosecharían años adelante. Las encuestas que Movimiento Ciudadano presentaba cada que los dirigentes nacionales de esos institutos políticos le exigían a Dante Delgado para que se aliara con ellos, y les contestaba que >con ustedes, ni a la esquina<, porque eran el Titanic, dado que venían perdiendo desde el 2015 elección tras elección, por el desprestigio nacional que tenían de corruptos e ineficaces, y que la inmensa mayoría de los mexicanos, cuando se les preguntaba por cuáles partidos políticos nunca votarían, aparecían en primer lugar el PRI y luego el PAN.
Su corta y escasa capacidad de razonamiento les impidió ver lo que la mayoría afirmábamos desde antes de que registraran a sus candidatos: no tenían ninguna posibilidad de ganar a pesar de los hombres o mujeres que postularan, como igual sucedía con Morena, que sin importar quién fuera el candidato (véase por ejemplo los casos de Xalapa), la ciudadanía iba a sufragar por quien fuera de ese partido, sin importar su capacidad o incapacidad para ser de buenos a excelentes funcionarios, como sucedió con la gubernatura del ingeniero Cuitláhuac García, inclusive.
Hay otros “analistas” que ante los resultados favorables obtenidos, los explican comparándolos con los anteriores, señalando que su crecimiento de 200% o 300% fue gracias a los candidatos y candidatas que postularon, sin siquiera reflexionar que, los que compitieron antes que ellos, hace 15, 10 o 6 años, fueron los que sembraron parte de lo que hoy están cosechando, dado que varios de los actuales candidatos llegaron a ese movimiento o partido, por el prestigio sembrado por los anteriores, en condiciones más adversas que con las que compitieron los y las actuales.
Escasos de miras para con las condiciones de competencia, pero soberbios en los triunfos estos últimos. Forman parte de ese club de hombres y mujeres que jamás han procurado que sus acciones sean consistentes con sus posiciones.
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