/ martes 29 de octubre de 2024

Huracán

La fuerza devastadora del abuso está golpeando de lleno a los derechos civiles del país. Una súper mayoría está demoliendo, ensoberbecida, todo el andamiaje de protección de garantías individuales de las y los ciudadanos.

Es una súper mayoría artificial (alrededor de 20% más de representación que de votos) y arrogante.

El lenguaje de la reforma implica que un poder (el legislativo) prevalece sobre otros (el judicial). Paradojas de la historia: se reinstala la figura del Supremo Poder Conservador de la Constitución de 1836.

Pero, además, el legislativo se autodenomina Poder Reformador: lenguaje autoritario, totalitario, que conlleva una connotación de los tiempos más oscuros y de los regímenes más vergonzosos de la historia humana.

Lo que hace esta reforma no es otra cosa que permitir al oficialismo aprobar lo que sea: la abolición de la propiedad privada, de las garantías individuales, del federalismo, lo que sea, sin mecanismos de protección para los ciudadanos.

Hasta hoy (falta la aprobación por diputados), se tienen dos: acciones de inconstitucionalidad y controversias constitucionales. Estas serían ya inoperantes.

Antes, el oficialismo nos había cercenado gravemente los alcances del juicio de amparo.

Con todo, quedaba la opción de recurrir a juzgados profesionales. Ya no: serán políticos. Estás con nosotros o contra nosotros. No hay más. Estamos, pues, literalmente, desamparados.

La iniciativa tomó por sorpresa a todos. Hubo resistencias internas. El Verde se pronunció en contra, bien para negociar o bien por convicción, pero mostró su sumisión dos horas después. A susurros, muchos condenan el exceso. Pero el susurro no vale de nada cuando, a la hora de votar, levantan el dedo.

Como no hubo contraorden, debe entenderse que este fue un juego para que los legisladores se tragaran la paternidad y el costo de una reforma contraria a los derechos de millones de personas.

Morena tiene una ruta clara. No es que no entienda el balance de la elección: 44 millones votaron en favor de las oposiciones en el Congreso y 38 millones más no votaron. Es que no le importa.

La lógica del populismo es hacerse con el poder y no soltarlo. Al costo que sea. Por esos controles autoritarios, los pueblos de Cuba, Venezuela o Nicaragua no pueden deshacerse de sus tiranías.

En ese contexto debe entenderse la amenaza profética de Adán Augusto López: “nos quedaremos 50 años en el poder”. Ni Don Porfirio.

La pinza se cierra con una cascada de anuncios que ofrecen dineros, becas, casas a los más desfavorecidos: un mundo rosa que existirá hasta que la economía truene. ¿Y?

No importa. Ya no podrán salir de la trampa. Su subsistencia dependerá de lo que les regalen. La reforma tiene un tufo supremacista y vengativo. No es el fin: es el principio de lo que viene. Esto que sentimos son, apenas, los primeros vientos del huracán.

@fvazquezrig

La fuerza devastadora del abuso está golpeando de lleno a los derechos civiles del país. Una súper mayoría está demoliendo, ensoberbecida, todo el andamiaje de protección de garantías individuales de las y los ciudadanos.

Es una súper mayoría artificial (alrededor de 20% más de representación que de votos) y arrogante.

El lenguaje de la reforma implica que un poder (el legislativo) prevalece sobre otros (el judicial). Paradojas de la historia: se reinstala la figura del Supremo Poder Conservador de la Constitución de 1836.

Pero, además, el legislativo se autodenomina Poder Reformador: lenguaje autoritario, totalitario, que conlleva una connotación de los tiempos más oscuros y de los regímenes más vergonzosos de la historia humana.

Lo que hace esta reforma no es otra cosa que permitir al oficialismo aprobar lo que sea: la abolición de la propiedad privada, de las garantías individuales, del federalismo, lo que sea, sin mecanismos de protección para los ciudadanos.

Hasta hoy (falta la aprobación por diputados), se tienen dos: acciones de inconstitucionalidad y controversias constitucionales. Estas serían ya inoperantes.

Antes, el oficialismo nos había cercenado gravemente los alcances del juicio de amparo.

Con todo, quedaba la opción de recurrir a juzgados profesionales. Ya no: serán políticos. Estás con nosotros o contra nosotros. No hay más. Estamos, pues, literalmente, desamparados.

La iniciativa tomó por sorpresa a todos. Hubo resistencias internas. El Verde se pronunció en contra, bien para negociar o bien por convicción, pero mostró su sumisión dos horas después. A susurros, muchos condenan el exceso. Pero el susurro no vale de nada cuando, a la hora de votar, levantan el dedo.

Como no hubo contraorden, debe entenderse que este fue un juego para que los legisladores se tragaran la paternidad y el costo de una reforma contraria a los derechos de millones de personas.

Morena tiene una ruta clara. No es que no entienda el balance de la elección: 44 millones votaron en favor de las oposiciones en el Congreso y 38 millones más no votaron. Es que no le importa.

La lógica del populismo es hacerse con el poder y no soltarlo. Al costo que sea. Por esos controles autoritarios, los pueblos de Cuba, Venezuela o Nicaragua no pueden deshacerse de sus tiranías.

En ese contexto debe entenderse la amenaza profética de Adán Augusto López: “nos quedaremos 50 años en el poder”. Ni Don Porfirio.

La pinza se cierra con una cascada de anuncios que ofrecen dineros, becas, casas a los más desfavorecidos: un mundo rosa que existirá hasta que la economía truene. ¿Y?

No importa. Ya no podrán salir de la trampa. Su subsistencia dependerá de lo que les regalen. La reforma tiene un tufo supremacista y vengativo. No es el fin: es el principio de lo que viene. Esto que sentimos son, apenas, los primeros vientos del huracán.

@fvazquezrig

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