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Llevo muchos años leyendo libros y revistas sobre el narcotráfico. Me precio de tener la colección completa de la revista PROCESO, desde el número uno que salió en noviembre de 1976, hasta las de ahora que ya no son semanales, sino mensuales, y han publicado infinidad de reportajes sobre este flagelo.
Allí leí la entrevista del que fuera director del periódico Excélsior y la revista proceso a Ismael (el mayo) Zambada, que la justifico el periodista con una frase: “si el diablo me ofrece una entrevista, voy a los infiernos por ella”, donde narra el perfil del fundador del cártel de Sinaloa, y que se corrobora con otras publicaciones de varios escritores, donde confirman lo desconfiado que era -el mayo-, que lo hizo siempre vivir en lugares inhóspitos, nunca en ciudades, no subirse avionetas, cambiar constantemente de escoltas, jamás utilizar el celular para no ser ubicado, solo radios, por lo que esas dos versiones que pululan después de su arresto el jueves 25, no me las creo, insisto, por la coincidencia de especialistas en el tema de las drogas, que justificaban por qué si Ismael Zambada García tiene 76 años, y desde los 16 se dedicaba al negocio criminal de las drogas, llevaba 60 sin ser detenido ni por sus enemigos, ni por las autoridades que lo buscaban, nacionales y extranjeras.
Y no las creo porque para empezar, ya llevaba más de seis años peleado a muerte con los hijos de Joaquín, (el chapo) Guzmán, y jamás se planteó ni por un bando ni por el otro, una reconciliación, por tantas ajustes de cuentas que en los últimos años se habían realizado entre ambos bandos, como tampoco admito que haya, desde tiempo atrás, iniciado con directivos de la DEA o del FBI su posible entrega, a cambio de prebendas, porque el Mayo ya estaba más cerca de una muerte natural (se confirman su cáncer muy avanzado, que se demuestra con el deteriorado estado físico mostrado con su arresto), a grado tal que circulan ya en Los Estados Unidos versiones de poco tiempo de vida del capo.
Lo más cercano a la verdad sobre su captura, es la versión otorgada el fin de semana por el procurador general estadounidense Merrick Garland, quien afirma que la operación de inteligencia clandestina para capturarlo inicio año y medio atrás, y estuvo a cargo del departamento de Seguridad Territorial de los Estados Unidos, coordinados por el FBI, y que culmino el jueves 25 cuando desde sonora lo trasladaron al paso Texas, para ser puesto a disposición de un juez que lo llevará a juicio, y condenará por los delitos que la fiscalía lo acuse.
Esta acción que violo el derecho internacional y la soberanía nacional de México, es idéntica a la realizada contra el doctor Humberto Álvarez Machain en 1990, por los agentes de la DEA norteamericana, en contubernio con agentes federales de México, que posteriormente fueron encarcelados, en aquel famoso caso del asesinato de Enrique (kiki) Camarena, que lo vinieron a secuestrar a Guadalajara, para llevárselo a juzgar a territorio gringo, e igual a la orquestada por el presidente Barack Obama cuando envió un comando de elite asesinar el 2 de mayo de 2011 a Osama Bin Laden en Paquistán.
Tanto en aquella operación quirúrgica de Paquistán, como en ésta de México, ni aquel gobierno, ni el de Andrés Manuel tuvieron la más remota idea que agentes estadounidenses violaban su soberanía, lo que habla de la ineficacia de los aparatos de seguridad de sus gobiernos, o de la corrupción de éstos.
Así, mientras AMLO se dedicaba en sus mañaneras a lisonjear epistolarmente a Donald Trump y Joe Biden, haciéndose el chistoso que no lo mandaran a la chingada antes de tiempo, porque aún es presidente, los marshall gringos hacían de las suyas violando nuestra soberanía e imponiendo a sangre y fuego sus reglas, porque ellos no creen en los abrazos, y si en los balazos.