Septiembre es el mes de la patria. Así lo anuncia desde su llegada con las calles llenas de banderas y los colores nacionales, escudos, tiras, adhesivos para carros. En fin, todo al gusto del consumidor, cuanto necesite y quiera pagar.
Las oficinas, escuelas, calles y comercios se vuelven todo lo patriotas que se pueda con los adornos para la ocasión. Sin olvidar el reglamentario puente laboral para elogiar la fecha. Toda esta semana que comienza hace referencia a las fechas importantes de la celebración nacional.
Se conmemoran por lo menos tres cosas: este viernes próximo, la evocación de la gesta heroica de los Niños Héroes en la defensa del Castillo de Chapultepec, jóvenes que ofrendaron su vida en resguardo de la nación. Por otro lado, la noche del domingo recuerda el Grito de Independencia que marca el comienzo de la lucha para defender los intereses del país, y salir del yugo de la esclavitud.
Y el lunes 16, la fecha oficial de la Independencia de México. Momentos que siempre han estado marcados por una lucha en favor del bien, bajo la mirada amorosa de María de Guadalupe. Vaya que esta tierra ha sido regada y fertilizada con la sangre de mil héroes, que todos los tiempos han luchado en favor de la nación, del bien, de los valores y de grandes ideales.
Lo sorprendente es que, en diferentes etapas, todos han estado dispuestos a ofrendar su propia vida en favor de la nación, un alto ejemplo que han legado y una deuda pendiente que a todos toca asumir.
Por supuesto que, al celebrar un aniversario más de estas fechas tan importantes para los mexicanos, se enciende en el corazón de todos, una profunda gratitud a Dios por su amor, manifestado en cada acontecimiento de la Historia Nacional, desde luego el cuidado tierno y cariñoso de María de Guadalupe, que desde su casita sagrada ha acompañado el andar de sus hijos.
Y, naturalmente, una deuda con tantos héroes que han logrado esta nación. La vida siempre concede la oportunidad de luchar por los grandes valores e ideales; la nación se construye con la colaboración de todos, y lo que uno deja de hacer nadie más lo puede hacer por él, es un compromiso intransferible.
Por eso, cada día se renueva la oportunidad de seguir haciendo la nación mexicana, luchando por avanzar en lo bueno, lo verdadero, lo que vale la pena, apostando por la renovación de las instituciones y sacudiéndose el polvo de la indiferencia que no se implica en esta gran labor.