Aristóteles definió lo tangible como aquello que puede ser percibido por los sentidos, diferenciándolo de lo intangible como aquello que no tiene una forma física palpable. A lo material lo podemos percibir físicamente y lo intangible es aquello que no tiene una existencia física pero que es real y puede sentirse o experimentarse. No es observable, no puede tocarse ni puede ser medido en la forma convencional, pero ahí están: son las emociones, el aire, las ideas, el amor, la felicidad... y otras más.
En las dimensiones filosóficas el idealismo prioriza lo intangible sobre lo material, como el espíritu, las ideas, la inteligencia, en tanto que el materialismo afirma que todo lo que existe es material y que la conciencia y la inteligencia son producto del cerebro. Esto lleva a una propuesta dual donde lo material y lo intangible son sustancias independientes.
En el ámbito de la ciencia, Noelia Freire en National Geographic de España (abril 2024) dice que la física cuántica explora la naturaleza dual de la materia, que puede comportarse como onda (intangible) o como partícula (materia). W. Heisenberg propone que no es posible conocer simultáneamente con precisión la posición y el momento de una partícula, lo que introduce un elemento de incertidumbre y probabilidad en la descripción de la materia que puede considerarse un aspecto intangible de la realidad. La física cuántica nos muestra que la materia no es tan sólida y definida como lo parece frente a nuestros sentidos.
La neurociencia ha avanzado mucho en la comprensión de las experiencias intangibles (emociones, sentimientos, conciencia, ideas, pensamientos), e investiga cómo al manifestarse provocan cambios físicos en el cerebro. Lo intangible tiene una gran importancia en diversos ámbitos de la vida de los seres humanos y en la sociedad misma. El amor, la confianza, la felicidad, la ética, los conocimientos son de gran valor en el desarrollo humano. Las ideas, las patentes, los derechos, las marcas registradas impulsan la innovación y la creatividad. Las costumbres, tradiciones y creencias ancestrales forman la identidad cultural de una comunidad.
Lo intangible, lo que no se ve ni se toca, ejerce una poderosa influencia en la vida de las personas, pues desde el aire que respiran y les refresca, las emociones y pensamientos, hasta la relaciones y decisiones, lo intangible moldea la realidad de manera sutil pero profunda. Ante el dilema de lo material que les rodea y lo intangible que también les rodea (e incluso está en su interior), no puede una persona determinar qué es más real ni más importante.
La cultura influye en la percepción que se tiene de ambos estados, pero lo material resulta que no es tan material. Si bien ocupa un espacio, tiene masa, un peso específico en relación con la gravedad, una composición atómica, puede existir en distintas fases o estados y puede experimentar interacciones y cambios que los sentidos no alcanzan a captar. Lo que se percibe como sólido y tangible puede ser, a nivel fundamental, un conjunto de vibraciones en un campo de energía.
Así que es recomendable encontrar un equilibrio entre nuestras perspectivas y necesidades materiales y subjetivas, o incluso espirituales, siguiendo nuestra intuición y nuestros saberes, o los conocimientos de muchos pensadores que abordan esta relación en contextos como el patrimonio cultural, el diseño que intenta expresar la calidad de vida y facetas de la condición humana, y la propiedad intelectual que nos permiten gestionar varios activos. Filósofos como Aristóteles, Descartes, Kant, Heidegger analizan las experiencias en ambos sentidos. Psicólogos como Freud (el inconsciente y la percepción de la realidad) y Piaget (el desarrollo cognitivo y la interacción con el mundo físico) finalmente plantean interrogantes sobre esta dicotomía. Continuaremos.
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