¡Uff, qué alivio! Estamos a tan solo tres días, y a unas decenas de horas para que el gobierno del ingeniero Cuitláhuac García Jiménez termine.
Escribo esta columna con la seriedad de un veracruzano sensato, que durante toda su vida ha sido congruente entre lo que habla y lo que hace, y en el caso que nos ocupa, con responsabilidad y después de un análisis sustancial del quehacer gubernamental, no sé si el gobierno del morenista fue peor que el del priista Javier Duarte, que es ya mucho reflexionar sobre ambos.
Campeón en nepotismo, porque toda su parentela estuvo inmiscuida en su gobierno de manera directa, o indirecta. Sobran nombres, apellidos, cargos y apoyos públicos.
Campeón en ineficacia de obra pública, porque no hay solo una, que lo haga trascender, como la que dejaron otros gobernadores como sello de su paso por la gubernatura del estado, como el Museo de Antropología, construido por Agustín Acosta Lagunes, en la capital Xalapa, o la construcción del Centro de Alta Especialidad del Estado de Veracruz, de Fernando Gutiérrez Barrios; o la obra pública incomparable que deja Dante Delgado Rannauro con las construcciones de World Trade Center en el puerto de Veracruz, el Museo de Ciencia y Tecnología en Xalapa, o la construcción del ducto Huitzilapan-Xalapa, a través del cual siguen recibiendo agua los cientos de miles de veracruzanos que residen en la zona metropolitana Xalapa-Banderilla-Coatepec.
No, un gobierno intrascendente, oscuro, porque ni siquiera con tonalidad gris llegó a ser. Más conocido por los escándalos como el de las famosas grúas, que durante todo su mandato esquilmaron a los veracruzanos y visitantes con multas, sin recibo, por decenas de miles de pesos, so pena de perder el vehículo de no liquidarlas, o el del estadio Luis Pirata Fuente, que nadie, con uso de razón, se explica los mil 694 millones de pesos gastados en ese inmueble (aun sin terminar), dinero con el cual se hubieran equipado con mobiliario y hasta aire acondicionado mil 391 aulas a lo largo y ancho de nuestra entidad, que tanta falta hacen.
Como maestro en la Universidad hay que apuntarlo: excelente. Como bailador de salsa, campeón también, porque vaya que contorsionaba brillantemente su cuerpo y el de su pareja; pero como gobernador el ingeniero se va sin pena ni gloria, ni fu ni fa, en perjuicio de los más de ocho millones de paisanos que padecen los estragos de inseguridad, mala atención médica, trastornos de movilidad en los grandes centros urbanos, y para cerrar con broche de oro: caminos y carreteras bombardeadas que se volvieron intransitables.
¿A qué va pasado mañana al Congreso local? ¿No existe alguien dentro de su séquito que lo ayude y lo convenza que nada tiene que hacer en el palacio legislativo?
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