/ viernes 30 de agosto de 2024

Si me dijeran: pide un deseo…

Soplar la velita del pastel, esperar el paso de una estrella fugaz, tirar una moneda en una fuente, invocar al primer lucero de la mañana… ¿cuántas formas conocemos de pedir un deseo?, ¿cuántas veces no hemos deseado encontrarnos con la mítica lámpara mágica de Aladino para frotarla tres veces?

El deseo. ¿Qué conforma el deseo?, ¿de dónde viene?, ¿cómo se forma?, ¿qué influencia tiene en nuestras vidas?, ¿tiene alguna utilidad?, ¿para qué, para quién?

En su documental Manual de cine para pervertidos (2006), el filósofo esloveno Slavoj Zizek señala: “El problema para nosotros no consiste en si nuestros deseos están o no satisfechos, el problema es ¿cómo saber qué desear? No hay nada espontáneo, nada natural, en el deseo humano, nuestros deseos son artificiales” … ¿será?

¿Cómo sabemos qué deseamos?, ¿todo deseo viene de una falta?, ¿ese deseo se ve entonces supeditado a lo que otro tiene y yo no?, ¿si no supiera lo que yo no poseo en comparación de otro, habría deseo sobre el objeto en sí?, ¿qué proyecciones hay en ese objeto que lo hace deseable?, ¿de dónde salen esas proyecciones?, ¿se termina el deseo al obtener ese algo?, ¿nos quedamos satisfechos?, ¿nos movía el impulso de desear o el objeto en sí?

Hay quienes desean con ahínco algo, un empleo, un artículo, una persona, pero cuando lo obtienen pierden todo el interés, lo echan al olvido y van detrás de un nuevo deseo, entre más difícil e inalcanzable, mejor. ¿Qué nos mueve realmente?, ¿somos seres deseantes condenados a la no satisfacción?

Hay quienes construyeron una casa de campo con mecedora al frente en el país de la nostalgia y viven en el deseo de lo que no fue, o de lo que tuvieron en algún momento pasado, y que bajo el cristal de la añoranza les hace minimizar u olvidar las piedras filosas para atesorar las pepitas de oro, deseando alcanzar eso que se fue, eso que no se da, absolutamente convencidos de que ese algo es lo mejor que les podría pasar. ¿El deseo es también un pesado lastre?, ¿estamos condenados a arrastrar las cadenas de deseos idealizados?

Hay quienes llevan una vida del otro lado de la moneda, en la cara oculta de la luna; en una carrera incesante por lo que no se tuvo, por lo que se les negó, por el dinero que siempre faltó en la mesa, por la comida que nunca sació el hambre, por la caricia que nunca llegó a la mejilla, y se va detrás del deseo de tener el control sobre la incertidumbre, el deseo por la estabilidad, el deseo de sentirse amado, pero, ¿cómo saber qué es ser amado si nunca lo hemos sido? ¿El deseo nos convierte en seres anhelantes que intentan llenar un vacío que no sabemos de dónde viene, cómo se llena, cuándo se llena?

El deseo. ¿Cuántos tipo de deseos hay? ¿Vale uno más que otro?, ¿hay deseos mezquinos y deseos generosos? Porque no es lo mismo el deseo neocolonial capitalista de acumular riquezas para unos cuantos sin importar la devastación del planeta-mundo, que el deseo emancipador por construir un sistema social horizontal con libertades y respeto, ternura y cariño… ¿hay deseos legítimos y deseos ruines? Porque no es lo mismo el deseo oscuro que destruye, corrompe y asesina que el deseo por impulsar, mejorar e inspirar.

El deseo. ¿Quién nos dice qué desear?, ¿cuándo aprendemos a desear?, ¿podemos cambiar lo que deseamos?, ¿podemos cuestionar lo que deseamos?, ¿podemos mejorar lo que deseamos?

Dice una canción de Silvio Rodríguez: “Si me dijeran: pide un deseo. Preferiría un rabo de nube, un torbellino en el suelo, y una gran ira que sube. Un barredor de tristezas, un aguacero en venganza, que cuando escampe parezca nuestra esperanza”.

¿Usted qué desea?

csanchez@diariodexalapa.com.mx