Rocío Nahle García decidió nombrar a Ricardo Ahued Bardahuil, el alcalde de mejor posicionamiento en el país, secretario de Gobierno porque hay que unir y reunir a Veracruz, hay que conformar una plataforma para encontrar un eje común y recuperar la confianza de la ciudadanía.
Veracruz requiere poner una vez más los pies sobre la geografía nacional. Tener todo un proceso de reflexión para tomar las decisiones más adecuadas y congruentes. Negarlo es fingir demencia o ilustre ignorancia. Es hora de acreditar también la inteligencia y la estrategia.
Por otro lado, la democracia frecuentemente toma a la realidad por sorpresa. Es caprichosa e impredecible. Tiene la cualidad salvaje, como solía repetir Claude Lefort, de romper certezas o de alterar repentinamente lo que parece inevitable. Es el régimen de la sorpresa, de la duda, del azar, porque empodera a cada persona a decidir lo que le parece justo o injusto, lo que le conviene o no, lo que le gusta o repudia. La democracia desmorona periódicamente el poder en votos para rehacerlo. Es una forma maleable de gobierno; el mandato de una misteriosa y contingente coincidencia de voluntades.
Cuidar bien la vida depende de las verdades. Los diagnósticos son imprescindibles, con datos duros firmemente sustentados.
No es novedad. México es así diverso. Y lo seguirá siendo. Saber gobernar no es construir narrativa sobre la realidad. Saber gobernar requiere capacidad y talento para administrar bien los siempre escasos recursos. Pero, no es suficiente. Saber gobernar es aprender a escuchar desde el lugar de quien habla, no desde el propio. Saber gobernar es atemperar los ánimos, es hacer accesible a todos y todos, la justicia.
La paz, en su profundo significado, es tender puentes, que siempre son frágiles como la condición humana. Tender puentes es diálogo, es encuentro, es confiar en la palabra del otro, de la otra, de quien es semejante, pero también, de quien es ajeno. Solo en un ambiente de paz, son posibles las libertades. Las desigualdades son estructurales.
Una de la que más reproduce la desigualdad es la de los partidos políticos, donde quienes deben impulsar la democracia son el mayor de los obstáculos. Caciques de muy recio proceder.
El poder absoluto no se logra con 500 diputados, 128 senadores, 32 gobernantes y 11 ministros. Se logra con siete elementos que describe José Elías Romero Apis en Teoría del poder como ciencia exacta (Porrúa, 2017), cuya ecuación da por resultado a lo que le ha llamado el estado de catricidad o estado puro de poder.
Lo más importante de la política no siempre son los hechos, sino las palabras. En México lo ideal es tener buen gobierno y buena posición. Lo catastrófico es que ambos sean pésimos. Lo intermedio es que solo sirva uno de ellos. Si el gobierno es muy eficiente, no es tan grave la importancia de la oposición. Pero si el impotente es el gobierno, la única salvación reside en la oposición.
La oposición es de lo mejor que puede tener un gobierno. Ella lo impulsa ante sus negligencias, lo contiene ante sus excesos y lo envía ante sus extravíos. Es el mejor motor, el mejor freno y la mejor contraloría del gobernante.
Le da lo que, muchas veces, no les surten ni los leales ni los serviles. Le informa de lo que él no advierte o de lo que no previene. Es el vigía de mástil que la avisa si viene la tormenta, el iceberg o el enemigo.
Pero este binomio tiene dos riesgos. Uno es que el gobierno quiera someter a la oposición. El otro es que la oposición no sea arrecia o inteligente.
La peligrosa ecuación de que, al mal gobierno se sume la mala oposición.