A pocos días del natalicio del exgobernador del estado de Veracruz, Francisco Hernández y Hernández -19 de septiembre de 1834, Córdoba, Ver | 24 de diciembre de 1882, Veracruz, Ver- archivos históricos nos llevaron hasta la capital del estado, donde durante una época la actual calle Revolución llevó el nombre de este célebre personaje cordobés.
Francisco Hernández y Hernández gobernó en dos ocasiones la entidad; del 1° de diciembre de 1867 al 30 de noviembre de 1871 y del 1° de diciembre de 1871 al 30 de agosto de 1872.
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No solo es recordado por su mandato en el siglo XIX, sino también por sus acciones relacionadas con el Plan de Ayutla, el cual declaraba la “destitución del General Santa Anna como Comandante del Ejército y Titular del Poder Ejecutivo, así como de los funcionarios que no merecían la confianza del pueblo”, señalan registros de la Secretaría de la Defensa Nacional.
Esta calle es conocida popularmente como la “Calle de la Amargura” por dirigir su sentido hacia la iglesia El Calvario, muy famosa en Xalapa por una poderosa leyenda.
¿Cuál es la leyenda de la “Calle de la Amargura”?
Durante su gobierno, Francisco Hernández hizo un llamado en uno de sus informes sobre el deplorable estado de los archivos municipales, varios de ellos reducidos a nada.
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Además apoyó la creación del Instituto Literario de Veracruz y de la Biblioteca del Pueblo promoviendo la educación y las comunicaciones, así como la difusión del telégrafo.
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A continuación te contamos la historia del nombre de la “Calle de la amargura”:
Antes de que ocurriera el fundamental suceso histórico para nuestra Patria, la calle Francisco Hernández y Hernández/Revolución, en Xalapa, era conocida como De la Amargura. El nombre se debe a que allí vivía una joven enamorada, cuyo novio correspondía a sus amorosos sentimientos.
Por las mañanas, el muchacho acostumbraba pasar a saludar a su novia y luego ir al trabajo, mientras tanto ella se quedaba en casa ayudando a su madre en los quehaceres domésticos. Por la tarde, él regresaba a visitarla disfrutando de un noviazgo feliz durante muchos meses hasta que se comprometieron.
Luego de algún tiempo el joven informó a su prometida que tenía que incorporarse a las filas de la Revolución, jurándole volver lo más pronto para casarse, pero él nunca regresó; el tiempo pasó y la mujer perdió la esperanza de verlo otra vez.
Todos los esfuerzos de su familias por sacarla de la profunda tristeza y depresión en la que se hallaba fue inútil; con el paso del tiempo comenzó a hacer cosas raras como recorrer la calle entera con un ramo de jazmines y preguntada llorosa a las personas por el paradero de su prometido.
La joven continuó hasta la muerte interrogando a las personas por su “futuro esposo”. Nadie le contestaba.
Xalapa se habituó a la figura acongojada de esta mujer que envejeció prematuramente en la “Calle de la Amargura”.