El poeta guzmanense, Juan José Arreola, fue jefe de circulación del periódico de EL OCCIDENTAL. Hombre de letras nunca en su vida concibió su paso por los horarios y los números de uno de los más importantes de Jalisco y la región Pacífico.
En diálogo con Antonio Alatorre (1922-2010), otro reconocido jalisciense, originario de Autlán de Navarro, filósofo y escritor, que justo plasmó en las páginas de EL OCCIDENTAL, juntos recordaron su primer encuentro físico en este impreso.
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Y Juan José Arreola recordó: “Creo que nos presentó Alfonso de Alba, recuerdo en una oficina de ¿cómo se llamaba?, jefe de redacción, no, de circulación, lo que yo era en EL OCCIDENTAL. Pero no por culpa mía. Realmente si algo ha habido anómalo por completo en la vida es que yo entro a trabajar a un periódico y me nombra Jorge Dipp -que además me sacó de una situación absolutamente angustiosa- jefe de circulación”.
Ahí recordó lo difícil que era que entonces un periódico saliera a tiempo a circular entre los voceadores -figura casi en extinción- y por lo tanto a sus lectores.
Tenía urgencia de trabajar, quería juntar dinero para casarse con su gran amor: Sara. Historiadores consignan que fue su primo Enrique quien le recomendó buscar a Jorge Dipp, un joven con el que Juan José había vivido en su adolescencia en la casa de asistencia de sus tías, y que recientemente había fundado, junto a otros empresarios, el periódico El Occidental.
En su primera reunión, Jorge le dijo: “vas a ser director de circulación de El Occidental desde el próximo lunes”. El periódico se encontraba entonces en la calle Francisco I. Madero #111, entre Maestranza y Degollado.
Así, en 1943, comenzó la vida literaria de Arreola. Con un empleo estable se hizo un miembro recurrente de las tertulias que se organizaban en la casa de las hermanas Guadalupe y Xóchitl Díaz de León, ubicada en la Calle Pedro Moreno número 1000, donde tenían instalada la Farmacia Rex, de la que eran dueñas. Ahí conoció a Arturo Rivas Sáinz y otros escritores y personajes.
Rivas Sáinz leyó una de sus primeras obras de Arreola denominada “Hizo el bien mientras vivió” y le recomendó publicarlo en lo que fue su primera revista de literatura denominada Eos.
En ese mismo lapso, el maestro recibió de su su novia a distancia Sara Sánchez, una carta donde ella daba por terminada la relación. Las librerías locales Moya y Font se volvieron entonces su refugio
Por dos años Arreola trabajó en El Occidental, donde revisaba cada proceso, desde la escritura, los talleres y la repartición, nunca pudo dar con la solución al problema.
Para el primer aniversario de El Occidental le encargaron escribir una serie de artículos contándole al público todos los procesos que se llevaban a cabo para que ellos tuvieran el periódico en las manos. Esto incluyó seguir los pasos de los voceadores en la bicicleta, vehículo al que se hizo un gran aficionado, sobre todo a circular sin tomar el maburio, desde la catedral al panteón de Mezquitán,.
Cuentan que si caía o se veía obligado a tomar el manubrio, regresaba a su punto de salida en la Catedral.
Volvió a encontrar el amor con Sara en 1943, formalizaron la reunión al presentarlo ante la madre de Sara y se casaron un domingo 11 de junio de 1944 se casaron en la parroquia de la Santísima Trinidad, ubicada en la Calle Libertad #1227, esquina con la Avenida Federalismo.
En ese mismo lapso Juan José Arreola escribió y publicó sus dos primeros poemas. Fue el comienzo de una vida en las letras, provechosa, interesante, antes de codearse con Pablo Neruda, Juan Rulfo y otros grandes, como él, en las letras.
No sería ni la primera ni la última vez que escribiría en EL OCCIDENTAL. Regresó décadas después, consagrado ya como un gran poeta y en diciembre de 1995 escribió para estas páginas “Ven porque ése es el día de gracia, ven porque todas las cosas llevan un nombre sin saberlo y hasta decirlo para que se vean vírgenes y dóciles. Ven a la creación de este mundo con tu traje de todos los días”.
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Es un segmento de su poema publicado en Armario con el nombre Variaciones sobre un nombre de persona y que luego firmó de puño y letra con un lápiz. Una página que se conserva y atestigua su paso por aquí.