Hay muchas maneras de relacionarnos con la naturaleza. Estas relaciones están marcadas por diversas formas de valorar o atribuir importancia a nuestro entorno, a los seres y paisajes que lo conforman. Algunas personas y pueblos se reconocen como naturaleza o como parte inherente a esta complejísima red de interdependencias.
Actos cotidianos de respeto, cuidado y amor constituyen relaciones de veneración y reciprocidad entre humanos y otros seres naturales. Para personas de muchos pueblos indígenas de México, por ejemplo, los manantiales son lugares sagrados y el agua misma es un ser vivo.
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Para muchas personas que viven en contextos urbanos, los árboles de los camellones, los parques y cuerpos de agua son valorados por sentimientos de bienestar y pertenencia que generan. Estos valores que guían relaciones de respeto y cuidado hacia la naturaleza son cruciales en la construcción de la justicia y la sustentabilidad.
Pese a su enorme importancia para nuestra vida en el planeta, estas formas de valorar la naturaleza no suelen considerarse en procesos de toma de decisiones políticas. Al contrario, los valores que predominan en las decisiones con efectos socioambientales son aquellos que convierten la naturaleza en recursos monetarios o instrumentos del desarrollo, fomentando las tendencias ecocidas de nuestros tiempos.
Partiendo del reconocimiento de los valores como determinantes institucionales y de nuestras relaciones con la naturaleza, la Plataforma Intergubernamental de Biodiversidad y Servicios Ecosistémicos (IPBES) seleccionó a investigadores de todos los continentes para realizar un estudio sobre el tema.
En 2022, después de más de tres años de trabajo entre los más de 50 investigadores y de días de negociaciones entre delegados de los 139 países miembros, se publicó el informe sobre Los diversos valores de la naturaleza.
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Más recientemente, la revista Nature publicó un artículo que sintetiza este informe y discute cuatro acciones clave para promover transformaciones hacia un futuro más justo y sostenible: reconocer la diversidad de valores respecto a la naturaleza; incorporar esos valores diversos a la toma decisiones; reformar políticas y marcos institucionales; cambiar las normas sociales para respaldar los valores alineados con la sostenibilidad.
Como investigadora, me siento honrada por haber participado en IPBES y agradecida por los nuevos aprendizajes de este complejo trabajo colaborativo.
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Pese a la gravedad de la crisis climática actual, a la alarmante pérdida de biodiversidad y diversidad cultural, hemos constatado que valores de reciprocidad y cuidado respecto a la naturaleza siguen luciendo en la práctica de numerosos grupos humanos. Estos valores nos muestran alternativas al ecocidio y nos llenan de esperanza: otro mundo es posible, ¡construyámoslo ya!
Instituto de Investigaciones en Educación, UV