Todos los organismos están compuestos por células, unidades que dan estructura y permiten que cada tejido funcione. De forma interesante, cada tejido integra a las células en “comunidades”, concepto que nos hace pensar en que se encuentran agrupadas, comparten un espacio, reciben oxígeno y nutrientes casi por la misma vía, están comunicadas, aunque sean diferentes en forma y función.
Por lo general, las células no se pueden observar a simple vista debido a que miden de 5 a 50 µm, sus organelos alcanzan longitudes menores a 2 µm, son transparentes y en su mayor parte incoloras. En la actualidad, existen estrategias para visualizar su forma, así como las adaptaciones que sufren para realizar su función, o simplemente para ocupar un espacio dentro del tejido.
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Una estrategia muy útil “para observar más allá de lo evidente” ha sido el uso de colorantes que tiñen los componentes celulares en forma diferencial. De aquí nace la citología y la histología como disciplinas, las cuales, más allá de las imágenes artísticas que logran, facilitan la docencia, el diagnóstico clínico y la investigación científica en tejido animal y vegetal.
Los métodos para estudiar a las células en función de su afinidad tintorial son diversos, por ejemplo, es común el uso de colorantes como la hematoxilina, eosina, azul de metileno, cristal violeta o la safranina. No obstante, el desarrollo de la proteómica ha permitido la detección específica de moléculas a través de técnicas como el inmunomarcaje basado en anticuerpos sintéticos.
Este tipo de determinaciones han adquirido relevancia para el diagnóstico rápido, no invasivo, a corto plazo y eficiente de marcadores celulares para el diagnóstico de infecciones virales, bacterianas, o incluso de enfermedades crónicas como el cáncer y la diabetes. Por ello, teñir o marcar a las células va más allá del goce estético, es descubrir bajo la lente de un microscopio un universo nanoscópico.
*Facultad de Química Farmacéutica Biológica campus Xalapa e Instituto de Neuroetología, Universidad Veracruzana.