Cuando me preguntan por qué decidí ser investigador, siempre contesto que fue porque deseaba encontrar respuestas mediante la observación y la experimentación; pero a ti te hago una confesión adicional, me volví investigador porque me fascina contar historias donde hay trama, y de esa manera encontrar a través de la lectura, a otros investigadores natos como tú. ¡Comencemos!
Episodio 1. El suceso
¡La vitrina estalló! Las joyas fueron sustraídas. La alarma sonó, alguien salió corriendo; llevaba en la mano derecha una caja de terciopelo negro, en la izquierda una mancha roja que era muy evidente en el puño de la camisa. Nadie se acercó a ayudarle, solo miré que tres mujeres lo observaron paradas en la esquina. Una de ellas murmuró algo a la señora que sujetaba con fuerza a una anciana.
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Alguien se acercó a la puerta de la tienda, luego de eso nadie salió, y eso que hasta dejé de sacar brillo al calzado para no distraerme. Gracias a ello pude ver con detalle cómo recogió una pieza de plata. Lo digo con esa seguridad porque reconozco ese blanco terso que no resplandece como lo hacen los accesorios cromados de los coches. El sujeto recogió y guardó rápido la pieza de plata en la bolsa de yute que llevaba.
Entró estrepitosamente a la tienda, y no demoró ahí ni 2 minutos. Eso lo sé porque conozco bien el tiempo de cambio de luces del semáforo donde trabajo todos los días. Nada más obvio, el primero era un ladrón, y el segundo, el sujeto que se hizo ladrón por la ocasión. Sí, aunque existe otra posibilidad, que el tipo que tomó el objeto de plata era el cómplice, por eso llegó después, para despistar.
O quizás, ni la una ni la otra, el hombre de la caja era el dependiente de la tienda, no era un ladrón, y el hombre de la bolsa de yute era un trabajador de la tienda, quien recogió el objeto para que nadie lo hurtara, y al entrar a la tienda al no encontrar a su compañero salió rápidamente para buscarlo o dar aviso a la caseta de policía. Esa puede ser la verdadera explicación.
Aunque, no estoy tan seguro, porque si el plan era localizar a la policía en la caseta, y si de verdad era amigo o compañero de la tienda, debería saber que esa caseta nunca nadie la ocupa desde que el delegado la inauguró hace tres años. En fin, quizás la opción de que sea el ladrón y un cómplice ocasional sea la mejor opción, salvo un pequeño detalle:
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… Las tres mujeres no se movieron de su lugar, no estremecieron la escena con un grito, y se dispusieron a seguir su andar, incluso sonriendo, como cuando las vi por primera vez.
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Estimado lector, ¿a qué se dedica el narrador? ¿Qué realmente sustrajeron de la tienda? ¿Cuáles son las pistas que nos refieren la veracidad del suceso? ¿Puede el cerebro humano idear una trama en un solo parpadear?
Continuará…
*Instituto de Neuroetología, Universidad Veracruzana