Durante el Quinto Sol los dioses debían morir para que la humanidad y los astros nacieran. De pie de frente a la hoguera en la que debía arrojarse, Xólotl, hermano gemelo de Quetzalcóatl, fue invadido por el miedo y decidió huir. Se ocultó entre las milpas hasta que, empujado por la desesperación, se arrojó al agua. Desde entonces esconde su nueva identidad de ajolote entre los canales de Xochimilco.
El ajolote de Xochimilco (Ambystoma mexicanum) es un animal extraordinario capaz de regenerar sus tejidos lesionados. Recientemente, se descubrió que son capaces de regenerar las células de su cerebro, lo que plantea la esperanzadora posibilidad de entender mejor los mecanismos de regeneración cerebral en otras especies, incluyendo a los seres humanos.
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Desafortunadamente, este anfibio se encuentra al borde la extinción. El ajolote es una especie endémica de los antiguos lagos del Valle de México, lo que significa que no se encuentra en ningún otro sitio del planeta. Hoy, debido a la pérdida de su hábitat y la contaminación de las aguas donde habita su supervivencia está en riesgo.
En 1998 se estimó que existían alrededor de 6,000 individuos por kilómetro cuadrado en los canales de Xochimilco. Como una medida para remediar este problema, se construyeron refugios dentro de los canales. Sin embargo, esta estrategia fue insuficiente y, lamentablemente, para el 2014 se estimó que dentro de su hábitat sólo quedaban 35 individuos por kilómetro cuadrado.
Ante esta crítica situación, diferentes instituciones como los Zoológicos de la Ciudad de México y la Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel intensificaron sus esfuerzos para su conocimiento y conservación, realizando investigaciones sobre la fisiología, reproducción, ecología, salud y los cuidados que estos animales requieren para vivir en fuera de su hábitat.
Hoy existen grupos de ajolotes viviendo en estanques artificiales con el fin de establecer un banco genético que garantice su supervivencia. Gracias a estos esfuerzos de conservación, poco a poco los ajolotes están proliferando con la firme intención de que un día vuelvan a habitar las aguas que les pertenecen.
*Instituto de Neuroetología, Universidad Veracruzana.
Nota publicada originalmente en Diario de Xalapa