¡Un conflicto es un desacuerdo! Toda situación de este tipo ocurre en cualquier nivel educativo e involucra distintos participantes, por ejemplo, estudiantes vs estudiantes, docentes vs estudiantes, administrativos vs estudiantes, familiares vs estudiantes, etc. A esto pueden sumarse múltiples combinaciones dependiendo del tipo de conflicto. Lo que es común en cualquiera de los casos es que el origen de todo conflicto es ¡la diversidad de opiniones!
La capacidad de formarnos un criterio respecto al entorno que nos rodea resulta de la formación académica, del contexto socio demográfico, y entre otros factores, las vivencias familiares, así que tener opiniones contrastantes en una conversación no es una casualidad; sin embargo, no por la divergencia de opiniones significa que todas estas sean correctas; entonces para dilucidar quién tiene la razón asumimos que... ¿La mayoría?
Esta acepción no siempre es la adecuada porque depende de la población a la que nos referimos; por ejemplo, un consenso en una población que tiene problemas de raciocinio debido a estresores crónicos no tendrá validez. En el caso de la población estudiantil, los factores estresantes pueden surgir en el entorno familiar, en el ambiente social que les rodea, o bien provenir de relaciones interpersonales insanas en las aulas.
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Asimismo, un ambiente familiar, conflictivo o disfuncional puede tener un impacto negativo en la salud mental de los estudiantes. Las afectaciones por ambientes insanos pueden también evidenciarse por la presencia de signos como el aumento en la frecuencia cardíaca, respiración agitada, dolor de cabeza, malestar estomacal, náuseas o incluso mareos.
Por lo que la aparición de estrés crónico puede provocar ansiedad y depresión como resultado, por ejemplo, de la exposición a situaciones familiares difíciles como abuso o negligencia. Estos problemas pueden afectar el rendimiento académico, el bienestar general de los estudiantes y sobre todo la capacidad de comunicar y entender de manera eficaz.
De modo tal, que independientemente del origen del conflicto, la comunicación efectiva es crucial para lograr consensos. Cuando hablamos de comunicación efectiva, nos referimos a la capacidad de transmitir mensajes de manera clara y comprensible a través de la expresión escrita, oral, facial, e incluso mediante la postura corporal, la entonación, y el contacto visual.
La estrategia conveniente es establecer un diálogo reflexivo, es decir; una tercera persona que funge como mediador habla con los involucrados y después de algunas semanas ya con “la cabeza fría” retoma el diálogo entre ellos para dar solución a sus problemas de la mejor manera.
Esta acción implica que el mediador que “fomenta el diálogo” posee habilidades para comprender la perspectiva de otras personas, utiliza un lenguaje respetuoso para evitar malentendidos, presta atención a la comunicación no verbal, obtiene una retroalimentación para identificar áreas de mejora y crea confianza, toda vez que… el diálogo respetuoso y empático es clave en la resolución de conflictos escolares.
*Instituto de Neuroetología, UV.
Nota publicada originalmente en Diario de Xalapa