Formando parte del programa de Pueblos Mágicos desde el año 2015, Coscomatepec de Bravo es una de las ciudades más importantes y atractivas de la zona de las Altas Montañas de Veracruz.
Sus capillas de San Juan Bautista y la iglesia de Ixtayucan, el museo Tetlapan, sus festividades de San Isidro Labrador, la danza de los Santiagos y su excelente ubicación, lo convierten en un Pueblo Mágico inigualable.
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Al tener una historia desde tiempos prehispánicos, Coscomatepec también resguarda entre sus grandes atractivos aquellos relatos que han pasado de generación en generación y se han mantenido como parte de su gran legado.
Algunos de los más representativos han sido recopilados por varios escritores en diversas obras como en la antología de “Entre dimes y diretes” de Gerardo Huerta Colorado, originario de Huatusco, donde es posible encontrar cuentos y relatos de misterio ocurridos en la región.
Entre las historias resalta una en particular ocurrida en Coscomatepec, relacionada con hechiceros y nahuales, seres de la mitología mexicana que han sido nombrados en un sinfín de relatos desde la época prehispánica, ¿la conoces?
¿Cuál es la leyenda de los nahuales de Coscomatepec?
El relato comparte la historia de la familia de unos recién casados, quienes habían construido una choza en uno de los cerros de Coscomatepec. Entre ellos destacaba la mujer por su desalentador pasado, pues había quedado huérfana desde muy pequeña y únicamente contaba con su abuelo paterno vivo, quien fue el encargado de ver por ella.
El hombre era una persona temida por los pobladores, pues tenía la mala fama de practicar la magia negra, además de ser señalado como nahual al “tener la capacidad de transformarse en cualquier animal y meterse en las casas”.
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Pese a que el abuelo vio por la mujer, ciudadanos señalaban que realizaba malos tratos al golpearla en repetidas ocasiones. Antes de morir, el hechicero “marcó a su nieta con sangre de nahual”, resultando en una maldición que la convirtió en una bruja, hechizo que se consolidó una vez que logró casarse.
Aunque varias personas le advirtieron a su esposo sobre la maldición de la joven, no hizo caso y consolidar el matrimonio, sin embargo, días después conoció varios hechos que confirmaron las acusaciones de los pobladores.
Una de las primeras señales que detectó fue cuando regresaba todos los días a casa, pues después de consumir los alimentos que la mujer preparaba, él se quedaba profundamente dormido, ya que la esposa usaba “extraños condimentos”. Cuando ocurría esto, la bruja aprovechaba el momento para “transformarse en una bola de fuego o murciélago”.
Tras varios meses, la situación fue empeorando, pues el hombre detectó que su esposa estaba de mal humor, dormía durante el día, ya que la claridad le lastimaba, además de que le encontró varias manchas de sangre en algunas de sus prendas.
Después descubrir estos hechos, varios niños de la población habían fallecido por extraños síntomas, pues “no contaban con gota de sangre”, por lo que los ciudadanos señalaron a la mujer de ser la responsable de estos hechos.
Posteriormente, el hombre fue advertido una vez más, motivo que lo orilló a vigilar a la mujer. Una noche decidió no probar los alimentos que preparaba, por lo que no pudo ser “sedado”. Después de quedarse despierto, logró observar como su esposa “se quitó las piernas y las colocó debajo de un fogón y después se convirtió en una especie de murciélago”.
El hecho lo dejó consternado, ya que logró confirmar las acusaciones, por lo que decidió actuar para evitar que atacara a más personas. Tras vigilarla por varias noches más, el hombre empleó algunas enseñanzas que su madre le compartió para “actuar ante estos casos”.
Fue una noche de Luna Llena cuando el hombre, al esperar que su esposa saliera, regó sal por toda la casa y arrojó las piernas al fuego de forma distinta a como la mujer las acomodaba de forma habitual, una vez realizado, salió de la vivienda y se escondió en un pequeño arbusto, pues la bruja ya estaba a punto de regresar.
Tras regresar, la bruja buscó sus piernas, sin embargo, no las encontró y se tiró en el piso que ya estaba todo cubierto de sal y “con desgarradores gritos, su cuerpo se fue desvaneciendo hasta quedar en cenizas”.
Una vez ocurrido, el hombre decidió incendiar el lugar y alejarse del pueblo para vivir en otra zona completamente diferente, un sitio en el que nadie lo conociera, ya que “llevaba la maldición de la bruja”.
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