/ sábado 5 de marzo de 2022

Alberto Pedraza: el rey de la cumbia gracias a…¿Pedro Infante?

Alberto Pedraza debe su estirpe musical a la época de oro del cine; tiene varios conciertos en puerta

Pedro Infante nunca bailó cumbias, pero inspiró algunas de las mejores. La afirmación pudiera parecer anacrónica: en las décadas de 1940 y 1950, México apenas sabía con qué se comía este género.

Hay, sin embargo, historias que se atesoran tanto que pocas veces son contadas. Sin Pedro Infante, probablemente hoy nadie bailaría la Guaracha sabrosona ni la Cumbia gabacha (de la que grabó una versión con Dr. Shenka) o la Cumbia yambao. Los asistentes al Vive Latino 2022, donde actuará el sábado 19 con su ahijado Santa Fe Klan y el domingo 20 con Son Rompe Pera, no tendrían oportunidad de verlo en directo.

“Nosotros somos músicos gracias a nuestro padre”, asegura en entrevista Alberto Pedraza, el Rey de la Cumbia Sonidera, cuando se le pregunta sobre los orígenes de su carrera en el barrio de San Juan de Aragón, en la Ciudad de México.

Luego suelta la anécdota.

Su padre era el director de una banda de viento que tocaba marchas militares. Y era tan bueno que fue invitado —junto con su agrupación— por el propio Ismael Rodríguez para participar en el rodaje de La oveja negra, la película protagonizada por Pedro Infante y Fernando Soler en 1949.

Pedraza padre y su banda musicalizaron en vivo una de las grandes escenas de la Época de Oro del Cine Mexicano: Don Cruz Treviño (Fernando Soler) se enfrenta a su hijo Silvano (Pedro Infante) en un mitin por ser el alcalde del pueblo. Luego, el acto político se convierte en disturbio, y las trompetas y las tubas forman parte del caos.

Aquel momento, revela Alberto, fue decisivo para que la familia Pedraza se dedicara a la música en varias líneas generacionales. Les dio confianza en su estirpe y su talento.

“Mi padre participó en esa película con su banda: la mitad se fue con Pedro Infante y la otra con el señor Fernando Soler. Por él somos músicos, por eso somos músicos, fue la herencia que nos dejó nuestro padre: la música”, cuenta el compositor, quien se presentará este sábado en la Feria Internacional de la Pirotecnia Tultepec 2022.

Rasposa, terrenal, tropical, guapachosa, correosa, la cumbia no defrauda cuando de bailar sin tapujos se trata. Es, quizá, el género que más se aproxima a África, al impulso de danzar con lo más esencial, lo más básico.

“Mi música se hizo para la gente de barrio”, sostiene Pedraza, quien tiene más de 50 años de carrera y aprendió a tocar a puro oído desde muy pequeño. Su instrumento preferido es el bajo. También toca el trombón, la guitarra y el acordeón, “pero ese lo toco levesón”, confiesa.

Despreciada desde su llegada a México en la década de 1970 y confinada a los barrios bajos y los sonideros, la cumbia se cuela cada vez más en círculos antes insospechados. Raro era escuchar cumbias en las bodas de la clase media de los años 80. Menos aún era probable bailarlas en las fiestas de Polanco o la Zona Rosa o en los festivales de rock, como el Vive Latino. En el espacio íntimo, sin embargo, la cumbia se cuela hasta la cocina. Lo demostró Caifanes cuando su mayor éxito, La negra Tomasa, no fue un rock, sino una cumbia.

“La verdad es que siempre hemos puesto a bailar a todos, a raperos, a roqueros, a todos”, dice Alberto Pedraza, quien recientemente grabó Amor sincero, con María Barracuda. Hombre de pocas palabras y mucho ritmo que se conoce de punta a punta el continente americano, desde la Unión Americana hasta la Patagonia (y también España).

Sus shows son parafernalia de un México que gusta de estéticas saturadas: luces technicolor, trajes chillantes, bailarinas con lentejuelas, fuegos artificiales, congales color pastel, acordeones naranja, percusiones estridentes. Puro frenesí rumbero.

Pero el Alberto Pedraza más joven no era latino 100%. Escuchaba música en inglés, en las estaciones Radio Juventud y Radio 590 La Pantera. “¿Y nunca le dio la cosquilla de tocar esas canciones?”, se le pregunta. “No, pero si me pongo a buscar videos, las saco. De hecho yo toco Río amarillo (Yellow river, de Christie) en el bajo”, responde, y luego dice que sabe leer partituras, y que entiende en qué clave están varios instrumentos, argumento para quien cree que la cumbia es para músicos iletrados.

Pedro Infante nunca bailó cumbias, pero inspiró algunas de las mejores. La afirmación pudiera parecer anacrónica: en las décadas de 1940 y 1950, México apenas sabía con qué se comía este género.

Hay, sin embargo, historias que se atesoran tanto que pocas veces son contadas. Sin Pedro Infante, probablemente hoy nadie bailaría la Guaracha sabrosona ni la Cumbia gabacha (de la que grabó una versión con Dr. Shenka) o la Cumbia yambao. Los asistentes al Vive Latino 2022, donde actuará el sábado 19 con su ahijado Santa Fe Klan y el domingo 20 con Son Rompe Pera, no tendrían oportunidad de verlo en directo.

“Nosotros somos músicos gracias a nuestro padre”, asegura en entrevista Alberto Pedraza, el Rey de la Cumbia Sonidera, cuando se le pregunta sobre los orígenes de su carrera en el barrio de San Juan de Aragón, en la Ciudad de México.

Luego suelta la anécdota.

Su padre era el director de una banda de viento que tocaba marchas militares. Y era tan bueno que fue invitado —junto con su agrupación— por el propio Ismael Rodríguez para participar en el rodaje de La oveja negra, la película protagonizada por Pedro Infante y Fernando Soler en 1949.

Pedraza padre y su banda musicalizaron en vivo una de las grandes escenas de la Época de Oro del Cine Mexicano: Don Cruz Treviño (Fernando Soler) se enfrenta a su hijo Silvano (Pedro Infante) en un mitin por ser el alcalde del pueblo. Luego, el acto político se convierte en disturbio, y las trompetas y las tubas forman parte del caos.

Aquel momento, revela Alberto, fue decisivo para que la familia Pedraza se dedicara a la música en varias líneas generacionales. Les dio confianza en su estirpe y su talento.

“Mi padre participó en esa película con su banda: la mitad se fue con Pedro Infante y la otra con el señor Fernando Soler. Por él somos músicos, por eso somos músicos, fue la herencia que nos dejó nuestro padre: la música”, cuenta el compositor, quien se presentará este sábado en la Feria Internacional de la Pirotecnia Tultepec 2022.

Rasposa, terrenal, tropical, guapachosa, correosa, la cumbia no defrauda cuando de bailar sin tapujos se trata. Es, quizá, el género que más se aproxima a África, al impulso de danzar con lo más esencial, lo más básico.

“Mi música se hizo para la gente de barrio”, sostiene Pedraza, quien tiene más de 50 años de carrera y aprendió a tocar a puro oído desde muy pequeño. Su instrumento preferido es el bajo. También toca el trombón, la guitarra y el acordeón, “pero ese lo toco levesón”, confiesa.

Despreciada desde su llegada a México en la década de 1970 y confinada a los barrios bajos y los sonideros, la cumbia se cuela cada vez más en círculos antes insospechados. Raro era escuchar cumbias en las bodas de la clase media de los años 80. Menos aún era probable bailarlas en las fiestas de Polanco o la Zona Rosa o en los festivales de rock, como el Vive Latino. En el espacio íntimo, sin embargo, la cumbia se cuela hasta la cocina. Lo demostró Caifanes cuando su mayor éxito, La negra Tomasa, no fue un rock, sino una cumbia.

“La verdad es que siempre hemos puesto a bailar a todos, a raperos, a roqueros, a todos”, dice Alberto Pedraza, quien recientemente grabó Amor sincero, con María Barracuda. Hombre de pocas palabras y mucho ritmo que se conoce de punta a punta el continente americano, desde la Unión Americana hasta la Patagonia (y también España).

Sus shows son parafernalia de un México que gusta de estéticas saturadas: luces technicolor, trajes chillantes, bailarinas con lentejuelas, fuegos artificiales, congales color pastel, acordeones naranja, percusiones estridentes. Puro frenesí rumbero.

Pero el Alberto Pedraza más joven no era latino 100%. Escuchaba música en inglés, en las estaciones Radio Juventud y Radio 590 La Pantera. “¿Y nunca le dio la cosquilla de tocar esas canciones?”, se le pregunta. “No, pero si me pongo a buscar videos, las saco. De hecho yo toco Río amarillo (Yellow river, de Christie) en el bajo”, responde, y luego dice que sabe leer partituras, y que entiende en qué clave están varios instrumentos, argumento para quien cree que la cumbia es para músicos iletrados.

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