Contar historias con temas paralelos o centrales que dignifiquen y normalicen la diversidad sexual es uno de los propósitos de Alan Blasco, escritor, director, productor y actor xalapeño, quien ha presentado su teatro en encuentros nacionales e internacionales.
A sus 29 años, el veracruzano es fundador y director artístico de la casa productora y compañía AB Producciones, promotora de los derechos de la comunidad LGBTQ+; ha sido protagonista de 22 puestas en escena y autor de obras teatrales montadas y publicadas en al menos seis países.
“Desde cualquier trinchera se puede contribuir a fomentar una cultura incluyente y respetuosa con la comunidad LGBTQ+”, afirma el artista escénico en entrevista, en visita a su ciudad de origen.
Actualmente radicado en la Ciudad de México, en sus equipos de trabajo hay personas de la comunidad LGBTQ+, quienes se suman a generar ambientes de convivencia igualitarios; en cuanto a las historias, van a escena sin pretensiones moralizantes o didácticas.
Aunque enfatiza en la necesidad de ahondar en temas homofóbicos y de derechos humanos, opina hay avances significativos, los cuales dan oportunidad de ya no contar las historias de las décadas de los 80 o 90.
Más allá de personajes adolescentes que deciden hablar de sus orientaciones sexuales o identidad de género, o aquellas centradas en el “bullying”, Alan Blasco reitera su interés por normalizar, no por subrayar.
“El tema ya está. Hay personajes gays y trans… viven lo mismo que cualquier otra persona porque todos somos seres humanos”.
Evidencia que jamás se ha contado una historia de cómo se acepta un heterosexual, en cambio se ven historias de amor, de desamor, de pérdidas. “También se ve a una comunidad de la diversidad sexual con una premisa constante, encasillada como corriente y vulgar”.
DESHONESTIDAD CREATIVA
Alan manifiesta creer en la honestidad del trabajo, por eso señala la tendencia en los tiempos actuales de recurrir a hablar de feminismo, machismo, diversidad sexual, entre otros temas, para obtener becas, fideicomisos o para vender más boletos.
Ocurre en el arte y en otras áreas –indica–, y aunque hay personas muy informadas, cree es más genuino e importante hablar desde lo que a cada quien le ha tocado vivir y no meterse en algo que no se conoce a fondo.
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“Muchos lo hacen porque en estos momentos es atractivo, pero me parece hay gente que se cuelga del tema; se me hace poco respetuoso; no dudo de su conocimiento, porque puede ser gente muy informada, pero no es algo en lo que esté muy de acuerdo”.
Ser incluyente, manifiesta, es tener un personaje de la comunidad de la diversidad sexual y dárselo a una persona que pertenezca a ella, pues se recurre a actores heterosexuales.
“Se lucen diciendo ‘mírenme, es mi personaje de la vida; quiero que vean cómo me transformo y cómo habito la condición femenina y cómo empiezo a amanerarme”.
En realidad se hace a un lado a quien de verdad tiene un discurso interno poderoso que contar y con más herramientas para poder construir un personaje mucho más complejo a través de lo real, dice.
HABLAR DEL FRACASO
A Alan, quien habla con regularidad de consumismo, burguesía y capitalismo, la pandemia lo llevó a buscar otras formas de hacer teatro. Así llegó a la autoficción y a querer presentar sus experiencias y de cómo el dolor se puede transformar en arte.
En ¡Vida!, su más reciente entrega y con gira por teatros del país, expone los malos momentos y los fracasos. Es un monólogo dirigido por Eduardo Córdoba que busca sumergir al espectador en el thriller, el humor y el sexo.
Lo hace porque ve a un mundo que está con la premura de presumir o hablar de lo positivo; de vivir en la ilusión de las redes sociales, donde todo es perfecto… Cuerpos, vidas y emociones perfectas.
“Nos da miedo hablar de nuestras caídas, de cuando no pudimos, cuando tuvimos miedo, cuando no sabemos cómo sobreviviremos el próximo mes o cuando pensamos que lo que hacemos no vale la pena. Presento una historia de cuando dudamos de nosotros mismos”.
Aunque con tintes testimoniales, aclara que también hay ficción, risa, “stand up”. Finalmente es un viaje introspectivo de sus vivencias.
Nota publicada originalmente en Diario de Xalapa