“Es necesario que nos demos cuenta que todos los días somos sobrevivientes de una pandemia”, indica Nilvia Beatriz Vázquez, maestra en Psicología educativa y docente de apoyo Usaer en educación básica.
“Todos los días podemos estar luchando y sentir frustración, dolor, tristeza, pero también tenemos momentos de alegría y satisfacción, como puede ser tener un lugar para vivir o trabajo; hay que ponerse en sintonía y darnos cuenta de que estamos sobreviviendo a una situación que se ha ido poniendo cada vez más compleja”, agrega la también catedrática de la Universidad Veracruzana.
A un año de que los estudiantes fueran enviados a casa por la pandemia y después dar inicio a las clases en línea, los retos se han ido transformando poco a poco, explica Nilvia Beatriz; se pasó de preocuparse por cumplir los contenidos escolares a buscar las estrategias para que familias no caigan en apatía y se dé la deserción escolar.
DESERCIÓN ESCOLAR, SALDO DE LA PANDEMIA
La maestra indicó que para algunas madres y padres la situación ha empeorado por la pandemia; hay casos en los que han decidido que sus hijos dejen las clases para que trabajen y colaboren con el sustento diario o en otros la dinámica laboral y situación familiar orilla a que decidan que pierdan el ciclo porque no hay quien se encargue de ellos.
“Un gran saldo de la pandemia es la deserción escolar. Hay menores con los que no se está teniendo contacto desde hace varios meses y entonces se trata de ser empático. Ya no se trata de evitar el rezago, que ese habrá sin duda, sino que no haya deserción. Como maestros vemos que sí se está complicando que los menores hagan trabajo en casa y la tarea ahora para nosotros es que no haya deserción escolar y ya después ver cómo restructurar el programa”.
Indica que “hay papás que ya se dieron por vencidos y dicen ‘ya no me voy a encargar de este ciclo escolar, a ver cómo le hago después’, y como está la consigna de que a los alumnos no se les puede reprobar, hay papás y alumnos que no colaboran, pero como docentes hay que hacerles ver que no se trata de que no reprueben si no de la importancia de aprender habilidades para sortear el día”.
Se trata, agrega la catedrática, de orientar a maestros y padres de familia para que sepan que más vale invertir ahorita en enseñar, escuchar y acompañar al menor, porque en una o dos semanas y a largo plazo verán a un niño o alumno más autónomo.
EMPATÍA Y RESILIENCIA
La psicóloga indica que desde la Secretaría de Educación el llamado es a que los docentes opten por atender la parte emocional y “ayudar al alumno, al papá, a que encuentre sentido a las clases, porque ante esta situación puede parecer para ellos cada vez más irreal y no verle utilidad”.
Por tanto, abunda en que es necesario volcarse a la empatía y darse cuenta de la alta capacidad de resiliencia que tenemos como seres humanos.
“A veces tenemos la sensación de que somos los únicos viviendo una situación, y la empatía es saber que hay otras personas que están viviendo lo mismo o algo similar, y la resiliencia es buscar la manera de que la vida continúe, aun con las cuestiones de la pandemia; y la realidad es que somos resilientes, somos sobrevivientes en el sentido de que vimos que teníamos que seguir”, explica Nilvia Beatriz.
Señala que en el caso de las niñas y niños es necesario ser empáticos y escucharlos: “hay que recordar cómo vivimos nuestra infancia, cómo fueron nuestros papás, cómo vivimos la escuela, lo que hicimos cuando tuvimos cierta circunstancia; hay que aprender a escuchar y observar las necesidades de las personas, y escucharlas de ellos, muchas veces damos por hecho lo que necesita, creemos que lo sé como papá o como maestro, pero en realidad no hemos aprendido a escuchar y entender las circunstancias del otro”.
Agrega que la empatía tiene que ver con al menos tres puntos: recordar nuestra historia de vida para localizar circunstancias similares, darse el tiempo para escuchar, entender y comprender la situación de la persona, y lo más importante, entender que la empatía es dar el apoyo o recurso que la persona requiere para que siga adelante.
“La empatía es una habilidad, se va enseñando, se va aprendiendo, se va cultivando; no se nace siendo empático, es una habilidad que tiene que ver con la resiliencia en el sentido de que cada quien vive diferentes momentos, dolorosos o traumáticos, pero lo va a interiorizar de diferente manera para salir adelante”, expone la catedrática.
En el caso de las familias, llama a madres y padres a escuchar a sus hijos desde la empatía: “decirles a nuestros hijos que en realidad son una especie de héroes, que van a pasar a la historia de la humanidad como un niño, una generación, que tuvo que pasar tal vez dos años bajo una situación inusual, estresante, demandante, fragmentada; cada día vemos que esta situación es muy compleja”.
Para vencer la apatía en casa, Nilvia Beatriz Vázquez recomienda establecer rutinas fijas: que los niños se involucren para ayudar a lavar ropa, cocinar, limpiar, platicar, buscar espacios de juego e incluso llamarles a sus amigos.
“Pero que no sea algo esporádico de un “hoy se me ocurrió”; de lo que se trata es de llevar una rutina porque éstas disminuyen el sentido de incertidumbre, da confianza saber qué voy a hacer y porqué, sobre todo hay que explicarles a los niños por qué lo tiene qué hacer, y esto fomenta disciplina; en casa entre todos idear qué hacer, que los menores saquen una lista de sus actividades y definir en cuáles vamos a ayudarnos todos y cuáles tienen que hacer por sí solos”.