Córdoba, Ver.- La ciudad se caracteriza por sus tradicionales edificios e historias que llevan de generación en generación, pero ¿sabías que Córdoba tiene una protectora?
Durante el siglo XVII el sacerdote de la iglesia de la Inmaculada Concepción solicitó servicios de algún artista que restaurara las imágenes religiosas; durante ese tiempo dos jóvenes provenientes de Guatemala se comprometieron a realizar el trabajo poniendo como condición que su labor no fuera interrumpida.
Se instaló un pequeño taller para cumplir con las peticiones de este par de hombres y se le dio indicaciones a la señora del aseo que no molestara a los maestros artistas cuando ésta fuera a dejarles sus alimentos; los platos se recogerían hasta que estuviera el trabajo terminado.
Se encerraron a trabajar día y noche sin salir del taller; al quinto día la anciana se sorprendió de no escuchar más a los artistas restauradores, por lo que alertó al sacerdote lo que sucedía, pues la comida y el desayuno permanecían afuera de la puerta y sobre una mesa. Con ayuda de más trabajadores y el sacristán forzaron la entrada, sorprendidos por no ver a nadie en la habitación hallaron en el interior el pago por sus servicios, los alimentos intactos y bien conservados, así como la restauración de las imágenes de San Antonio y San José.
Al centro de aquel improvisado y desierto taller, con las manos enlazadas a la altura del pecho como si quisiera silenciar los latidos de su corazón, la Reina del Cielo, sola con su dolor parecía sollozar, de los ojos enrojecidos por el llanto dos gruesas lágrimas resbalaban sobre las mejillas y por los labios ligeramente entreabiertos, semejaba escaparse, hondo y callado un largo lamento.
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De acuerdo con lugareños la virgen es la máxima protectora de la ciudad de los 30 caballeros, su fe por ella ha sido llevada generación por generación y hay quienes afirman que ha bajado de su pedestal para evitar que alguna desgracia caiga sobre el pueblo.
Su milagrosa intervención se considera como la de una madre protectora. En las épocas difíciles que llegaron después dicen que la Santísima Virgen recorría las calles por la noche, velando amorosamente por sus habitantes.
Como la historia del ciclón Jannet que azotaría fuertemente las costas del Golfo de México pasando también por Córdoba en 1955, la población entera se postró a los pies de la Virgen de la Soledad implorando su protección y encomendándole sus hogares y sus siembras.
El terrible fenómeno que entró por el puerto de Tampico devastándolo y causando innumerables desgracias y muertes en una amplia zona enfiló rumbo a Córdoba a una velocidad de huracán.
La cola de Jannet azotó Fortín de las Flores desviándose a la altura del Arroyo de los Patos y librando de sus furias a Córdoba dio un rodeo destrozando los alrededores y volviendo a entrar a ruta más allá de Peñuela.
En las horas de mayor pánico hubo quien aseguró haber visto en los límites de la ciudad, a una hermosa mujer con oscuro y largo manto que se negó a buscar refugio alegando que debía cuidar de sus hijos.
Pasando el peligro la iglesia decidió devolver a la virgen a su nicho y se sorprendieron al ver que la orla de su manto estaba cubierta de lodo todavía fresco.
Hay quienes afirman que la hermosa imagen fuera labrada por las manos de los ángeles y la Virgen de la Soledad recorre las calles de Córdoba velando por todos sus habitantes.
