Córdoba, Ver.- Aún cuando no hay padrón de oficios en esta Córdoba, se sabe que ya quedan pocos sastres, personas que elaboran diversas prendas a la medida; al paso de los años se ha ido perdiendo el amor por este trabajo, las nuevas generaciones no quieren aprender, piensan que ya no es redituable y poco a poco este oficio se va extinguiendo.
En entrevista para El Sol de Córdoba, Alfonso Flores González relata que empezó a ejercer el oficio a los 23 años, para ser oficial pasaron tres años más y hoy son más de 50 los que tiene atrás de la maquina de coser.
Menciona que estudió hasta tercer año de primaria, pero para este oficio no se requiere de mucho, solo es cuestión de práctica y saber hacer cuentas, pues hay que sacar medidas.
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Don Alfonso hace trabajos para personas de distintos municipios, como Tezonapa, Zongolica y Omealca, pues siguen buscando que les elaboren ropa a la medida, sin embargo, relata que la gente ya casi no los busca porque hay ropa que es desechable y mas económica.
¿La ropa creada por un sastre es más duradera?
Explica que en comparación con la ropa que él elabora es que una prenda tarda hasta diez años, por eso la gente mayor sigue yendo a las sastrerías, aunque insiste en que ya quedan pocos que ejercen este noble oficio.
La hechura de un pantalón elaborado aquí tiene un costo de 300 pesos, el cliente debe traer la tela a su gusto, también elabora trajes, faldas y otras prendas, pero además hace composturas como dobladillos, cambio de cierres, enmendaduras, entre otras.
¿En dónde está el taller de sastrería de Alfonso Flores González?
El local de la Sastrería González se ubica en el interior del mercado Revolución, es el E-60 sobre la calle 9 entre avenidas 8 y 10, es el único en el zoco, es fácil de ubicar.
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El entrevistado explicó que el oficio quizá no deja mucho dinero, pero es un trabajo digno, limpio y que se hace con mucho amor y esmero.
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Aquí ha conocido muchos amigos, gente de otros municipios y trabaja de lunes a viernes de 10 de la mañana a 7 de la noche, le va cayendo chamba y no deja su máquina parada mucho tiempo.
Relata que aquí seguirá hasta que Dios lo permita, pues le gusta mucho lo que hace y su familia de aquí se ha mantenido, si bien las nuevas generaciones no quieren aprender, considera que es un oficio que está en peligro de extinción no solo por este motivo, por la competencia de ropa desechable y que es mucho más económica.