VERACRUZ, Ver.- Con su bata blanca membretada como partera tradicional, Rogelia Nieto Marín muestra el cuarto donde desde hace más de 45 años ha visto nacer a cientos de niños, ya perdió la cuenta, pero su satisfacción, dice, es que con la ayuda de Dios todos han nacido vivos.
Desde pequeña se sintió atraída por la medicina, sin embargo, en casa no había los recursos económicos para pagar los estudios por lo que, a los 13 años, aún siendo una niña, se registró como auxiliar en el Centro Indigenista de Temazcal, en la zona de Tierra Blanca, donde vio nacer a los primeros niños.
Aún con su entusiasmo y el aprendizaje diario no pudo continuar mucho tiempo en el centro porque era necesario hablar el dialecto y para ella fue muy complicado.
“En ese tiempo no daban becas, yo quería estudiar y no había dinero, pero me metí a trabajar en el Centro Indigenista de Temascal, empecé a los 13 años, pero me pedían el dialecto y no lo pude aprender después me pasé al Hospital Civil de Tierra Blanca como ayudante en las operaciones y me decían que era yo muy buena porque rápido encontraba las venas, tan es así que el doctor Gonzalo Vázquez que también trabajaba en el hospital me jaló para que lo ayudara, Dios me dio esa gracia sin que nadie en mi casa supiera algo de medicina”, dijo.
Alrededor de los 20 años logró pagarse sus estudios de enfermería y años más tarde empezó a trabajar como partera en el municipio de Soledad de Doblado, pero ahora ya por su propia cuenta.
“Como a los 18 años fue que me puse a estudiar enfermería, pero empíricamente aprendí a atender los partos y ya actualmente la Secretaría de Salud nos obliga a tomar cursos, pero antes no había nada de eso”, relató.
En sus inicios como partera, escribía en una libreta algunos de los datos de cada niño que traía al mundo, en algunos casos el nombre, pero eran muy pocos los padres que ya traían el nombre, su peso y algunos otros detalles.
Actualmente Rogelia, con 73 años de edad, tiene varias libretas llenas, pero ya perdió la cuenta de cuántos niños ha traído al mundo.
“Atendí muchísimos partos al día eran como dos o tres, gente de las rancherías que venía y esperaba hasta un día para aliviarse, en ese tiempo no había Seguro Popular y aquí las atendía, llené varias libretas con los nombres y detalles de cada niño, cuánto pesaban y así pero ya perdí la cuenta, son muchos años y sigo trabajando, ya no tanto como antes, pero seguimos”, comentó.
Su mayor satisfacción es que todos los niños que ha recibido han nacido vivos y aunque ha enfrentado algunas complicaciones, ha logrado superar los obstáculos.
“La gente llegaba en un catre jalado por burro o caballo y gracias a Dios hasta ahora he entregado buenas cuentas y ya la edad que tengo, recuerdo que éramos 8 parteras y ya solo quedo yo”, destacó.
En el marco del Día Internacional de la Partera que se conmemora este 5 de mayo, hizo hincapié en que el trabajo de partera no tiene descanso, pues sin importar la fecha y la hora mujeres embarazadas y de escasos recursos recurren a su auxilio para ayudarlas a parir.
“Aquí atiendo de lunes a lunes y eso sí, se requiere de mucha concentración, en ese momento yo no tengo hambre ni sueño, mientras estoy atendiendo a las mujeres yo no pienso en otra cosa más que el niño venga bien, se necesita valor y entereza porque tienes en las manos dos vidas”, mencionó.