No perdemos a nuestros hijos en la calle, los perdemos en nuestras propias casas cuando los abandonamos a la pantalla, a la tablet, al celular; los tenemos en casa, pero no estamos con ellos, los olvidamos, indica Ana Lidia De Haro Botello, fundadora del Colectivo Colibrí, que se dedica a formar guías Montessori.
Para la maestra en Educación es vital que las familias se replanteen cuál es su papel en la formación de los infantes, sobre todo en el rango de los 0 a los seis años, que es cuando se construye las raíces de la personalidad humana.
“Normalmente creemos que la edad más importante es la educación superior, creemos que los padres tenemos que hacer un ahorro muy grande para mandar a nuestros hijos a la mejor universidad, porque creemos que eso les va a dar el pase de salida para que tenga éxito. pero estamos equivocados en esta información; la edad más importante de la vida es de los 0 a los 6 años. Si se quiere apostar a la educación tenemos que voltear y ver qué estamos haciendo con el niño en esa edad”, señala De Haro Botello.
Explica que madres y padres deben ser conscientes de cómo se relacionan con el menor: “decimos ‘lo estoy cuidando’, pero una cosa es que estés en casa cocinando, limpiando y otra es que estés realmente con él: si el niño está en la televisión, en la tableta, en el nintendo, está olvidado”.
LA RESPONSABILIDAD DE EDUCAR
“Hay que empezar a reconocer cuál es mi rol como madre y padre— dice la docente—; y parte de ello es brindar un espacio, un lugar en el que el menor se sienta cómodo, que sienta que estamos interesados en él”.
Señala que hoy ante la realidad del Covid, cuando la escuela se metió a las casas, es cuando es más claro que las familias entregan al Estado la responsabilidad de educar, sin tomar un papel activo en el desarrollo del niño.
“Entregamos a los niños a las guarderías desde los 45 días de nacidos, ellas son las que se hacen cargo sistemáticamente de ellos; si queremos hacer un cambio de verdad o una aportación a la humanidad, al futuro, tenemos que voltear hacia la primera infancia, tenemos que entender que cuando le apostemos a que estos niños tengan una rutina, una estructura, estabilidad, padres presentes, van a a ser otros jóvenes y otra sociedad”, explica De Haro.
Aclara que el papel de la escuela es dar una formación acádemica, de desarrollo cognitivo, pero que es en la familia, con los padres, donde debe desarrollarse la parte socioemocional, es decir, cómo el menor aprende a expresar sus emociones, a quererse y a comportarse con los otros.
“Hay que preguntarse en manos de quién está la educación de los niños, el futuro de la humanidad, es así de serio; preguntarse en quién quiero convertir a mi hijo, porque el potencial está ahí, antes de los seis años”, añade la directora académica de La Tribu Preschool, ubicado en Austin, Texas.
Nos dice además que es necesario construir una rutina de vida en el menor, que sepa que todos lo días se levanta y toma sus clases en línea, es decir, cumple con lo formal, pero que después de eso tiene responsabilidades individuales asignadas acorde a su edad y también responsabilidades colectivas para que aprenda que forma parte de una familia y que contribuye a que ésta esté bien.
“La familia es el primer lugar social donde el niño interactúa, donde va aprendiendo normas. Si a un niño en casa lo dejamos que grite, que patee, que destruya, a ese niño lo estamos olvidando; esas prácticas parentelas no le ayudan. Mi deber como padre es establecer normas y decirle que sí y que no está permitido, porque esto le va a ayudar a que aprenda a autoregularse, a adquirir autonomía, de tal forma que él aprenda a tener una propia disciplina”, explica la docente con cerca de 30 años de trabajo.
INFANTES, ÚNICOS E IRREPETIBLES
De Haro Botello hace hincapié en que el sistema educativo mexicano ha quedado mucho a deber a los infantes y lamenta que sistemas como el Montessori, que tienen mucho qué aportar, no sean tomados en cuenta y se conviertan en algo exclusivo de colegios privados.
Explica que el sistema Montessori: “busca poner al niño en el centro, es decir, reconoce que es un ser lleno de potencialidades que necesita un ambiente preparado donde pueda desarrollarlas; el niño no es un ser que nada más esté para memorizar y repetir conocimientos, es un ser único e irrepetible que viene a aportar a la vida, y así debe ser tratado”.
Agrega que “vivimos en un momento en que queremos ser todos iguales, nos hemos olvidado que soy única e irrepetible, y hemos olvidado transmitirlo a los niños. Desde el Montessori se busca que el niño sea respetado, sea tratado como un ser en evolución, con muchas posibilidades, y necesita que las personas que están a cargo de él sepan cómo impulsarlo”.
Destaca que como sociedad llevamos décadas preocupados por las cosas materiales y no por lo que somos: “Estamos preocupados por el tener y no por el ser; queremos a los niños hiperlimpios, vestidos a la moda, con una agenda escolar por cumplir, pero olvidados de lo más importante: que podemos respirar, que tenemos vida, que podemos ser feliz con lo que hay”.
De Haro indica que hay que darle la voz a las niñas y niños, enseñarle sus derechos, que son especiales, que merecen respeto, que no somos seres humanos que estamos hechos en producción y en serie.
FORMAR EDUCADORES
A través del proyecto Colectivo Colibrí, la docente busca contribuir a infancias plenas y felices. Indica que en el colectivo se forma a docentes, cuidadores y personas que están educando a menores para que se conviertan en guías Montessori, y así tengan herramientas que los conviertan en un agente transformador.
“Una persona formada va a ser algo más en la vida del niño, puede tocar su corazón, y si lo hace ya está haciendo una aportación a la vida”.
El Colectivo Colibrí es un programa semipresencial gratuito que ya lleva más de cien egresados con esta visión de cambio. De Haro busca con ello llevar el Montessori a otros ambientes donde sólo existe la educación tradicional, para que éste modelo educativo no se quede en los contextos privados.
A ese respecto indicó que en los gobiernos “falta que haya interés en la educación; nos falta que como ciudadanos exijamos lo que nos merecemos, nos falta que como sociedad nos unamos y que busquemos crear mejores sociedades; ese es el trabajo y la conciencia: no solamente pedirle al maestro o al gobierno que haga las cosas, sino uno como papá cuestionarse qué está haciendo”.