/ lunes 24 de mayo de 2021

Historias: mujeres hablan de lo difícil que es ser madre

Algunas madres tuvieron que intercalar sus roles para atender su trabajo y su vida como mamá

Para la bailarina Anhe Gómez, ejercer profesionalmente y ser mamá no es algo que esté reñido, pero sí acepta que es muy difícil, con momentos de angustia, de no saber qué hacer y de sentirse agotada. Al sumarle el contexto por la pandemia de Covid-19, la maternidad le resulta algo maravilloso, pero también “algo horroroso”.

Más allá de la idealización de maternidades perfectas, la veracruzana de 29 años de edad considera que es tiempo de hablar de lo lindo sin dejar de lado lo que duele y lo que genera —en ciertos momentos— una sensación de impotencia.

Anhe Gómez Foto: Cortesía | Eka Ríos

Anhe es mamá de Elena, chiquita de apenas dos años y medio de vida, quien previo a la contingencia sanitaria ya asistía a una guardería, pero cuando inició el confinamiento, hacia finales de marzo de 2020, todo cambió. Aún hoy, en 2021, no ha vuelto a la estancia infantil.

Igual que miles de mamás, Anhe está desempleada y los recursos no son suficientes para pagar una guardería donde se sienta tranquila y segura de que su niña será bien atendida. Ha decidido esperar un poco más, pues al temor inicial de contagiarse de Covid-19 ahora suma el reinfectarse.

Y es que esta familia de dos inició 2021 con la enfermedad. Los síntomas fueron leves, pero persiste el miedo… No hay alternativa. Anhe ha tenido que ser mamá de 24 horas, aunque eso sí, reconoce y agradece la contención que le ha dado su madre.

Opina que el Estado debería a poyar a todas las mamás con el servicio de guarderías gratuitas e invertir los recursos suficientes para que realmente fueran lugares funcionales y seguros.

LA PEOR MAMÁ

Con el cansancio a cuestas, pero con la convicción de que no puede ni debe anular lo que le gusta y le apasiona, Anhe Gómez comparte satisfecha que creó una obra de teatro y danza donde habla de su experiencia y de lo recopilado en una serie de encuestas realizadas a otras mamás.

En entrevista, explica que no es exclusivo del periodo de pandemia, hay cierto desaliento y anulación de una misma. Incluso su proyecto lo gestó tras el alumbramiento, la depresión posparto y el distanciamiento con el padre de su hija.

“¿Sabes?, fue una cosa tras otra, una tras otra. Tuve que tomar terapias porque emocionalmente ya era muy duro”.

En víspera del Día de la Madre, Anhe Gómez estrenó “La peor mamá del mundo”, obra donde combina teatro y danza, bajo la dirección de Patricia Estrada.

“Te voy a contar la historia de mi mala maternidad. Bueno, para empezar, ¿qué es ser una buena madre?, cuestiona.

“La peor mamá del mundo” es una crítica cómica de lo que es ser madre en tiempos actuales y de cómo se idealiza este rol (propio y ajeno), sin tener idea de lo que realmente es.

A pesar de los retos, ensayos en compañía de Elena y pensamientos sobre lo que vendrá para ambas en el futuro, la creadora escénica logra así compaginar la danza contemporánea con una de las carreras más difíciles, la de ser madre, “la más hermosa pero también una de las más injustas y demandantes”.

Escritora, promotora de lectura y madre

“Tal vez no ahorita, pero en un breve tiempo el cuerpo va a hablar, va a pasar factura, y entonces habrá más mujeres nerviosas, enfermas de colitis, de artritis… porque los cuerpos están mermados, por ser madres y por tener una carga que se ha multiplicado con la llegada al mundo del nuevo coronavirus”, afirma en entrevista la escritora y promotora de lectura Ana Valderrama.

Las palabras de quien ha encontrado un refugio en los libros están sustentadas en la experiencia personal, pues es madre de tiempo completo y hay días en los cuales el dolor de manos es abrumador, pero en otros es la espalda y en unos más, el dolor de cabeza.

“Se puede aguantar pero no resistir por mucho tiempo”, expresa para en seguida puntualizar la necesidad de “reconocer la labor titánica de las mamás, a quienes de manera sistemática se les educa para tener la casa limpia, para mantener el orden, para ser sacrificadas y dejar en segundo término todo lo que tenga que ver consigo mismas”.

Menciona que cuando a esa herencia se le añade el cierre de guarderías, la cancelación de contratos laborales o el “home office” generado por la contingencia sanitaria, sobreviene el caos, y más en quienes tienen interiorizado el miedo y la culpa por ser “malas madres” o la expectativa de ser madres perfectas, siempre felices.

“Las madres disfrutamos hacer cosas por y para nosotras mismas, las madres nos cansamos, tenemos dudas, lloramos, nos angustiamos. Muchas están pendientes de absolutamente todo y cuando piden colaboración, no la hay”, dice para luego hablar de Jonás, su hijo de tres años.

MATERNAR CON AUTONOMÍA

Ana se define como una mamá autónoma, no soltera, aclara, porque ese es un estado civil. Ella es autónoma porque provee a su hijo de lo necesario, económica y afectivamente, en tanto el padre se mantiene alejado de ambos. “Con el argumento de ser poeta, se ha deslindado, no sin antes tatuarse en el brazo el nombre del niño, como muestra de amor profundo”.

Cuando Ana ve hacia el pasado, hacia 2020, recuerda todos los planes truncados. Ya buscaba la guardería a la que llevaría a Jonás para que tuviera dónde jugar, socializar y resolver conflictos mientras ella trabajaba de manera estable —su labor ha estado al margen de un salario fijo y prestaciones de ley—. Ya no fue posible. Las estancias cerraron y padecer asma la llevó a una decisión radical, confinamiento absoluto.

La fundadora del programa literario Aves y Moras admite que le “ha pegado el encierro”, sobre todo al inicio, cuando hubo días en los que no se quitaba la pijama, cuando perdía la noción del tiempo y padecía insomnio. Ahora se ha adaptado, pero hablar de lo económico sigue siendo el tema pendiente.

RED DE CONTENCIÓN

Comparte que nunca imaginó volver al nido materno, pero le era abrumador pagar los gastos de su casa y sostener la vida misma. La red de apoyo es fundamental, manifiesta.

En la vida de Ana no todo es gris, ha compartido “días estupendos” con Jonás y no se asume como su maestra pero sí como su guía: “En este tiempo aprendió a hablar y su motricidad cambió. Yo pude dar algunos talleres, mantuve mi proyecto Aves y Moras, el club de lecturas se fortaleció y surgieron trabajitos”.

Ana ve con esperanza el futuro. Por el momento no está en sus planes retomar la idea de que Jonás entre a una estancia infantil. No cuenta ni con el dinero ni con el trabajo que le dé ese servicio gratuito y de calidad. También cree que a los niños los deben vacunar contra Covid-19, pero como de eso aún no se habla en México, irá con cautela, encaminándose emocionada a sus 40 años de edad.

Una mamá que se convirtió en maestra

La crisis sanitaria que aqueja al mundo no solo tiene historias fatales, pérdidas económicas y confinamientos difíciles de sobrellevar. Uno de los casos es el de Nayeli Marín, quien se volvió maestra de su hijo Rodrigo, recordó temas que había olvidado, conoció más de la tecnología y el estar en casa le dio oportunidad de cuidar mejor a su hija Sofía y a Víctor, uno de los tantos niños nacidos en la pandemia por Covid-19.

Naye, además de hacerse cargo de sus hijos, inició la pandemia sin imaginar que hallaría junto a su esposo y cuñados una oportunidad de crecimiento. Y es que al verse sin empleo, empezaron a vender cubrebocas, gel antibacterial y artículos varios.

Entre las anécdotas está el recuerdo de cuando el papá acudió al Hospital Regional Luis F. Nachón, en la ciudad de Xalapa, para conocer a Víctor, el recién nacido. Como el acceso era restringido, tuvo que esperar afuera. Sin tiempo que perder, abrió la cajuela de su coche y empezó la vendimia. Allí conoció a personal del sector Salud, los futuros clientes.

Fue solo el inicio. En 2021, cuando el bebé está por cumplir ocho meses, sí continúa la venta de cubrebocas, pero lo fuerte son los accesorios para motocicletas y la instalación de alarmas, pues ante la modificación en los hábitos de consumo, cada vez son más quienes utilizan este medio de transporte, ya sea para trabajar o para reducir costos ante el alza de la gasolina.

Naye, veracruzana de 30 años, recibe apoyo de su mamá y de su suegra para cuidar a los chiquitos, que son menores de seis años, y es que además de la crianza, también apoya en las ventas en línea.

No es un robot, manifiesta cansancio y, en algunas ocasiones, la paciencia se aleja, pero su maternidad, asegura, no solo fue deseada sino en plena conciencia de que quería tres hijos.

Con formación profesional como enfermera, actualmente no ejerce, en cambio, junto con su esposo y sus dos cuñados han logrado en poco tiempo generar fuentes de empleo; desde este año no trabajan en la informalidad.

La inseguridad que se vive en el estado de Veracruz sí le provoca ciertos temores, pero continúa, por ella y su familia.

El cuidado es doble. Uno, con sus colaboradores, quienes se tienen que proteger para no adquirir el nuevo coronavirus; el otro, contra quienes actúan en contra de la sociedad y quienes operan con total impunidad.

Igual que para el resto de las personas, a Nayeli el Covid-19 le está dejando grandes enseñanzas, entre ellas, que aunque a veces todo parezca sombrío, puede haber destellos luminosos.

Para la bailarina Anhe Gómez, ejercer profesionalmente y ser mamá no es algo que esté reñido, pero sí acepta que es muy difícil, con momentos de angustia, de no saber qué hacer y de sentirse agotada. Al sumarle el contexto por la pandemia de Covid-19, la maternidad le resulta algo maravilloso, pero también “algo horroroso”.

Más allá de la idealización de maternidades perfectas, la veracruzana de 29 años de edad considera que es tiempo de hablar de lo lindo sin dejar de lado lo que duele y lo que genera —en ciertos momentos— una sensación de impotencia.

Anhe Gómez Foto: Cortesía | Eka Ríos

Anhe es mamá de Elena, chiquita de apenas dos años y medio de vida, quien previo a la contingencia sanitaria ya asistía a una guardería, pero cuando inició el confinamiento, hacia finales de marzo de 2020, todo cambió. Aún hoy, en 2021, no ha vuelto a la estancia infantil.

Igual que miles de mamás, Anhe está desempleada y los recursos no son suficientes para pagar una guardería donde se sienta tranquila y segura de que su niña será bien atendida. Ha decidido esperar un poco más, pues al temor inicial de contagiarse de Covid-19 ahora suma el reinfectarse.

Y es que esta familia de dos inició 2021 con la enfermedad. Los síntomas fueron leves, pero persiste el miedo… No hay alternativa. Anhe ha tenido que ser mamá de 24 horas, aunque eso sí, reconoce y agradece la contención que le ha dado su madre.

Opina que el Estado debería a poyar a todas las mamás con el servicio de guarderías gratuitas e invertir los recursos suficientes para que realmente fueran lugares funcionales y seguros.

LA PEOR MAMÁ

Con el cansancio a cuestas, pero con la convicción de que no puede ni debe anular lo que le gusta y le apasiona, Anhe Gómez comparte satisfecha que creó una obra de teatro y danza donde habla de su experiencia y de lo recopilado en una serie de encuestas realizadas a otras mamás.

En entrevista, explica que no es exclusivo del periodo de pandemia, hay cierto desaliento y anulación de una misma. Incluso su proyecto lo gestó tras el alumbramiento, la depresión posparto y el distanciamiento con el padre de su hija.

“¿Sabes?, fue una cosa tras otra, una tras otra. Tuve que tomar terapias porque emocionalmente ya era muy duro”.

En víspera del Día de la Madre, Anhe Gómez estrenó “La peor mamá del mundo”, obra donde combina teatro y danza, bajo la dirección de Patricia Estrada.

“Te voy a contar la historia de mi mala maternidad. Bueno, para empezar, ¿qué es ser una buena madre?, cuestiona.

“La peor mamá del mundo” es una crítica cómica de lo que es ser madre en tiempos actuales y de cómo se idealiza este rol (propio y ajeno), sin tener idea de lo que realmente es.

A pesar de los retos, ensayos en compañía de Elena y pensamientos sobre lo que vendrá para ambas en el futuro, la creadora escénica logra así compaginar la danza contemporánea con una de las carreras más difíciles, la de ser madre, “la más hermosa pero también una de las más injustas y demandantes”.

Escritora, promotora de lectura y madre

“Tal vez no ahorita, pero en un breve tiempo el cuerpo va a hablar, va a pasar factura, y entonces habrá más mujeres nerviosas, enfermas de colitis, de artritis… porque los cuerpos están mermados, por ser madres y por tener una carga que se ha multiplicado con la llegada al mundo del nuevo coronavirus”, afirma en entrevista la escritora y promotora de lectura Ana Valderrama.

Las palabras de quien ha encontrado un refugio en los libros están sustentadas en la experiencia personal, pues es madre de tiempo completo y hay días en los cuales el dolor de manos es abrumador, pero en otros es la espalda y en unos más, el dolor de cabeza.

“Se puede aguantar pero no resistir por mucho tiempo”, expresa para en seguida puntualizar la necesidad de “reconocer la labor titánica de las mamás, a quienes de manera sistemática se les educa para tener la casa limpia, para mantener el orden, para ser sacrificadas y dejar en segundo término todo lo que tenga que ver consigo mismas”.

Menciona que cuando a esa herencia se le añade el cierre de guarderías, la cancelación de contratos laborales o el “home office” generado por la contingencia sanitaria, sobreviene el caos, y más en quienes tienen interiorizado el miedo y la culpa por ser “malas madres” o la expectativa de ser madres perfectas, siempre felices.

“Las madres disfrutamos hacer cosas por y para nosotras mismas, las madres nos cansamos, tenemos dudas, lloramos, nos angustiamos. Muchas están pendientes de absolutamente todo y cuando piden colaboración, no la hay”, dice para luego hablar de Jonás, su hijo de tres años.

MATERNAR CON AUTONOMÍA

Ana se define como una mamá autónoma, no soltera, aclara, porque ese es un estado civil. Ella es autónoma porque provee a su hijo de lo necesario, económica y afectivamente, en tanto el padre se mantiene alejado de ambos. “Con el argumento de ser poeta, se ha deslindado, no sin antes tatuarse en el brazo el nombre del niño, como muestra de amor profundo”.

Cuando Ana ve hacia el pasado, hacia 2020, recuerda todos los planes truncados. Ya buscaba la guardería a la que llevaría a Jonás para que tuviera dónde jugar, socializar y resolver conflictos mientras ella trabajaba de manera estable —su labor ha estado al margen de un salario fijo y prestaciones de ley—. Ya no fue posible. Las estancias cerraron y padecer asma la llevó a una decisión radical, confinamiento absoluto.

La fundadora del programa literario Aves y Moras admite que le “ha pegado el encierro”, sobre todo al inicio, cuando hubo días en los que no se quitaba la pijama, cuando perdía la noción del tiempo y padecía insomnio. Ahora se ha adaptado, pero hablar de lo económico sigue siendo el tema pendiente.

RED DE CONTENCIÓN

Comparte que nunca imaginó volver al nido materno, pero le era abrumador pagar los gastos de su casa y sostener la vida misma. La red de apoyo es fundamental, manifiesta.

En la vida de Ana no todo es gris, ha compartido “días estupendos” con Jonás y no se asume como su maestra pero sí como su guía: “En este tiempo aprendió a hablar y su motricidad cambió. Yo pude dar algunos talleres, mantuve mi proyecto Aves y Moras, el club de lecturas se fortaleció y surgieron trabajitos”.

Ana ve con esperanza el futuro. Por el momento no está en sus planes retomar la idea de que Jonás entre a una estancia infantil. No cuenta ni con el dinero ni con el trabajo que le dé ese servicio gratuito y de calidad. También cree que a los niños los deben vacunar contra Covid-19, pero como de eso aún no se habla en México, irá con cautela, encaminándose emocionada a sus 40 años de edad.

Una mamá que se convirtió en maestra

La crisis sanitaria que aqueja al mundo no solo tiene historias fatales, pérdidas económicas y confinamientos difíciles de sobrellevar. Uno de los casos es el de Nayeli Marín, quien se volvió maestra de su hijo Rodrigo, recordó temas que había olvidado, conoció más de la tecnología y el estar en casa le dio oportunidad de cuidar mejor a su hija Sofía y a Víctor, uno de los tantos niños nacidos en la pandemia por Covid-19.

Naye, además de hacerse cargo de sus hijos, inició la pandemia sin imaginar que hallaría junto a su esposo y cuñados una oportunidad de crecimiento. Y es que al verse sin empleo, empezaron a vender cubrebocas, gel antibacterial y artículos varios.

Entre las anécdotas está el recuerdo de cuando el papá acudió al Hospital Regional Luis F. Nachón, en la ciudad de Xalapa, para conocer a Víctor, el recién nacido. Como el acceso era restringido, tuvo que esperar afuera. Sin tiempo que perder, abrió la cajuela de su coche y empezó la vendimia. Allí conoció a personal del sector Salud, los futuros clientes.

Fue solo el inicio. En 2021, cuando el bebé está por cumplir ocho meses, sí continúa la venta de cubrebocas, pero lo fuerte son los accesorios para motocicletas y la instalación de alarmas, pues ante la modificación en los hábitos de consumo, cada vez son más quienes utilizan este medio de transporte, ya sea para trabajar o para reducir costos ante el alza de la gasolina.

Naye, veracruzana de 30 años, recibe apoyo de su mamá y de su suegra para cuidar a los chiquitos, que son menores de seis años, y es que además de la crianza, también apoya en las ventas en línea.

No es un robot, manifiesta cansancio y, en algunas ocasiones, la paciencia se aleja, pero su maternidad, asegura, no solo fue deseada sino en plena conciencia de que quería tres hijos.

Con formación profesional como enfermera, actualmente no ejerce, en cambio, junto con su esposo y sus dos cuñados han logrado en poco tiempo generar fuentes de empleo; desde este año no trabajan en la informalidad.

La inseguridad que se vive en el estado de Veracruz sí le provoca ciertos temores, pero continúa, por ella y su familia.

El cuidado es doble. Uno, con sus colaboradores, quienes se tienen que proteger para no adquirir el nuevo coronavirus; el otro, contra quienes actúan en contra de la sociedad y quienes operan con total impunidad.

Igual que para el resto de las personas, a Nayeli el Covid-19 le está dejando grandes enseñanzas, entre ellas, que aunque a veces todo parezca sombrío, puede haber destellos luminosos.

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