Kenya Cuevas, en su infancia, quería ser piloto aviador, pero las circunstancias la llevaron a las drogas, al trabajo sexual, a la cárcel, a ser testigo del asesinato de su amiga y a ser blanco de dos atentados.
En 2024, ella sonríe, y sonríe mucho, porque asegura haber salido de lo más bajo para soñar cada vez más alto. Las alturas sí forman parte de su vida, expresa quien recientemente fue galardonada como “Orgullo Mexicano”.
De visita en Xalapa, la activista por los derechos humanos de la comunidad de la diversidad sexual compartió brevemente algunos de los momentos que la marcaron y que la encaminaban a todo, menos a ser reconocida como una activista.
¿Qué batallas ha tenido que enfrentar Kenya Cuevas en su vida?
"La vida se empeñaba en mostrarme el lado oscuro, pero mi mayor venganza es y será buscar que todos seamos felices, porque serlo no tiene que ver con dinero -sí ayuda-, sino con encontrarle sentido a la vida”, declara.
Con el cabello trenzado, pantalón gris y una chamarra roja para cubrirse del frío, habla “sin filtros” de temas que aún hoy siguen siendo tabú para muchas personas. Las pelucas, los vestidos y los tacones esta vez no están presentes, pero sí personas que le expresan su gratitud.
Y es que su labor principal es la lucha por visibilizar la discriminación, la homofobia, la transfobia, así como todo aquello que “chinga más a los más vulnerables”.
Lamenta que aún falte mucho por lograr una igualdad sustantiva para la comunidad LGBTQ+; sobre todo para las personas trans. A pesar de las adversidades, declara tener la perseverancia y el coraje para seguir adelante.
¿Cómo no tenerlo?, cuestiona, si fue testigo del asesinato de su amiga Paola Buenrostro, si recibió violencia de parte de sus hermanos por su orientación sexual, misma que la llevó a escapar de su casa, una donde su cuidadora, su abuela materna, acababa de fallecer. Ella solo tenía nueve años.
Narra que desde esa edad ejerció el trabajo sexual y a los 13 salió positiva en su prueba del Virus de Inmunodeficiencia Humana. Vivir en situación de calle, ser limpiadora de parabrisas, consumir drogas y ser encarcelada por supuesta posesión y distribución forman parte del pasado.
También, en ese pasado, quedan los más de 10 años en la cárcel; solo unos días antes de cumplir sentencia reconocieron que se habían equivocado en la acusación y la absolvieron.
“¿Cómo no tener el coraje y la perseverancia, que surgieron cuando mataron a mi amiga Paola?”, vuelve a cuestionar ante quienes le expresan que es motivo de inspiración.
“Yo quiero decirte que a través de tus videos, decidí prepararme, estudiar, vestirme como quiero sin importar lo que la sociedad diga”, expuso una chica trans en el templo de la iglesia Anglicana de la avenida Américas, donde la sacerdotisa añadió: “Si estos lugares no fueran para ver las consecuencias del amor, para qué más podrían servir?”.
A sus 41 años, Kenya ha recibido varios galardones y es reconocida por fundar y dirigir Casa de las Muñecas Tiresias, organización con casas-hogar en distintas partes del país dedicadas a hacer valer los derechos humanos de mujeres trans, trabajadoras sexuales, migrantes y personas en situación de calle.
“Tiresias me ha enseñado a escuchar, y al hacerlo, lo reafirmo, no es moda ni ideología, creo en hacer valer los derechos humanos que se nos niegan en un país que se dice democrático”.
Puntualiza que hace falta una sociedad más empática, así como lograr que “los tratos sean diferenciados de acuerdo con la particularidad de cada una de las personas vulnerables. No se trata de privilegios”.
Expone que el camino de las personas de la comunidad LGBTQ+, en su inmensa mayoría, es de pérdidas de amistades, a veces de familiares y hasta de sueños.
Aunque hay avances, señala, aún persisten el ejercicio del trabajo sexual como única opción de supervivencia, lo mismo que el estilismo y las labores del hogar. Eso, indica, tiene que cambiar.
“Falta tener empatía y respeto porque somos sujetas de derechos. En el SAT es en el único lugar donde nos tratan bien, porque pagamos nuestros impuestos. ¿Por qué en los demás lugares no pasa lo mismo?”.
Kenya Cuevas, orgullosa mujer trans, hoy ya forma parte de la historia de los avances en los derechos humanos de México.
Con su persistencia y su voz, logró que por primera vez en el país se hablara de transfeminicidio; en julio de 2024, el Congreso de la Ciudad de México aprobó la Ley Buenrostro, que lo tipifica y castiga con una pena de entre 35 y 70 años de prisión.
¿Qué sedes tiene la Casa de las Muñecas Tiresias?
Además de la Casa de las Muñecas Tiresias, con sedes en Xalapa, Acapulco, Nayarit, Morelos, Estado de México y Ciudad de México, Kenya es fundadora del primer albergue para mujeres trans en México, la Casa Hogar Paola Buenrostro.
Esto no se ha acabado, sentencia la activista, quien en Xalapa logró reunir a personas que le mostraron su afecto y su gratitud. Hubo abrazos para la mujer que afirma vivir momentos de tranquilidad y satisfacciones personales, que no le nublan su compromiso social.
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Nota publicada originalmente en Diario de Xalapa