En Xalapa desde mediados de los 90 funciona una pequeña empresa editorial independiente dirigida por el escritor Rafael Antúnez, quien recuerda que todo empezó como un juego entre un grupo de amigos para hacer libros-objeto con pequeño tiraje, “más por amor al oficio que por buscar algún reconocimiento o beneficio económico”.
A más de dos décadas de permanencia, el sello Instituto Literario de Veracruz ha logrado crecer, ¿pero qué tanto le afecta la pandemia por Covid-19? El traductor expresa en entrevista aún no poder hablar con certeza porque lo primero que resiente es el golpe económico, el cual, asegura, no es distinto al de otras crisis.
Lo que sí señala es “una política cultural atroz por parte del Estado, cuya consecuencia es un ambiente muy poco propicio para la actividad cultural en general; el de la actividad editorial independiente se agudiza de una manera muy profunda”, manifiesta.
El autor de Mentía usted mejor en París cree que la pandemia evidencia “la falta de una política cultural mínimamente inteligente y con un mínimo de sensibilidad” para brindarles apoyo.
“Estas editoriales pequeñas, no hoy ni ayer, sino a lo largo del siglo XX y lo que va del XXI, han servido como verdaderos respiradores para la cultura. Son portadoras de nuevas ideas, de nuevas propuestas de hacer libros y de nuevos autores”, opina.
GOLPE A LAS EDITORIALES
Antúnez ve como “un golpe terrible” la cancelación de Educal, que les permitía colocar sus libros y venderlos bien. El cierre, enfatiza, va más allá de lo económico, significa quitar un espacio que a editores del interior del país les daba oportunidad de sostener un diálogo vivo con lectores de distintas partes de la República.
Al referirse a las dinámicas con las cuales trabajan, explica que la constante es imaginar formas nuevas de financiarse, de hallar papeles más baratos y, sobre todo, encontrar autores nuevos en el escenario cultural.
“Frente al burocratismo que rige a las editoriales universitarias y del Estado, y frente a la terrible visión comercial de las grandes editoriales, es muchas veces en las pequeñas editoriales independientes donde florecen las nuevas plumas”, declara.
Como ejemplo, pone al francés Christian Bobin, quien antes de convertirse en un escritor de culto y ser atraído por una gran editorial, la mayor parte de su obra fue publicada en editoriales de provincia, con tirajes que no alcanzaban —a veces— ni los 300 ejemplares.
“Varias veces las grandes editoriales o las editoriales oficiales, por sus mecanismos mastodónticos —por decirlo así—, se mueven a una velocidad más lenta y captan menos, vitalmente, que las pequeñas. No quiere decir que sean malas o enemigas, simplemente que tienen intereses distintos y se mueven, por su propia naturaleza, a velocidades distintas”.
MARGINACIÓN EN FERIAS DE LIBROS
Entre las ausencias durante la contingencia sanitaria actual están las ferias de libros, las cuales, dice Rafael Antúnez, “sí son un punto importante pero no el principal para editoriales pequeñas porque en las ferias se da una competencia y una exhibición en condiciones profundamente desiguales”.
Expone que no hay programas de apoyo que otorguen algún tipo de privilegio para la exhibición del libro independiente. Los espacios importantes son para las grandes editoriales y, como en las políticas culturales, piensa que falta sensibilidad e imaginación para darles un lugar digno y espacios igualmente competitivos.
“Que tus presentaciones no sean en los peores horarios sino que también les den espacios dignos. Lo reducido de los catálogos o los tirajes que poseen estas editoriales no va en contra de ellas y no les hace menos. Habría que sopesar la calidad de las ofertas, no la cantidad. En todas las ferias siempre he notado esta suerte de marginación”.
Al hacer un breve recuento del camino recorrido en el Instituto, comparte que tras la etapa inicial de hacer libros-objeto de 50 o 100 ejemplares, empezaron a tirar 500 o mil. Y es que hubo un golpe de suerte cuando algunos de sus títulos formaron parte de Libros del Rincón.
“Esta oportunidad nos permitió ampliar nuestro catálogo, consolidarnos un poco más como editorial y establecer una serie de colecciones que poco a poco vamos aumentando, en la medida de nuestras posibilidades”.
El sello xalapeño actualmente cuenta con dos colecciones de poesía, una de narrativa, otra de ensayo y una de escritores latinoamericanos. La más fuerte es “Casa de otros”, con libros de conversaciones con Octavio Paz, Sergio Pitol y Salvador Elizondo. Están en desarrollo tres volúmenes más: charlas con Inés Arredondo, con Álvaro Mutis y con Jorge Luis Borges.
También, en proyecto muy cercano hacia la edición final, en formato donde se combinan procesos artesanales y modernos, están un libro de relatos de lucha libre de Raúl Criollo, otro de ensayos sobre viajeros escrito por Marco Carreón y un poemario del colombiano Julio César Bustos.
EMPRESA FAMILIAR Y FUTURO
En 2021, el sello xalapeño ya cuenta con una tienda virtual, pero el equipo sigue siendo reducido. Rafael Antúnez trabaja con Rebeca y Arturo Piña, Rafael, Jacobo y Marco Antúnez.
“Una de las cosas que de la edición independiente aprendes pronto es que serás aprendiz de todo y maestro de nada, porque tendrás que ser un poco diseñador, corrector de pruebas, capturista, agente literario, traductor, redactor de contraportadas, prologuista, en fin…”.
El ensayista veracruzano sentencia que en la edición independiente el motor es la generosidad, la fe en los otros: “Lo primero que hago cuando publico el libro de alguien es que le creo, creo que tiene talento y creo que su trabajo debe ser visto por los demás, porque les va a dar algo. Es un acto de generosidad porque sabes bien que aunque lo justo sería que ese trabajo fuera bien retribuido, tú lo estás haciendo sin pensar estrictamente en el dinero”.
Frente al burocratismo que rige a las editoriales (grandes), es muchas veces en las pequeñas editoriales independientes donde florecen las nuevas plumas.