ÚRSULO GALVÁN, Ver.- Un perro café saluda a todo el que se acerque al predio La Guapota. Ajeno al horror que encierra este lugar, el animal mestizo se escapa por un costado de la cerca de alambre y mueve la cola amistosamente a las pocas personas que llegan hasta el punto, ubicado en el municipio costero de Úrsulo Galván.
Y es que llegar a La Guapota no es fácil. El predio, en el que integrantes de grupos delincuenciales enterraron a sus víctimas se encuentra ubicado entre las comunidades El Paraíso y El Arenal, ambas del mismo municipio. Para llegar a éste hay que recorrer más de 10 kilómetros de terracería y atravesar por sembradíos de caña de azúcar, predios abandonados y terrenos dedicados a la ganadería.
El perro café, junto a otro negro y un par de gatos, fue llevado como compañía por policías ministeriales y de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) que resguardan el cementerio clandestino, ubicado en un terreno de más de 10 hectáreas.
“Los trajimos para que nos ayudaran porque aquí hay mucha culebra y ahora con el agua han comenzado a salir también alacranes. Además, para que nos hicieran compañía y no estar aquí solos”, dijo un elemento de los que permanecen en este lugar día y noche.
A un costado de la entrada al predio se encuentra una improvisada construcción de lámina de cartón oscura, con un catre, una mesa y unas sillas destinadas para el descanso de los trabajadores que tendrán a su cargo las labores de exhumación de la megafosa. Sin embargo, aunque se había anunciado que desde este martes se retomarían los trabajos allí, lo cierto es que el área no registra actividad.
CEMENTERIO, ENTRE CAÑALES Y TERRENOS ABANDONADOS
En medio de las turísticas playas de Chachalacas y Juan Ángel, los delincuentes construyeron un cementerio clandestino en un espacio de 2 kilómetros en 7 hectáreas.
Las lluvias recientes en la zona han provocado que la maleza y vegetación crezca e invada el camino de terracería por donde hay que pasar para llegar a ese punto. Durante varios kilómetros no hay un solo indicio de que algo extraño pudiera haber pasado en esos terrenos en los que las vacas descansan y las iguanas cruzan de un árbol a otro buscando el sol.
Sin embargo, conforme el sitio está más cerca se pueden ver prendas de ropa regadas entre los matorrales. Calcetines, playeras, trozos de tela se observan a simple vista. Más adelante montones de tierra, troncos quemados y bolsas negras en el camino.
Las moscas y mosquitos comienzan a ser visibles y hasta hace algunos meses, algunos zopilotes eran observados por los pocos habitantes que cruzan por estos lugares para llegar a sus cultivos de caña, maíz y frijol, la mayoría de autoconsumo. “Esos fueron yo creo los que delataron todo, los zopilotes que volaban anunciando la muerte”, asegura un hombre que cruza en bicicleta.
El lugar que tiene, según datos de la propia Fiscalía General del Estado de Veracruz, al menos 72 puntos positivos a restos humanos, luce igual a cualquiera de los otros predios de la zona, que con palos y alambre de púas delimitan el espacio. Solo se sabe que se llegó a La Guapota porque una reja gris con candado la mantiene cerrada.
Adentro, dos vehículos —una patrulla de la SSP y una de la Policía Ministerial— y cuatro elementos impiden el paso con una actitud que contrasta con la de sus perros que mueven la cola amistosamente.
EL PARAÍSO, LA COMUNIDAD QUE DEJÓ DE SERLO
“Ahorita hace como dos o tres días que comenzó otra vez la pasadera de camionetas y patrullas para el camino”, indicó un hombre mayor sentado debajo de un árbol de tamarindo. “Pero pasaron varios meses en que no vino nadie a ver cómo está eso y a nosotros la verdad es que sí nos da preocupación que esté ahí”, añadió.
Don Efrén explica que ni él ni los cientos de habitantes de la comunidad El Paraíso, en el municipio de Úrsulo Galván, habrían podido imaginar el horror que se ocultaba bajo sus pies. Y es que, aunque la fosa clandestina de La Guapota se encuentra ubicado en la localidad Arenales, para llegar a ella hay que cruzar por El Paraíso.
“Da tristeza que nos conozcan por eso, cómo cree que no, sobre todo porque aquí es muy tranquilo el lugar y nunca había nada malo qué decir”, asegura mientras señala hacia los cultivos de caña que hay que sortear para llegar al predio de fosas.
Otro hombre mayor sentado en la misma banca aclara que aunque la localidad es un lugar tranquilo “en el que todos se conocen”, desde hace varios meses, e incluso años, el lugar comenzó a ser paso de vehículos desconocidos que transitaban a horas de la noche o incluso en el día, sin motivo aparente. “Esos eran los malos, no son gente de aquí”, aclaró.
Lo cierto es que desde abril pasado, El Paraíso comenzó a ubicarse en la geografía veracruzana como uno de los puntos en los que los delincuentes enterraron de manera clandestina a sus víctimas. Y es que aunque hasta el momento solo ha sido exhumado un cuerpo, los colectivos de familiares de personas desaparecidas sospechan que puede haber cientos.