/ lunes 21 de diciembre de 2020

Ley Antichancla: padres, en contra; especialistas, a favor

Especialistas califican como favorable que los diputados hayan avalado la reforma enviada desde el Senado para modificar diversas disposiciones de la Ley

Especialistas en distintas áreas coinciden en la necesidad de dejar atrás la idea de que un golpe a tiempo arregla las cosas. Opinan que este modelo de crianza hace que los niños aprendan que los conflictos se solucionan a partir del uso de la fuerza y la violencia física. Hay quienes incluso declaran que la violencia actual tiene su raíz en infancias maltratadas.

En este contexto, se manifestaron a favor de la “Ley Antichancla”, avalada por la Cámara de Diputados con la finalidad de prohibir los castigos físicos y tratos humillantes a niños y adolescentes, a modo de métodos correctivos y de disciplina.

El profesional de la educación Enrique González puntualizó que nada sobra cuando de proteger a los menores se trata, sobre todo si se toma en cuenta el contexto actual, no solo por la pandemia, que según algunos indicadores ha provocado mayor violencia en niños —y en particular mujeres—, sino también por la inseguridad, factor que en particular a los niños agrede de manera muy severa.

“Incluso tenemos niños involucrados en la delincuencia organizada, lo cual es gravísimo. Todo eso nace en el seno de una familia. De alguna manera tenemos que copar todos los frentes para que desde la familia se garantice un ambiente pacífico, propicio, para que no se tenga que llegar a esto”, declaró.

Precisó que además de la ley no necesariamente se tendrían que crear nuevos programas sino hacer afectivos los ya existentes y buscar su armonización, pues observa que cada uno va por su lado.

Denise Valencia, especialista en primera infancia, también expresó creer que la existencia de una humanidad lastimada, herida, agobiada por la inseguridad y el dolor tiene sus raíces en niños maltratados, quienes crecieron con la certeza de que la nalgada, el grito, el castigo o el chanclazo pueden resolver algo que muchas veces es hasta natural en la etapa en la cual los niños exploran el mundo o sus emociones.

CULTURA DE PAZ

“Una cultura que respeta a los seres humanos desde el inicio de la vida puede augurar un mundo menos caótico, más en armonía, más enfocado en resolver las cosas en amor y sanar heridas transgeneracionales que vienen de esta cultura del maltrato como manera de resolución de problemas”, enunció.

En ese sentido calificó como favorable que los diputados hayan avalado la reforma enviada desde el Senado para modificar diversas disposiciones de la Ley General de los Derechos de Niñas y Niños y Adolescentes y del Código Civil Federal.

La educadora enfatizó estar a favor de una ley que divulgue el respeto y fomente una sociedad y una forma de vida que deje atrás el adultocentrismo para darle paso al respeto y a los niños.

“Creo que una cultura de respeto que resuelve lo cotidiano lejano a la violencia abona a una sociedad más pacífica y en armonía. Individuos que desde pequeños se saben respetados reconocen su valía y merecimiento de paz”.

Igual que Denise Valencia, el psicólogo Javier Quiroz considera que deben ser más los esfuerzos para buscar una cultura de paz y un mundo mejor basado en la asertividad, en la buena comunicación y en el respeto a los menores de edad.

Añadió que conjuntamente a la ley se debe iniciar una serie de campañas informativas y de generación de conciencia, de lo contrario, afirmó, se generaría violencia contra la misma familia.

Dijo que habría que empezar por hacerle entender a los padres o tutores que no tienen por qué sentir que tienen poder sobre sus hijos: “No son sus dueños, no es algo que posean. Son responsable de ellos y su responsabilidad es crear individuos sanos”, enfatizó.

El pedagogo Víctor Hugo Pavón manifestó su deseo de que la ley realmente se ponga en práctica porque a veces no hay ni los elementos presupuestales ni la voluntad política, cuando en este caso es urgente se trabaje a favor de los niños y adolescentes.

“Se ha normalizado desde siempre educar a los hijos con violencia cuando esto tiene repercusiones graves tanto en el desarrollo de su personalidad como en la percepción del mundo y en sus conductas. La violencia no puede ser tolerada bajo ninguna circunstancia”, sentenció.

LÍMITES

Aclaró que eso no quiere decir que hagan lo que quieran: “Hay que poner límites de una manera amorosa y con el uso de herramientas positivas”.

Quien forma parte un equipo de profesionales en apoyo al colectivo “Hombres Responsabilizándose de su Vida” hizo hincapié en la importancia que tiene considerar los efectos que tiene en los hijos la omisión de los padres en la crianza, tanto por abandono como por asumir el rol solo de proveedores o de figura de autoridad y no de una forma cálida.

Y es que la “Ley Antichancla” describe como omisiones graves aquellas que ejerza un miembro de la familia en contra de otro integrante de la misma, que atente contra su integridad física, psíquica y emocional independientemente de que pueda producir o no lesiones, siempre y cuando el agresor y el agredido habiten en el mismo domicilio.

Igual que el maestro Enrique González, apuntó que en este momento en el cual se habla de cultura para la paz se debe reflexionar sobre lo que se hace y lo que no como sociedad, como gobierno y como Estado.

Castigo se puede desbordar hasta llegar a maltrato: Sociólogo

El modelo de crianza moderno, al tener como lógica de disciplinamiento el castigo, es, en sí mismo, una microviolencia, opina el sociólogo Arturo Narváez, quien además alerta que en un primer nivel de castigo corporal se puede recurrir a la nalgada o al “cocotazo” para resolución de conflictos, pero el espectro se puede desbordar e ir hasta el maltrato infantil o el infanticidio.

El académico de la Universidad Veracruzana, exdirector del Movimiento de Apoyo a Niños Trabajadores y en situación de Calle (Matraca), aclaró en entrevista que no criminaliza ni culpa a las familias porque se trata de un modelo que se ha ido heredando históricamente.

A partir de estudios y observaciones, el catedrático y activista expresó que si los niños aprenden a solucionar los problemas a partir de la violencia física viene un encadenamiento.

“Cuando van a sus espacios comunitarios o sociales y tienen un conflicto con sus pares o hasta con sus maestros aplican ese modelo como una forma de reproducción porque, en una lógica casi conductista, funciona”, explicó.

Con respecto a la “Ley Antichancla”, avalada por la Cámara de Diputados y cuyo objetivo es prohibir los castigos físicos y tratos humillantes a menores de edad, precisó que aún falta el proceso de armonización con lo estatal y ver si se hará considerando el Código Civil o el Código Penal.

“Lo que yo digo es que no solo se resuelve en la lógica de un marco legal porque si incluso lo pones como una sanción administrativa o una sanción penal seguramente no existen mecanismos para vigilar que la ley se cumpla en todo espacio doméstico”, enfatizó.

CAMBIO

Arturo Narváez opina que este marco legislativo tiene que ir por una propuesta socioeducativa, una propuesta didáctica y por otras formas de crianza positiva. Y es que reconoció como un avance que el problema esté marcado en la Ley, pero evidenció la necesidad de generar políticas públicas concretas a nivel local, a nivel de los territorios.

Generar un proceso de conciencia, de cambio de modelo de crianza, así como modificar la manera en la cual los adultos miran a los niños, se relacionan con ellos y los educan, es algo urgente para salvaguardar los derechos humanos de niños, niñas y adolescentes, puntualizó.

No todos los hijos son iguales

“Es muy fácil y bonito hablar pero en la realidad a veces sí es necesario darle un jalón de orejas a los hijos para disciplinarlos porque después vienen las consecuencias y ahí sí te critican y te exige cuentas la sociedad”, manifestó Martha Villalobos con respecto a la “Ley Antichancla”.

Madre de tres hijos, dos de ellos médicos y uno abogado, doña Martha dijo en entrevista que no está a favor del maltrato infantil y en eso sí apoya una ley que proteja a los niños y adolescentes, sin embargo, explicó que es importante reconocer que no todos los hijos son iguales.

“Uno busca darles un trato igualitario pero es imposible. Cada uno es distinto. En mi caso, solo a uno de ellos sí le llegué a dar sus cachetadas y me acuerdo muy bien. Y la verdad, no me arrepiento”, declaró.

Doña Martha, quien enviudó cuando tenía 34 años, comparte que educó a sus tres hijos varones sola y uno de ellos, en la adolescencia, intentó agredirla, algo que, apunta, de ninguna manera iba a permitir.

“Esa etapa fue muy dura para él y por más que trataba de ayudarlo él no se dejaba. Mis papás siempre lo consintieron mucho y lo llevaron con un psicólogo. Nada ayudó. Un día regresó de la escuela con aliento alcohólico, hablé con él pero se volvió a repetir otras veces. Sí fui dura, pero hoy es abogado y un buen padre de familia, igual que sus otros hermanos”.

Vanessa Herrera y Martín Gutiérrez, quienes tienes una hija de 14 años y un hijo de ocho, coinciden con doña Martha. Ellos dicen que hasta el momento no ha habido necesidad de un “cocotazo” porque sus hijos son tranquilos, pero no descartan recurrir a ello si hay necesidad de hacerlo.

Oswaldo Valladares, quien se divorció de su esposa cuando su hijo tenía siete años —hoy tiene 20—, asegura: “Jamás le he hecho daño físico ni psicológico a mi muchacho. Estudié la licenciatura en Educación Primaria y esta formación me ayudó mucho a ejercer mi paternidad de una manera sana”.

El docente opina que mucho tiene que ver el contexto de las familias y la ignorancia, porque cuando él era niño sí fue maltrato físicamente, ya que sus padres vivían en condiciones de alta pobreza las cuales, dice, los mantenían alterados gran parte del tiempo.

Además, rememoró: “Lo que hacían conmigo y mis tres hermanas era descargar su frustración y una forma de educar aprendida por mis abuelos, quienes a su vez fueron lastimados por sus papás”.

Con esta experiencia, Martín, de 47 años de edad, dice que aún era adolescente cuando se hizo la promesa de no tratar a sus hijos como a él lo trataron, sin embargo, piensa que son más los que siguen esos modelos de conducta y crianza que quienes deciden romper con esos legados negativos.

Al respecto, cree que es urgente aplicar la “Ley Antichancla” en todo el país, así como pasar de las palabras a las acciones y realmente guiar de manera amorosa a las nuevas generaciones.

"La disciplina no está compuesta de castigos"

ORIZABA, Ver.- Ante lo conocido como Ley Antichancla que prohíbe el castigo corporal en contra de menores, al respecto, la coordinadora del área de Psicología del DIF de Orizaba, Sandra Paula Zárate opinó: “No te puedo decir si es buena o mala, yo estoy a favor de promover leyes que se generen políticas públicas para que los padres tengan una formación correcta respecto a la conducta de los niños, benéfica no la veo”.

Señaló que el castigo físico está fuera de la educación conductual de los menores. "La gente cree que es una forma de disciplina, pero la disciplina no está compuesta de castigos, ni físicos, ni verbales", dijo la psicóloga.

"Entiendo que la ley antichancla pretende que no se castigue a los niños por un comportamiento inadecuado, yo iría por leyes que generen políticas públicas donde las instituciones de salud, sociales y educativas tengan los recursos humanos, materiales y económicos para que los padres y los que aún no lo son, tengan un verdadero taller para padres”, abundó.

Explicó que el modelo de castigo es un patrón que trae la sociedad, pero realmente la disciplina como tal es establecer límites a tiempo, es decir desde los seis meses de edad.

"Benéfica no la veo, aún no la he leído para conocer el contenido; sé que va en contra de la violencia, aunque finalmente los castigos físicos hacia los menores no deberían ser la forma para formar a un niño", resaltó.

Insistió en que las que se deben diseñar son políticas públicas formativas a quienes van a ser padres, para prevenir el embarazo no deseado, los embarazos en adolescentes que no están listos para ser padres, ni abuelos jóvenes que no están listos para ser abuelos", apuntó.

Esto, dijo "genera mucho estrés, distorsión y frustración en los hogares, que al final se vierte en los hijos", concluyó.

Con información de Mayra Figueiras | El Sol de Orizaba

Especialistas en distintas áreas coinciden en la necesidad de dejar atrás la idea de que un golpe a tiempo arregla las cosas. Opinan que este modelo de crianza hace que los niños aprendan que los conflictos se solucionan a partir del uso de la fuerza y la violencia física. Hay quienes incluso declaran que la violencia actual tiene su raíz en infancias maltratadas.

En este contexto, se manifestaron a favor de la “Ley Antichancla”, avalada por la Cámara de Diputados con la finalidad de prohibir los castigos físicos y tratos humillantes a niños y adolescentes, a modo de métodos correctivos y de disciplina.

El profesional de la educación Enrique González puntualizó que nada sobra cuando de proteger a los menores se trata, sobre todo si se toma en cuenta el contexto actual, no solo por la pandemia, que según algunos indicadores ha provocado mayor violencia en niños —y en particular mujeres—, sino también por la inseguridad, factor que en particular a los niños agrede de manera muy severa.

“Incluso tenemos niños involucrados en la delincuencia organizada, lo cual es gravísimo. Todo eso nace en el seno de una familia. De alguna manera tenemos que copar todos los frentes para que desde la familia se garantice un ambiente pacífico, propicio, para que no se tenga que llegar a esto”, declaró.

Precisó que además de la ley no necesariamente se tendrían que crear nuevos programas sino hacer afectivos los ya existentes y buscar su armonización, pues observa que cada uno va por su lado.

Denise Valencia, especialista en primera infancia, también expresó creer que la existencia de una humanidad lastimada, herida, agobiada por la inseguridad y el dolor tiene sus raíces en niños maltratados, quienes crecieron con la certeza de que la nalgada, el grito, el castigo o el chanclazo pueden resolver algo que muchas veces es hasta natural en la etapa en la cual los niños exploran el mundo o sus emociones.

CULTURA DE PAZ

“Una cultura que respeta a los seres humanos desde el inicio de la vida puede augurar un mundo menos caótico, más en armonía, más enfocado en resolver las cosas en amor y sanar heridas transgeneracionales que vienen de esta cultura del maltrato como manera de resolución de problemas”, enunció.

En ese sentido calificó como favorable que los diputados hayan avalado la reforma enviada desde el Senado para modificar diversas disposiciones de la Ley General de los Derechos de Niñas y Niños y Adolescentes y del Código Civil Federal.

La educadora enfatizó estar a favor de una ley que divulgue el respeto y fomente una sociedad y una forma de vida que deje atrás el adultocentrismo para darle paso al respeto y a los niños.

“Creo que una cultura de respeto que resuelve lo cotidiano lejano a la violencia abona a una sociedad más pacífica y en armonía. Individuos que desde pequeños se saben respetados reconocen su valía y merecimiento de paz”.

Igual que Denise Valencia, el psicólogo Javier Quiroz considera que deben ser más los esfuerzos para buscar una cultura de paz y un mundo mejor basado en la asertividad, en la buena comunicación y en el respeto a los menores de edad.

Añadió que conjuntamente a la ley se debe iniciar una serie de campañas informativas y de generación de conciencia, de lo contrario, afirmó, se generaría violencia contra la misma familia.

Dijo que habría que empezar por hacerle entender a los padres o tutores que no tienen por qué sentir que tienen poder sobre sus hijos: “No son sus dueños, no es algo que posean. Son responsable de ellos y su responsabilidad es crear individuos sanos”, enfatizó.

El pedagogo Víctor Hugo Pavón manifestó su deseo de que la ley realmente se ponga en práctica porque a veces no hay ni los elementos presupuestales ni la voluntad política, cuando en este caso es urgente se trabaje a favor de los niños y adolescentes.

“Se ha normalizado desde siempre educar a los hijos con violencia cuando esto tiene repercusiones graves tanto en el desarrollo de su personalidad como en la percepción del mundo y en sus conductas. La violencia no puede ser tolerada bajo ninguna circunstancia”, sentenció.

LÍMITES

Aclaró que eso no quiere decir que hagan lo que quieran: “Hay que poner límites de una manera amorosa y con el uso de herramientas positivas”.

Quien forma parte un equipo de profesionales en apoyo al colectivo “Hombres Responsabilizándose de su Vida” hizo hincapié en la importancia que tiene considerar los efectos que tiene en los hijos la omisión de los padres en la crianza, tanto por abandono como por asumir el rol solo de proveedores o de figura de autoridad y no de una forma cálida.

Y es que la “Ley Antichancla” describe como omisiones graves aquellas que ejerza un miembro de la familia en contra de otro integrante de la misma, que atente contra su integridad física, psíquica y emocional independientemente de que pueda producir o no lesiones, siempre y cuando el agresor y el agredido habiten en el mismo domicilio.

Igual que el maestro Enrique González, apuntó que en este momento en el cual se habla de cultura para la paz se debe reflexionar sobre lo que se hace y lo que no como sociedad, como gobierno y como Estado.

Castigo se puede desbordar hasta llegar a maltrato: Sociólogo

El modelo de crianza moderno, al tener como lógica de disciplinamiento el castigo, es, en sí mismo, una microviolencia, opina el sociólogo Arturo Narváez, quien además alerta que en un primer nivel de castigo corporal se puede recurrir a la nalgada o al “cocotazo” para resolución de conflictos, pero el espectro se puede desbordar e ir hasta el maltrato infantil o el infanticidio.

El académico de la Universidad Veracruzana, exdirector del Movimiento de Apoyo a Niños Trabajadores y en situación de Calle (Matraca), aclaró en entrevista que no criminaliza ni culpa a las familias porque se trata de un modelo que se ha ido heredando históricamente.

A partir de estudios y observaciones, el catedrático y activista expresó que si los niños aprenden a solucionar los problemas a partir de la violencia física viene un encadenamiento.

“Cuando van a sus espacios comunitarios o sociales y tienen un conflicto con sus pares o hasta con sus maestros aplican ese modelo como una forma de reproducción porque, en una lógica casi conductista, funciona”, explicó.

Con respecto a la “Ley Antichancla”, avalada por la Cámara de Diputados y cuyo objetivo es prohibir los castigos físicos y tratos humillantes a menores de edad, precisó que aún falta el proceso de armonización con lo estatal y ver si se hará considerando el Código Civil o el Código Penal.

“Lo que yo digo es que no solo se resuelve en la lógica de un marco legal porque si incluso lo pones como una sanción administrativa o una sanción penal seguramente no existen mecanismos para vigilar que la ley se cumpla en todo espacio doméstico”, enfatizó.

CAMBIO

Arturo Narváez opina que este marco legislativo tiene que ir por una propuesta socioeducativa, una propuesta didáctica y por otras formas de crianza positiva. Y es que reconoció como un avance que el problema esté marcado en la Ley, pero evidenció la necesidad de generar políticas públicas concretas a nivel local, a nivel de los territorios.

Generar un proceso de conciencia, de cambio de modelo de crianza, así como modificar la manera en la cual los adultos miran a los niños, se relacionan con ellos y los educan, es algo urgente para salvaguardar los derechos humanos de niños, niñas y adolescentes, puntualizó.

No todos los hijos son iguales

“Es muy fácil y bonito hablar pero en la realidad a veces sí es necesario darle un jalón de orejas a los hijos para disciplinarlos porque después vienen las consecuencias y ahí sí te critican y te exige cuentas la sociedad”, manifestó Martha Villalobos con respecto a la “Ley Antichancla”.

Madre de tres hijos, dos de ellos médicos y uno abogado, doña Martha dijo en entrevista que no está a favor del maltrato infantil y en eso sí apoya una ley que proteja a los niños y adolescentes, sin embargo, explicó que es importante reconocer que no todos los hijos son iguales.

“Uno busca darles un trato igualitario pero es imposible. Cada uno es distinto. En mi caso, solo a uno de ellos sí le llegué a dar sus cachetadas y me acuerdo muy bien. Y la verdad, no me arrepiento”, declaró.

Doña Martha, quien enviudó cuando tenía 34 años, comparte que educó a sus tres hijos varones sola y uno de ellos, en la adolescencia, intentó agredirla, algo que, apunta, de ninguna manera iba a permitir.

“Esa etapa fue muy dura para él y por más que trataba de ayudarlo él no se dejaba. Mis papás siempre lo consintieron mucho y lo llevaron con un psicólogo. Nada ayudó. Un día regresó de la escuela con aliento alcohólico, hablé con él pero se volvió a repetir otras veces. Sí fui dura, pero hoy es abogado y un buen padre de familia, igual que sus otros hermanos”.

Vanessa Herrera y Martín Gutiérrez, quienes tienes una hija de 14 años y un hijo de ocho, coinciden con doña Martha. Ellos dicen que hasta el momento no ha habido necesidad de un “cocotazo” porque sus hijos son tranquilos, pero no descartan recurrir a ello si hay necesidad de hacerlo.

Oswaldo Valladares, quien se divorció de su esposa cuando su hijo tenía siete años —hoy tiene 20—, asegura: “Jamás le he hecho daño físico ni psicológico a mi muchacho. Estudié la licenciatura en Educación Primaria y esta formación me ayudó mucho a ejercer mi paternidad de una manera sana”.

El docente opina que mucho tiene que ver el contexto de las familias y la ignorancia, porque cuando él era niño sí fue maltrato físicamente, ya que sus padres vivían en condiciones de alta pobreza las cuales, dice, los mantenían alterados gran parte del tiempo.

Además, rememoró: “Lo que hacían conmigo y mis tres hermanas era descargar su frustración y una forma de educar aprendida por mis abuelos, quienes a su vez fueron lastimados por sus papás”.

Con esta experiencia, Martín, de 47 años de edad, dice que aún era adolescente cuando se hizo la promesa de no tratar a sus hijos como a él lo trataron, sin embargo, piensa que son más los que siguen esos modelos de conducta y crianza que quienes deciden romper con esos legados negativos.

Al respecto, cree que es urgente aplicar la “Ley Antichancla” en todo el país, así como pasar de las palabras a las acciones y realmente guiar de manera amorosa a las nuevas generaciones.

"La disciplina no está compuesta de castigos"

ORIZABA, Ver.- Ante lo conocido como Ley Antichancla que prohíbe el castigo corporal en contra de menores, al respecto, la coordinadora del área de Psicología del DIF de Orizaba, Sandra Paula Zárate opinó: “No te puedo decir si es buena o mala, yo estoy a favor de promover leyes que se generen políticas públicas para que los padres tengan una formación correcta respecto a la conducta de los niños, benéfica no la veo”.

Señaló que el castigo físico está fuera de la educación conductual de los menores. "La gente cree que es una forma de disciplina, pero la disciplina no está compuesta de castigos, ni físicos, ni verbales", dijo la psicóloga.

"Entiendo que la ley antichancla pretende que no se castigue a los niños por un comportamiento inadecuado, yo iría por leyes que generen políticas públicas donde las instituciones de salud, sociales y educativas tengan los recursos humanos, materiales y económicos para que los padres y los que aún no lo son, tengan un verdadero taller para padres”, abundó.

Explicó que el modelo de castigo es un patrón que trae la sociedad, pero realmente la disciplina como tal es establecer límites a tiempo, es decir desde los seis meses de edad.

"Benéfica no la veo, aún no la he leído para conocer el contenido; sé que va en contra de la violencia, aunque finalmente los castigos físicos hacia los menores no deberían ser la forma para formar a un niño", resaltó.

Insistió en que las que se deben diseñar son políticas públicas formativas a quienes van a ser padres, para prevenir el embarazo no deseado, los embarazos en adolescentes que no están listos para ser padres, ni abuelos jóvenes que no están listos para ser abuelos", apuntó.

Esto, dijo "genera mucho estrés, distorsión y frustración en los hogares, que al final se vierte en los hijos", concluyó.

Con información de Mayra Figueiras | El Sol de Orizaba

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