Córdoba, Ver.- Ante el recrudecimiento de la crisis migratoria, los gobiernos no deben cerrar sus fronteras, sino más bien, implementar acciones más humanitarias que respeten los derechos humanos de las personas que migran en busca de una mejor calidad de vida, señala el obispo de la Diócesis de Córdoba, Monseñor Eduardo Carmona Ortega.
En entrevista al concluir la misa dominical en la Catedral de la Inmaculada Concepción, el prelado refiere que la migración es un fenómeno que ha existido desde el principio de los tiempos, por lo que no se debe frenar, sino más bien buscar estrategias que permitan que las personas migrantes puedan transitar por los países sin tantas calamidades.
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“La migración ha sido siempre un fenómeno humano, ¿cómo se pobló el continente americano? ¡Por la migración! entonces la migración siempre ha sido un fenómeno humano, el querer frenarla es querer detener los vientos, es simple y sencillamente algo que se va a seguir dando” comenta.
Y detalla que ante esta realidad es conveniente que los gobiernos sean más inteligentes para entender que estamos en una casa común que es el planeta y tenemos que compartirlo entre todos buscando siembre el bienestar de todos.
“Si queremos cerrarnos en fronteras no se puede, está demostrado por décadas y por siglos que no se puede. Habría que buscar otras políticas públicas, yo diría que menos egoístas, más generosas, más humanas, más humanitarias, para avanzar en soluciones efectivas” dice.
Al reitera que el fenómeno migratorio, por más que se intente, no se podrá frenar, muestra de ello es que lejos de reducirse cada vez son más las personas que salen de sus países y migran a otros en busca de una mejor calidad de vida para ellos y sus familias.
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Monseñor Carmona Ortega enfatiza: “El hacer esto de poner fronteras, de frenar la migración no se puede, es algo que se va a seguir dando. Habría que buscar soluciones que preserven la dignidad de las personas, especialmente de los niños y de las mujeres”.
Lograr unidad de los cristianos no es una tarea fácil
Asimismo, en el marco de la celebración de la Conversión del Apóstol San Pablo, el pasado 25 de enero, el obispo de la Diócesis de Córdoba destaca que lograr la unidad de los cristianos no es un tarea fácil de lograr.
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“Tenemos que pedir por esta unidad que, al menos visiblemente, no la tenemos y eso implica mucha humildad y mucha apertura del corazón, dejarse guiar por el Espíritu Santo para que algún día realicemos el sueño de oro de Jesús: Todos ser uno con Dios” dice.
Sobre todo porque no es nada más de que todos lleguen a un acuerdo en común, sino más bien comulgar con la misma ideología ecuménica teniendo a Cristo como centro de todo.