/ sábado 15 de agosto de 2020

Pandemia detiene sueños y metas profesionales de jóvenes

Tras desempeñarse como asistente educativa, ahora trabaja en casas haciendo limpieza, desayuno, comida, cena y cuidando de niños

En el escenario mundial en el cual el Covid-19 impacta la salud, la estabilidad sicológica y la económica, poco se habla de los efectos del virus en los sueños individuales de los jóvenes.

Un caso especial es el de Itzel Acosta, quien desde temprana edad descubrió su vocación de servicio y empatía con los niños. Tras desempeñarse como asistente educativa, la pandemia le quitó su trabajo y sus ingresos para pagar las colegiaturas de la universidad a la que asistía los sábados. Hoy, ella labora en casa.

Itzel es una joven veracruzana que atesora los momentos compartidos con niños de primera infancia. Al egresar del Icatver como asistente educativa, obtuvo un empleo en una guardería-jardín de niños, donde durante tres años estuvo en todas las salas, desde lactantes y maternal hasta preescolar.

Un nudo en la garganta la obliga a hacer una pausa cuando en entrevista rememora las experiencias vividas al lado de “sus niños”, a quienes dejó de ver por la pandemia y porque al reducirse el número de inscritos no hubo tampoco más lugar para ella.

Y es que aunque la guardería cuenta con apoyo de la Secretaría de Desarrollo Social, el servicio de preescolar es particular. Se requiere un ingreso externo para ser funcional.

Aún más, ella en el último año dejó de percibir un salario quincenal porque junto con otras tres chicas fue inscrita en el programa “Jóvenes construyendo el futuro”. Al concluir el plazo de la beca y ante la adversidad de la situación, su directora les comunicó que no podía asignarles un sueldo.

La noticia le ocasionó frustración e incertidumbre, pues ante la falta de ingresos tuvo que tomar la decisión de dejar la universidad privada donde estudiaba Pedagogía.

De espíritu inquieto y con la necesidad de obtener recursos económicos, Itzel, xalapeña de 26 años de edad, ahora trabaja en casas. Hace de todo: limpieza, desayuno, comida, cena y cuidado de niños.

Aunque hay días en que la tristeza llega, acepta que es más fuerte su capacidad de resiliencia. El Covid no le arrebatará su sueño de concluir sus estudios profesionales y volver a las aulas, no como alumna sino como maestra. Ha probado ya la felicidad y grandes satisfacciones que brinda la docencia.

“Esta es solo una pausa”, declara segura de sí misma tras un arduo día de trabajo.

En el escenario mundial en el cual el Covid-19 impacta la salud, la estabilidad sicológica y la económica, poco se habla de los efectos del virus en los sueños individuales de los jóvenes.

Un caso especial es el de Itzel Acosta, quien desde temprana edad descubrió su vocación de servicio y empatía con los niños. Tras desempeñarse como asistente educativa, la pandemia le quitó su trabajo y sus ingresos para pagar las colegiaturas de la universidad a la que asistía los sábados. Hoy, ella labora en casa.

Itzel es una joven veracruzana que atesora los momentos compartidos con niños de primera infancia. Al egresar del Icatver como asistente educativa, obtuvo un empleo en una guardería-jardín de niños, donde durante tres años estuvo en todas las salas, desde lactantes y maternal hasta preescolar.

Un nudo en la garganta la obliga a hacer una pausa cuando en entrevista rememora las experiencias vividas al lado de “sus niños”, a quienes dejó de ver por la pandemia y porque al reducirse el número de inscritos no hubo tampoco más lugar para ella.

Y es que aunque la guardería cuenta con apoyo de la Secretaría de Desarrollo Social, el servicio de preescolar es particular. Se requiere un ingreso externo para ser funcional.

Aún más, ella en el último año dejó de percibir un salario quincenal porque junto con otras tres chicas fue inscrita en el programa “Jóvenes construyendo el futuro”. Al concluir el plazo de la beca y ante la adversidad de la situación, su directora les comunicó que no podía asignarles un sueldo.

La noticia le ocasionó frustración e incertidumbre, pues ante la falta de ingresos tuvo que tomar la decisión de dejar la universidad privada donde estudiaba Pedagogía.

De espíritu inquieto y con la necesidad de obtener recursos económicos, Itzel, xalapeña de 26 años de edad, ahora trabaja en casas. Hace de todo: limpieza, desayuno, comida, cena y cuidado de niños.

Aunque hay días en que la tristeza llega, acepta que es más fuerte su capacidad de resiliencia. El Covid no le arrebatará su sueño de concluir sus estudios profesionales y volver a las aulas, no como alumna sino como maestra. Ha probado ya la felicidad y grandes satisfacciones que brinda la docencia.

“Esta es solo una pausa”, declara segura de sí misma tras un arduo día de trabajo.

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