Tú no sabes de ausencia si a ti no te abandonaron tus padres, me dijo Sofi esa noche de viernes mientras pedía un trozo de salmón con betabel en el Cancino Alameda, un restaurante ubicado en el número 9 de la calle Dr. Mora, a un costado de la Alameda central en la CDMX. Yo pedí pizza de pepperoni y una cerveza.
Siempre pides lo mismo, me reclamó. Es lo que me gusta, le contesté, mientras le recordaba al mesero que al final me trajera un café capuchino y una tartita de plátano, las mejores que he probado en mi vida.
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Está bien, le repliqué. Yo sé que a ti te abandonaron tus padres y si te digo que Dios es padre y más todavía, madre, como lo dijo aquel Papa Albino Luciani, me vas a tirar a loco.
¡Por supuesto!, lanzó de sopetón, mientras a la mesa llegaban los platillos humeantes. Y aquí, añadió, pierde vigencia aquella frase atribuida a Jesús para referirse a Dios como padre: “¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le dará una piedra y quién si le pide un pez, le dará una serpiente”? Sí, mira, yo sé que ha sido algo muy difícil, que te dejó un hueco en el corazón, pero con todo has salido adelante, volví a comentar, mientras se concentraba en los sabores del salmón.
Pero bueno, no todo está podrido en Dinamarca, continué con la charla. Hoy leí de un encuentro que me conmovió profundamente. Hace 27 años, una madre perdió a su hija en el Bosque de Chapultepec. La perdió, claro, no la abandonó. ¡Te imaginas el dolor de una madre por extraviar a un hijo! No sé cómo no enloqueció. La perdió, la buscó y después de todos esos años el 12 de octubre se reencontraron, luego de pruebas de ADN que realizó la Fiscalía de esta ciudad.
¡Qué padre!, me contestó con cierta displicencia. La entiendo. Eso para ella no significa mucho. A mí la verdad me conmovió. ¿Qué pasó por la cabeza de esa niña de tres años al verse perdida en ese bosque, el 1 de octubre de 1995? ¿Qué puedes pensar, qué te pasa por la cabeza si sólo tienes tres añitos y la única referencia del amor, de la calidez, de la vida, son los brazos de tu madre?
La Fiscal Ernestina Godoy Ramos explicó que el extravío de la pequeña Juana, de 3 años, hoy conocida como Rocío, de 30, se registró en 1995 y desde entonces madre e hija debieron continuar sus vidas por caminos separados hasta que hoy la vida les dio la oportunidad de reencontrarse. Y ¿sabes qué permitió esto?, le insistí a Sofi, quien seguí concentrada en el salmón y el betabel: las redes sociales. Fue ahí donde Rocío vio su foto de cuando era pequeñita y se reconoció, acudiendo a la Fiscalía Especializada de Búsqueda de personas desaparecidas.
¡Vaya, al menos hacen algo!, balbuceó Sofía. ¡Como sea!, contesté, pero lo cierto es que madre e hija se reencontraron en un país en donde hay más de 106 mil 200 personas reportadas como desaparecidas. Sí, sí, acoté, sé que muchas están vinculadas a temas de seguridad, pero no dejan de ser personas y detrás de ellas o ellos hay madres, padres, hermanos o hermanas que los esperan en casa. Sofía volteó a verme con ternura o nostalgia. No sé o quizá sí sé, porque en su corazón lleva clavada, la espina de la ausencia de unos padres que la abandonaron o al menos eso cree. Pagamos la cuenta y nos retiramos abrazados, para cubrirnos, aunque sea por fuera, del frío de la noche.
Publicado originalmente en | Diario de Xalapa