/ domingo 16 de mayo de 2021

Narración: ya no creo en promesas de campañas

En esta entrega Miguel Valera nos cuenta sobre Justino, quien jamás se imaginó que dejaría el paisaje bucólico de su terruño para vivir entre aguas caudalosos y el barrizal

Xalapa, Ver.-Justino vive en la calle Río Coatzacoalcos, en la colonia Obrero Mundial de Xalapa, la Atenas Veracruzana.

Salió de su pueblo, en la sierra de Chiconquiaco hace muchos años, con el deseo de que sus hijos tuvieran un mejor futuro. Compró su terrenito en esa calle que confluye con Mar Cantábrico y Río Jamapa. Jamás se imaginó que dejaría el paisaje bucólico de su terruño para vivir entre aguas caudalosos y el barrizal. —Yo le dije a Juana, mi esposa, que los nombres de esas calles no me gustaban. Fue un presagio, porque mire cómo se pone aquí con estos temporales. Vivimos aquí por necesidad, no por gusto. Ya nomás que los chamacos terminen la universidad y nos regresamos al pueblo, añade, refunfuñando, molesto, luego de que por enésima ocasión el lodo taponeó la puerta de su casa.

Para traer el agua potable, la luz eléctrica y el drenaje sanitario, Justino y sus vecinos han pasado las de Caín. Cada tres, cuatro o seis años, candidatos de todos los colores y sabores han llegado a la calle Río Coatzacoalcos a tomarse fotos o a hacer videos para ofrecer obras y servicios. —Si a cada político que ha venido le hubiéramos pedido mil pesos, seguro que ya habríamos pavimentado o metido el colector que necesitamos, me dice sarcástico.



II

—La verdad como que ya no les creemos, añade Justino, tomando la voz de los vecinos. Desde la cocina se escucha el palmeo de las tortillas de mano que Juana prepara para el almuerzo. —No se vaya a ir sin probar estos huevos en salsa roja que hace mi esposa, me advierte. Estos frijoles son nuevecitos, me los mandó mi hermano del rancho y este queso lo compramos en Miahuatlán y está para chuparse los dedos.

El olor de la salsa y de las tortillas recién hechas, inundan la habitación en donde destaca un sofá rojo, levantado con ladrillos, como si de un trono de rey se tratara. Mire, me muestra en la pared, hasta aquí se mete el agua. Aprendimos a estar preparados. Como somos gente de campo ya sabemos cuáles son las nubes que nos van a inundar; levantamos todo, tratamos de cubrir la puerta con costalillos y lonas, pero oiga, hay gente que está trabajando, que cuando llegan se encuentran alberca en su casa, con sillones y alacena nadando.

Justino me mira directo a los ojos e insiste: la verdad ya no les creemos a los políticos. La calle Río Coatzacoalcos es una vialidad importante que cruza por varias colonias. Por aquí escurre mucha agua en tiempo de lluvia. El colector que aquí se necesita no es barato, requiere de una gran inversión. Mire, aquí estuvo hace cuatro años el actual alcalde de la ciudad para hacer un video, pero nunca regresó. Por la prensa nos enteramos que regresó muchos millones de pesos al gobierno federal. ¿Por qué no invirtieron ese dinero aquí, en esta obra que tanto necesitamos? Pero así son los políticos, en campaña prometen y prometen y cuando llegan al poder se olvidan.


III

—Éntrele a los frijolitos con huevo, me dice Justino. Mire, tome esta tortillita inflada y póngale un pedazo de queso. Le aseguro que no va a probar en Xalapa un queso parecido a éste. Además, no es por nada, pero a mi Juana le quedan requetebién. Y ya mejor ni me pregunte de los políticos, porque me da mucha tristeza. Mire, ahí anda un señor que fue diputado, pero que nunca gestionó un peso para Xalapa y ahora dice que como es “paleta chupada” todos quieren votar por él de nuevo. ¿Usted cree que vamos a votar por alguien que no hizo nada por nosotros?, me lanza Justino.

Metido en el plato de frijoles con chilehuevillo, apenas y alcanzo a decir que sí, moviendo la cabeza. Pero Justino no para. Mire, ayer escuché en un debate que una candidata ofreció construir un tren elevado, de SEFIPLAN a Bugambilias, que costaría 3 mil 700 millones de pesos, otro una presa subterránea; uno más, un acuífero de Zalayeta a Xalapa y una ciudad industrial en El Castillo, que supere a la que existe en el puerto de Veracruz.

—La verdad no lo veo mal. ¡Qué bueno que en Xalapa se pueda hacer todo esto! Pero hay que empezar por las necesidades básicas. Hay gente que sólo quiere que pase el carro de la basura; hay otros que quieren que se tapen los baches y otros más, como nosotros, la construcción de un colector. Los gobiernos tienen que atender lo básico y después irse a los grandes proyectos, sentencia.


IV

En el café con pan, que me presume compra en Jilotepec, cuando viene de regreso de la sierra de Chiconquiaco, Justino reflexiona sobre la facilidad de prometer. Son tiempos de promesas, pero los ciudadanos ya no nos vamos con la finta. Nosotros estamos metidos en la vida diaria, en las necesidades cotidianas y sabemos que en las campañas los políticos te prometen todo, pero ya en los hechos no sólo no cumplen, sino que nunca regresan a tu casa ni a tu colonia.

Nosotros los ciudadanos comunes, no queremos super héroes de gobernantes; no queremos hombres o mujeres que vivan en el Olimpo. No, queremos personas normales, que entiendan los problemas cotidianos, lo que los xalapeños necesitamos en el día a día. Pero bueno, ya no lo abrumo más, meta otro pan a su café caliente y no lo corro, pero si viene otro aguacero le va a costar salir de aquí de Río Coatzacoalcos.

Xalapa, Ver.-Justino vive en la calle Río Coatzacoalcos, en la colonia Obrero Mundial de Xalapa, la Atenas Veracruzana.

Salió de su pueblo, en la sierra de Chiconquiaco hace muchos años, con el deseo de que sus hijos tuvieran un mejor futuro. Compró su terrenito en esa calle que confluye con Mar Cantábrico y Río Jamapa. Jamás se imaginó que dejaría el paisaje bucólico de su terruño para vivir entre aguas caudalosos y el barrizal. —Yo le dije a Juana, mi esposa, que los nombres de esas calles no me gustaban. Fue un presagio, porque mire cómo se pone aquí con estos temporales. Vivimos aquí por necesidad, no por gusto. Ya nomás que los chamacos terminen la universidad y nos regresamos al pueblo, añade, refunfuñando, molesto, luego de que por enésima ocasión el lodo taponeó la puerta de su casa.

Para traer el agua potable, la luz eléctrica y el drenaje sanitario, Justino y sus vecinos han pasado las de Caín. Cada tres, cuatro o seis años, candidatos de todos los colores y sabores han llegado a la calle Río Coatzacoalcos a tomarse fotos o a hacer videos para ofrecer obras y servicios. —Si a cada político que ha venido le hubiéramos pedido mil pesos, seguro que ya habríamos pavimentado o metido el colector que necesitamos, me dice sarcástico.



II

—La verdad como que ya no les creemos, añade Justino, tomando la voz de los vecinos. Desde la cocina se escucha el palmeo de las tortillas de mano que Juana prepara para el almuerzo. —No se vaya a ir sin probar estos huevos en salsa roja que hace mi esposa, me advierte. Estos frijoles son nuevecitos, me los mandó mi hermano del rancho y este queso lo compramos en Miahuatlán y está para chuparse los dedos.

El olor de la salsa y de las tortillas recién hechas, inundan la habitación en donde destaca un sofá rojo, levantado con ladrillos, como si de un trono de rey se tratara. Mire, me muestra en la pared, hasta aquí se mete el agua. Aprendimos a estar preparados. Como somos gente de campo ya sabemos cuáles son las nubes que nos van a inundar; levantamos todo, tratamos de cubrir la puerta con costalillos y lonas, pero oiga, hay gente que está trabajando, que cuando llegan se encuentran alberca en su casa, con sillones y alacena nadando.

Justino me mira directo a los ojos e insiste: la verdad ya no les creemos a los políticos. La calle Río Coatzacoalcos es una vialidad importante que cruza por varias colonias. Por aquí escurre mucha agua en tiempo de lluvia. El colector que aquí se necesita no es barato, requiere de una gran inversión. Mire, aquí estuvo hace cuatro años el actual alcalde de la ciudad para hacer un video, pero nunca regresó. Por la prensa nos enteramos que regresó muchos millones de pesos al gobierno federal. ¿Por qué no invirtieron ese dinero aquí, en esta obra que tanto necesitamos? Pero así son los políticos, en campaña prometen y prometen y cuando llegan al poder se olvidan.


III

—Éntrele a los frijolitos con huevo, me dice Justino. Mire, tome esta tortillita inflada y póngale un pedazo de queso. Le aseguro que no va a probar en Xalapa un queso parecido a éste. Además, no es por nada, pero a mi Juana le quedan requetebién. Y ya mejor ni me pregunte de los políticos, porque me da mucha tristeza. Mire, ahí anda un señor que fue diputado, pero que nunca gestionó un peso para Xalapa y ahora dice que como es “paleta chupada” todos quieren votar por él de nuevo. ¿Usted cree que vamos a votar por alguien que no hizo nada por nosotros?, me lanza Justino.

Metido en el plato de frijoles con chilehuevillo, apenas y alcanzo a decir que sí, moviendo la cabeza. Pero Justino no para. Mire, ayer escuché en un debate que una candidata ofreció construir un tren elevado, de SEFIPLAN a Bugambilias, que costaría 3 mil 700 millones de pesos, otro una presa subterránea; uno más, un acuífero de Zalayeta a Xalapa y una ciudad industrial en El Castillo, que supere a la que existe en el puerto de Veracruz.

—La verdad no lo veo mal. ¡Qué bueno que en Xalapa se pueda hacer todo esto! Pero hay que empezar por las necesidades básicas. Hay gente que sólo quiere que pase el carro de la basura; hay otros que quieren que se tapen los baches y otros más, como nosotros, la construcción de un colector. Los gobiernos tienen que atender lo básico y después irse a los grandes proyectos, sentencia.


IV

En el café con pan, que me presume compra en Jilotepec, cuando viene de regreso de la sierra de Chiconquiaco, Justino reflexiona sobre la facilidad de prometer. Son tiempos de promesas, pero los ciudadanos ya no nos vamos con la finta. Nosotros estamos metidos en la vida diaria, en las necesidades cotidianas y sabemos que en las campañas los políticos te prometen todo, pero ya en los hechos no sólo no cumplen, sino que nunca regresan a tu casa ni a tu colonia.

Nosotros los ciudadanos comunes, no queremos super héroes de gobernantes; no queremos hombres o mujeres que vivan en el Olimpo. No, queremos personas normales, que entiendan los problemas cotidianos, lo que los xalapeños necesitamos en el día a día. Pero bueno, ya no lo abrumo más, meta otro pan a su café caliente y no lo corro, pero si viene otro aguacero le va a costar salir de aquí de Río Coatzacoalcos.

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