VERACRUZ, Ver.- Con un rico pozole, Petra Chávez Portugal celebró el cumpleaños de uno de sus nietos como símbolo de que las cosas empiezan a mejorar después de que su hijo, desempleado por casi ocho meses, al fin encontró trabajo y ella empieza a recuperarse lentamente del Covid-19 que padeció a principios de agosto.
Después de un fuerte suspiro, en su rostro se dibuja una sonrisa, pues siempre se ha caracterizado por ser alegre y bullera, al fin originaria del municipio de Alvarado en donde hasta para saludarse se dicen alguna picardía.
Aunque en su casa, gracias a Dios no ha faltado el alimento, porque cuenta con el apoyo de sus hermanos, en los últimos meses las cosas empezaron a complicarse porque su hijo, quien en febrero llegó de Estados Unidos con la intención de regresar en marzo, quedó atrapado por la pandemia del Covid-19.
Esto lo obligó a cambiar sus planes y permanecer en Veracruz por más tiempo del que tenía contemplado y aunque tocó muchas puertas para contratarse, todos los negocios cerraron por el crecimiento de los contagios.
“Anduvimos buscándole, pidiendo prestado que, por aquí por allá, a amigos, sobrinos, estirando el dinero, mis hermanos que son de Alvarado que mandan que pescado, masa, otra hermana que vive en un rancho me manda queso y vamos comprando lo que va haciendo falta para la comida, ahí vamos poco a poco, la comida no nos falta”, comentó.
A sus 58 años, Petra se considera una de las sobrevivientes del Covid-19 pues es población de riesgo con prediabetes, obesidad y tiroides; sin embargo, no tuvo ingreso en ningún hospital y su recuperación la llevó en la casa en su modesta casa de tres piezas: dos recámaras, un baño, una sala comedor y una pequeña cocina.
Eso sí, aunque se infectó a principios de agosto aún tiene secuelas de la enfermedad: camina lento, se fatiga por ratos y requiere de un estudio para revisar algunos malestares que dejó el virus y que por momentos la alteran, pero como no había entrada de ingresos, se tuvo que posponer.
“Pienso que no me dio tan fuerte porque no hubo necesidad de que me internaran, pero sí estuve más de 15 días con los síntomas; perdí el olfato, tenía temperatura, dolor de espalda, dolor de cuerpo, ya han pasado más de dos meses y aunque tengo controlada la azúcar y la presión, aún sigo con las secuelas”, relata.
Petra se dedica a la costura y de lo que gana saca para su alimento y sus gastos, pero además apoya a su hija, quien es madre soltera y tiene tres hijos de 13, 12 y 10 años.
La enfermedad la obligó a dejar de trabajar por seguridad de ella y de sus clientas, lo que complicó más la situación, pues su hijo no encontraba trabajo y lo que gana su hija apenas y alcanza para atender a los nietos.
“Me asusté mucho cuando empecé con los síntomas, tenía miedo ir a parar al hospital y tenía miedo infectar a mis nietos, porque seguí cuidándolos, pero me lavaba las manos a cada rato y no me quitaba el cubrebocas, mi cuarto lo desinfectaba y no dejaba que nadie pasara, en la mañana abría la ventana y mi hijo y mi nieto el mayor como que presentaron los síntomas, pero solo fueron dos días y de ahí rápido se levantaron”, dijo.
Pero las cosas empiezan a mejorar, hace unas semanas su hijo con estudios en contaduría pública encontró trabajo en una ferretería en el área de compras. Los primeros sueldos se irán en pagar las deudas que se contrajeron durante los tiempos difíciles y después se hará una “checadita” para revisar su evolución después del Covid.
“Mi hijo está endeudado por todos los préstamos que pidió, pero ya encontró trabajo y eso me da alegría, yo poco pero ya empiezo a coser de nuevo y ahí vamos; cuando haya más dinero me voy a revisar cómo sigo del Covid, pero mientras voy a disfrutar mi pozole”, dijo.