COATZACOALCOS, Ver.- Han pasado buena parte de su vida en medio de tumbas, sin embargo, nunca han sentido tan de cerca la muerte como en los últimos meses. Son hombres que trabajan como enterradores y lavadores de tumbas en el panteón municipal antiguo de Coatzacoalcos, a quienes el dolor por muertes ajenas ha vuelto a dolerles.
“Uno está aquí y pues se acostumbra a ver a la gente triste y llorar por un ser querido, pero últimamente la cosa ha estado más fea. La muerte y el dolor se ve no solo aquí adentro, sino también allá afuera”, asegura don Raúl, quien se encarga de limpiar tumbas.
Hace unos días este panteón fue sede de entierro multitudinario que incluyó a más de la mitad de las víctimas del ataque al bar “Caballo Blanco”, ubicado a kilómetro y medio del panteón.
Don Raúl quita la maleza de una de las tumbas ubicada en la zona antigua del panteón. Sin dejar de trabajar, explica que el dolor que la familia siente por un ser querido es muy diferente cuando la muerte llega por causas naturales y cuando se presenta de un momento a otro por un hecho de violencia. “A la gente no le da tiempo de procesar la muerte de la misma forma. Un día tiene a su familiar junto, a su hijo, a su esposo o a su papá, y en cuestión de horas se va. Alguien se lo lleva”, precisó.
Con más de 21 años trabajando en el camposanto municipal, el adulto mayor reconoce que aunque a él la muerte no le asusta, sí lo llena de tristeza ver a familias completas que despiden a sus familias en medio de la incertidumbre y la rabia en contra de aquel o aquellos que acabaron con la vida. “Cuando es una enfermedad pues es porque Dios así lo quiso, o cuando es por un accidente, pero cuando alguien tiene la culpa es cuando más duele”, dijo. “O yo eso me imagino, por lo que veo, porque gracias a Dios no me ha tocado”, expresó.
Mariano camina a pleno sol por la zona en la que se ubican las tumbas de hombres y mujeres que trabajaban o se divertían en un bar cuando les llegó la muerte. Aún se puede observar la tierra recién colocada sobre las tumbas y las flores que dejaron los deudos a sus familiares que no han terminado de secar.
La tristeza por la muerte es algo que ve uno todos. La primera vez sí impacta, pero poco a poco te vas acostumbrando a lo que está pasando, ya no se siente tan mal porque es todos los días
Aclaró que cuando una persona está enferma la muerte llega como un alivio porque implica el fin del sufrimiento, a diferencia de cuando la muerte llega de repente, a personas jóvenes o sanas que no tenían nada que “deber”. “Duele más con estas personas que no merecían morir. Fue una tragedia y así lo vivimos aquí”, dijo.
Sin embargo, el hombre que se encarga de cavar en la tierra para que los féretros puedan ser enterrados reconoce que aunque la de “Caballo Blanco” fue una tragedia de gran magnitud, los muertos por la violencia son constantes en esta región y sus entierros y cremación son cosas de todos los días. “Desgraciadamente ya te tienes que acostumbrar a todo esto”.
Mariano tiene 14 años de experiencia como enterrador, oficio que tomó tras recuperarse de problemas con la bebida y regresar al buen camino. Y aunque aclara que la muerte no le da miedo porque es la “única que agarra parejo”, sí le enoja que los delincuentes hayan usurpado el trabajo de “la huesuda” y sean ellos quienes decidan quién se muere y quién vive, sobre todo en su natal Coatzacoalcos, donde se respira el temor.
Salir a la calle a cualquier cosa da miedo porque no estás seguro en ninguna parte. A donde vayas te puede tocar, aunque no la debas desgraciadamente. Una bala perdida o como en estos casos (como el de Caballo Blanco) por unos locos que deciden por tu vida