/ domingo 1 de septiembre de 2024

Cubanos, venezolanos y haitianos trabajan en Tepito mientras esperan cita migratoria

Mientras llega la notificación del CBP ONE para ser entrevistados, cubanos, venezolanos y haitianos trabajan en el comercio informal

En medio de los puestos de la calle de Aztecas, en el barrio de Tepito, los comerciantes comienzan a “cargar carrilla” cantando el coro de La negra tiene tumbao, de Celia Cruz, pero lo hacen en masculino: El negro tiene tumbao; cantan frente a Joseph quien no duda en dar unos pasos de baile, ponerse una gorra con el escudo de los Yankees de Nueva York y comenzar a acomodar la mercancía.

El acento del joven de piel morena es inconfundible en medio de los gritos de "¡llévelo, llévelo, le muestro lo que guste!" Joseph cuenta a El Sol de México que dejó su natal Cuba en diciembre pasado con la intención de llegar a Estados Unidos, país que, espera, le conceda refugio en los meses próximos.

Se sienta en un banco de plástico y asegura que ya tiene cita —en diciembre—de CBP ONE, la aplicación telefónica que el gobierno de Estados Unidos lanzó en enero de 2023 para programar las entrevistas a migrantes en los puertos de entrada terrestres con el fin de otorgar asilo de forma ordenada.

En lo que ese día llega, Joseph se gana la vida en Tepito, uno de los barrios más violentos de la capital del país, vendiendo electrodomésticos. Cuenta que llegó gracias a Joel, un compatriota que entró el año pasado a México en una caravana migrante.

“Hay que juntar lana para llegar a la cita y ni modo, toca entrarle trabajar”, dice Joseph mientras muestra una licuadora a una clienta. “¿En Cuba habías escuchado de Tepito?”, se le pregunta.

“No, nunca, un amigo me dijo y ahora aquí estoy, dicen que es bravo, pero fuera de la carrilla (burla) que me cargan los colegas, me siento a gusto, me siento seguro, llego, trabajo y de aquí a mi casa en Azcapotzalco, me ando con cuidado”, responde en medio de las risas de los otros comerciantes.

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Los migrantes que trabajan en el emblemático barrio, caracterizado por la venta de mercancía pirata o de dudosa procedencia, se cuentan por centenares, dice don Julio, patrón de Joseph. “Muchos dicen que tienen cita para pasar, otros intentan sacar cita desde aquí, pero nunca la consiguen. Aquí han encontrado pues una manera de subsistir, se avisan unos a otros. Muchos sólo están unos meses porque solo quieren juntar dinero para seguir el camino hacia Estados Unidos y hay de todo, muchos muy trabajadores y otros a los que les gusta flojear”, afirma.

Don Julio comenta que uno de los “delegados” del tianguis se dio a la tarea de contar a los migrantes que han llegado a trabajar al barrio “y no terminó, llevaba como 200 y no acababa”.

Entre los ambulantes hay cubanos, venezolanos y haitianos, pero a la mayoría de ellos no les gusta hablar sobre sus historias o sus planes.

La calle de Aztecas y la de Argentina, que colinda con Tepito y el Centro Histórico, son señaladas por los propios comerciantes como una zona en la que los migrantes han encontrado trabajo.

Foto: Roxana González / El Sol de México

Jorman Carreño, como Joseph, es uno de ellos. Originario de Venezuela, despacha ropa y herramientas en uno de los miles de puestos que hay en Tepito, donde su patrón le paga mil 500 pesos a la semana con los que cubre la renta de la vivienda que habita en Chabacano y la comida. “Solo descansamos los martes”, dice.

El venezolano asegura que también espera cita de CBP ONE para solicitar asilo político en Estados Unidos y que tiene que trabajar porque en el trayecto hacia Monterrey lo secuestraron, le quitaron todo lo que traía y quemaron su ropa.

“Por casualidad una prima que vino a México antes que yo me recomendó esta zona para trabajar, ni por aquí me pasaba que existía este sitio, pero me dijeron que aquí había chamba para quien quisiera trabajar y echarle ganas y aquí estoy pa ́delante. Vendo muchas cosas”, afirma Jorman.

Dice que estudiaba contabilidad en Venezuela, pero la situación política y económica que se vive en la nación sudamericana obliga a cualquiera a huir de la manera en que se pueda.

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“Por lo que me ha pasado, sinceramente no quisiera quedarme en México, me da miedo, quiero juntar lana para llegar a mi cita en el norte y si no me aprueban intentaré cruzar por donde pueda. Ojalá y me aprueben, verdad”, afirma el venezolano mientras cubre la mercancía de las primeras gotas de lluvia con un hule transparente.

De acuerdo con información de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés), a diario se procesan mil 450 citas y a partir del 16 de agosto pasado los migrantes podrán tramitar una cita desde Tabasco y Chiapas. Antes sólo podían tramitarla desde sus países de origen o en estados del norte de México.

En medio de los puestos de la calle de Aztecas, en el barrio de Tepito, los comerciantes comienzan a “cargar carrilla” cantando el coro de La negra tiene tumbao, de Celia Cruz, pero lo hacen en masculino: El negro tiene tumbao; cantan frente a Joseph quien no duda en dar unos pasos de baile, ponerse una gorra con el escudo de los Yankees de Nueva York y comenzar a acomodar la mercancía.

El acento del joven de piel morena es inconfundible en medio de los gritos de "¡llévelo, llévelo, le muestro lo que guste!" Joseph cuenta a El Sol de México que dejó su natal Cuba en diciembre pasado con la intención de llegar a Estados Unidos, país que, espera, le conceda refugio en los meses próximos.

Se sienta en un banco de plástico y asegura que ya tiene cita —en diciembre—de CBP ONE, la aplicación telefónica que el gobierno de Estados Unidos lanzó en enero de 2023 para programar las entrevistas a migrantes en los puertos de entrada terrestres con el fin de otorgar asilo de forma ordenada.

En lo que ese día llega, Joseph se gana la vida en Tepito, uno de los barrios más violentos de la capital del país, vendiendo electrodomésticos. Cuenta que llegó gracias a Joel, un compatriota que entró el año pasado a México en una caravana migrante.

“Hay que juntar lana para llegar a la cita y ni modo, toca entrarle trabajar”, dice Joseph mientras muestra una licuadora a una clienta. “¿En Cuba habías escuchado de Tepito?”, se le pregunta.

“No, nunca, un amigo me dijo y ahora aquí estoy, dicen que es bravo, pero fuera de la carrilla (burla) que me cargan los colegas, me siento a gusto, me siento seguro, llego, trabajo y de aquí a mi casa en Azcapotzalco, me ando con cuidado”, responde en medio de las risas de los otros comerciantes.

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Los migrantes que trabajan en el emblemático barrio, caracterizado por la venta de mercancía pirata o de dudosa procedencia, se cuentan por centenares, dice don Julio, patrón de Joseph. “Muchos dicen que tienen cita para pasar, otros intentan sacar cita desde aquí, pero nunca la consiguen. Aquí han encontrado pues una manera de subsistir, se avisan unos a otros. Muchos sólo están unos meses porque solo quieren juntar dinero para seguir el camino hacia Estados Unidos y hay de todo, muchos muy trabajadores y otros a los que les gusta flojear”, afirma.

Don Julio comenta que uno de los “delegados” del tianguis se dio a la tarea de contar a los migrantes que han llegado a trabajar al barrio “y no terminó, llevaba como 200 y no acababa”.

Entre los ambulantes hay cubanos, venezolanos y haitianos, pero a la mayoría de ellos no les gusta hablar sobre sus historias o sus planes.

La calle de Aztecas y la de Argentina, que colinda con Tepito y el Centro Histórico, son señaladas por los propios comerciantes como una zona en la que los migrantes han encontrado trabajo.

Foto: Roxana González / El Sol de México

Jorman Carreño, como Joseph, es uno de ellos. Originario de Venezuela, despacha ropa y herramientas en uno de los miles de puestos que hay en Tepito, donde su patrón le paga mil 500 pesos a la semana con los que cubre la renta de la vivienda que habita en Chabacano y la comida. “Solo descansamos los martes”, dice.

El venezolano asegura que también espera cita de CBP ONE para solicitar asilo político en Estados Unidos y que tiene que trabajar porque en el trayecto hacia Monterrey lo secuestraron, le quitaron todo lo que traía y quemaron su ropa.

“Por casualidad una prima que vino a México antes que yo me recomendó esta zona para trabajar, ni por aquí me pasaba que existía este sitio, pero me dijeron que aquí había chamba para quien quisiera trabajar y echarle ganas y aquí estoy pa ́delante. Vendo muchas cosas”, afirma Jorman.

Dice que estudiaba contabilidad en Venezuela, pero la situación política y económica que se vive en la nación sudamericana obliga a cualquiera a huir de la manera en que se pueda.

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“Por lo que me ha pasado, sinceramente no quisiera quedarme en México, me da miedo, quiero juntar lana para llegar a mi cita en el norte y si no me aprueban intentaré cruzar por donde pueda. Ojalá y me aprueben, verdad”, afirma el venezolano mientras cubre la mercancía de las primeras gotas de lluvia con un hule transparente.

De acuerdo con información de la Oficina de Aduanas y Protección Fronteriza de Estados Unidos (CBP, por sus siglas en inglés), a diario se procesan mil 450 citas y a partir del 16 de agosto pasado los migrantes podrán tramitar una cita desde Tabasco y Chiapas. Antes sólo podían tramitarla desde sus países de origen o en estados del norte de México.

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