/ viernes 18 de marzo de 2022

Mujeres salen a buscar trabajo y desaparecen

Dulce Fuentes y Ana María Velázquez fueron a una entrevista de trabajo, y jamás volvieron a saber de ellas

A Dulce Fuentes Caballero, de 35 años de edad, se le describe como una mujer alegre, con planes de vida donde sus dos hijos eran su prioridad. “Era una chamaca muy trabajadora”, dice su tía Elizabeth Fuentes. La última vez que supieron de ella fue el 1 de julio de 2019 en Chalco, Estado de México, tras acudir a una entrevista de trabajo, anunciado en los recortes de una hoja pegada en unos baños públicos del municipio.

Un mismo recorte de papel de otra oferta laboral en Topilejo, Tlalpan, Ciudad de México, es lo que recuerda Karla Patiño sobre la desaparición de su madre, Ana María Velázquez Colomer, de entonces 55 años. El trozo de papel con los datos y número telefónico del supuesto trabajo se lo dio el esposo de una de sus amigas, y al acudir un 30 de abril de 2015 no se supo más de su paradero.

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Ambas desapariciones tienen como común denominador las falsas propuestas de empleo y la búsqueda por parte de sus familiares tras la nula atención de las autoridades.

De acuerdo con cifras del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) de la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB), entre diciembre de 2006 y marzo de 2022 desaparecieron 11 mil 100 mujeres mayores de 18 años en todo el país cuyo paradero se desconoce hasta la fecha. No hay estimaciones de qué porcentaje pudo desaparecer en condiciones similares a las de Dulce y Ana María.

El día que se perdió el rastro de Dulce Fuentes fue citada a las 10 de la mañana en el kiosco del centro de Chalco para una entrevista de trabajo relacionado con la venta de madera.

El hombre que se encontró con ella le pidió que la acompañara a medir unos terrenos a San Pablo, una localidad aledaña, y abordaron una combi. “A eso de la 1:30 pm le manda un WhatsApp a su novio donde le dice que estaba bien lejos. Él le dijo que si iba por ella y ella le dice ‘no, mejor busca algo para comer, ya vamos a terminar y regreso’... Y fue la última que supimos de ella”, relata Elizabeth.

El lugar donde fue vista por última vez en el Estado de México tiene un registro de mil 211 mujeres desaparecidas, y forma parte de uno de los territorios, junto con Tamaulipas, Nuevo León y Jalisco, que concentran 43.3 por ciento de las desapariciones de féminas mayores de edad.

En el caso de Ana María Velázquez, su ausencia está relacionada con el trabajo de empleada doméstica que le comentó un conocido. “La persona que le da el papelito era el esposo de una de sus amigas. Mi mamá siempre fue un poco distraída. Entonces el señor le dijo: ‘Oye Ana María, ¿marcaste? ¿Si te contestaron al número que te di?’. ‘Ay no, la verdad perdí el papelito’, le dijo ella. Y casualmente él le dijo ‘no te preocupes, aquí tengo otro’”, plática con molestia Karla al narrar el episodio.

La fecha que desapareció su madre, Karla no la vio porque hubo festival del Día del Niño en la escuela de sus hijos. A la mañana siguiente, uno de sus hermanos le llamó por teléfono para decirle que su mamá no llegó a la casa y que un día antes salió a una entrevista de trabajo. A partir de ahí comenzó el tormento para iniciar su búsqueda. Primero llamó a sus amigas y después al Locatel para hacer el reporte.

Luego acudió a CAPEA (Centro de Apoyo a Personas Extraviadas y Ausentes), pero le dijeron que como era puente iba a tardar su proceso y tenían que pasar 72 horas para levantar su denuncia de desaparición, pero que podía traer datos del camino que pudo haber tomado y videos de cámaras.

“Mi trabajo consistió en ir, en intentar recrear un recorrido que pudo haber tomado pensando que iba para Topilejo. Entonces, ya junto lo de las cámaras y ese mismo día vuelvo a regresar y ya habían hecho cambio de turno… Y me dicen ‘tienes que traer la foto’, y les dije que su desaparición podría ser trata de blancas. Y me responden: ‘Ay no, para la edad que tiene tu mamá, o sea, si está guapa, pero para la edad que tiene no creo. Ella ya está grande'. Ese día, ya por la tarde noche, levanté una denuncia en la Comisión Nacional de Derechos Humanos”, recuerda Karla sobre el mal trato y poco interés al acudir a denunciar la desaparición.

Karla denuncia la falta de sensibilidad de las autoridades y cree que su madre está siendo explotada: “puede haber sido para empacar droga, para tenerla trabajando, para ser la cuidadora de las que realmente explotan sexualmente. O sea, se te vienen a la mente muchísimas cosas”.

El trago amargo que vivió la familia de Dulce Fuentes al acudir a denunciar la desaparición fue similar con las autoridades de Chalco, así que decidieron iniciar su propia búsqueda.

“Estuvimos investigando porque la verdad es que allá en Chalco no nos ayudaron. En vez de ayudarnos nos ponían piedritas en el camino, pero nosotros sí nos dedicamos a investigar los teléfonos, qué clase de trabajo era y vimos que era una trampa”, detalla Elizabeth sobre la supuesta oferta de trabajo.

Su recorrido de investigación los llevó cerca de una de las últimas ubicaciones que les envió. Era una zona poco poblada donde encontraron un par de cuartos derruidos con una cama y cosas viejas donde al parecer estuvo Dulce. Lo saben porque tras la presión a las autoridades detuvieron a un sujeto ahí. “Él dijo: ‘La muchachita estuvo aquí, la morenita así y ahí estuvo tres días’”, platica Elizabeth, pero dice que la Procuraduría de Justicia de Chalco no investigó nada más y lo liberaron.

Al igual han ido a bares clandestinos que fungen como sitios de explotación sexual, porque les dieron indicios de que ahí estaba Dulce. Sin embargo, cuando finalmente consiguieron una orden de cateo “los bares estaban vacíos y en la casa de seguridad ya no había nada… no sé si ella caería en manos de alguien muy pesado”, resalta.

Luego de casi tres años de búsqueda se le pregunta cómo se siente ella y su familia. “Es frustrante, ahorita es como que ya un poco más tranquilo, pero al inicio te puedo decir que fue traumático, el darte cuenta que tú lo único que querías era buscar a la persona que amas y darte cuenta que en vez de que la gente te ayude, te pone piedritas en el camino”, lamenta la tía de Dulce.

En el recorrido en busca de su madre, Karla Patiño conoce al derecho y al revés las calles de Topilejo, pero no ha obtenido ningún rastro. Cuando iba a CAPEA para saber si habían investigado algo se quedaba con un trago amargo. “Me decían: ‘¿y usted sabe algo?’”.

Ella ha ido a terapia para hablar del proceso de desaparición y que no duela tanto. “Este dolor es esta ausencia, porque como sabes cuando una persona muere vas, la llevas al panteón o tienes sus cenizas, pero ante una ausencia piensas ¿ya comió?, ¿está despierta?, ¿ya se habrá dormido?, ¿estará enferma de Covid? Yo te puedo decir hasta ahorita que no siento la pérdida, de decir mi mamá ya no está”, solloza mientras cuenta su historia.



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A Dulce Fuentes Caballero, de 35 años de edad, se le describe como una mujer alegre, con planes de vida donde sus dos hijos eran su prioridad. “Era una chamaca muy trabajadora”, dice su tía Elizabeth Fuentes. La última vez que supieron de ella fue el 1 de julio de 2019 en Chalco, Estado de México, tras acudir a una entrevista de trabajo, anunciado en los recortes de una hoja pegada en unos baños públicos del municipio.

Un mismo recorte de papel de otra oferta laboral en Topilejo, Tlalpan, Ciudad de México, es lo que recuerda Karla Patiño sobre la desaparición de su madre, Ana María Velázquez Colomer, de entonces 55 años. El trozo de papel con los datos y número telefónico del supuesto trabajo se lo dio el esposo de una de sus amigas, y al acudir un 30 de abril de 2015 no se supo más de su paradero.

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Ambas desapariciones tienen como común denominador las falsas propuestas de empleo y la búsqueda por parte de sus familiares tras la nula atención de las autoridades.

De acuerdo con cifras del Registro Nacional de Personas Desaparecidas y No Localizadas (RNPDNO) de la Comisión Nacional de Búsqueda (CNB), entre diciembre de 2006 y marzo de 2022 desaparecieron 11 mil 100 mujeres mayores de 18 años en todo el país cuyo paradero se desconoce hasta la fecha. No hay estimaciones de qué porcentaje pudo desaparecer en condiciones similares a las de Dulce y Ana María.

El día que se perdió el rastro de Dulce Fuentes fue citada a las 10 de la mañana en el kiosco del centro de Chalco para una entrevista de trabajo relacionado con la venta de madera.

El hombre que se encontró con ella le pidió que la acompañara a medir unos terrenos a San Pablo, una localidad aledaña, y abordaron una combi. “A eso de la 1:30 pm le manda un WhatsApp a su novio donde le dice que estaba bien lejos. Él le dijo que si iba por ella y ella le dice ‘no, mejor busca algo para comer, ya vamos a terminar y regreso’... Y fue la última que supimos de ella”, relata Elizabeth.

El lugar donde fue vista por última vez en el Estado de México tiene un registro de mil 211 mujeres desaparecidas, y forma parte de uno de los territorios, junto con Tamaulipas, Nuevo León y Jalisco, que concentran 43.3 por ciento de las desapariciones de féminas mayores de edad.

En el caso de Ana María Velázquez, su ausencia está relacionada con el trabajo de empleada doméstica que le comentó un conocido. “La persona que le da el papelito era el esposo de una de sus amigas. Mi mamá siempre fue un poco distraída. Entonces el señor le dijo: ‘Oye Ana María, ¿marcaste? ¿Si te contestaron al número que te di?’. ‘Ay no, la verdad perdí el papelito’, le dijo ella. Y casualmente él le dijo ‘no te preocupes, aquí tengo otro’”, plática con molestia Karla al narrar el episodio.

La fecha que desapareció su madre, Karla no la vio porque hubo festival del Día del Niño en la escuela de sus hijos. A la mañana siguiente, uno de sus hermanos le llamó por teléfono para decirle que su mamá no llegó a la casa y que un día antes salió a una entrevista de trabajo. A partir de ahí comenzó el tormento para iniciar su búsqueda. Primero llamó a sus amigas y después al Locatel para hacer el reporte.

Luego acudió a CAPEA (Centro de Apoyo a Personas Extraviadas y Ausentes), pero le dijeron que como era puente iba a tardar su proceso y tenían que pasar 72 horas para levantar su denuncia de desaparición, pero que podía traer datos del camino que pudo haber tomado y videos de cámaras.

“Mi trabajo consistió en ir, en intentar recrear un recorrido que pudo haber tomado pensando que iba para Topilejo. Entonces, ya junto lo de las cámaras y ese mismo día vuelvo a regresar y ya habían hecho cambio de turno… Y me dicen ‘tienes que traer la foto’, y les dije que su desaparición podría ser trata de blancas. Y me responden: ‘Ay no, para la edad que tiene tu mamá, o sea, si está guapa, pero para la edad que tiene no creo. Ella ya está grande'. Ese día, ya por la tarde noche, levanté una denuncia en la Comisión Nacional de Derechos Humanos”, recuerda Karla sobre el mal trato y poco interés al acudir a denunciar la desaparición.

Karla denuncia la falta de sensibilidad de las autoridades y cree que su madre está siendo explotada: “puede haber sido para empacar droga, para tenerla trabajando, para ser la cuidadora de las que realmente explotan sexualmente. O sea, se te vienen a la mente muchísimas cosas”.

El trago amargo que vivió la familia de Dulce Fuentes al acudir a denunciar la desaparición fue similar con las autoridades de Chalco, así que decidieron iniciar su propia búsqueda.

“Estuvimos investigando porque la verdad es que allá en Chalco no nos ayudaron. En vez de ayudarnos nos ponían piedritas en el camino, pero nosotros sí nos dedicamos a investigar los teléfonos, qué clase de trabajo era y vimos que era una trampa”, detalla Elizabeth sobre la supuesta oferta de trabajo.

Su recorrido de investigación los llevó cerca de una de las últimas ubicaciones que les envió. Era una zona poco poblada donde encontraron un par de cuartos derruidos con una cama y cosas viejas donde al parecer estuvo Dulce. Lo saben porque tras la presión a las autoridades detuvieron a un sujeto ahí. “Él dijo: ‘La muchachita estuvo aquí, la morenita así y ahí estuvo tres días’”, platica Elizabeth, pero dice que la Procuraduría de Justicia de Chalco no investigó nada más y lo liberaron.

Al igual han ido a bares clandestinos que fungen como sitios de explotación sexual, porque les dieron indicios de que ahí estaba Dulce. Sin embargo, cuando finalmente consiguieron una orden de cateo “los bares estaban vacíos y en la casa de seguridad ya no había nada… no sé si ella caería en manos de alguien muy pesado”, resalta.

Luego de casi tres años de búsqueda se le pregunta cómo se siente ella y su familia. “Es frustrante, ahorita es como que ya un poco más tranquilo, pero al inicio te puedo decir que fue traumático, el darte cuenta que tú lo único que querías era buscar a la persona que amas y darte cuenta que en vez de que la gente te ayude, te pone piedritas en el camino”, lamenta la tía de Dulce.

En el recorrido en busca de su madre, Karla Patiño conoce al derecho y al revés las calles de Topilejo, pero no ha obtenido ningún rastro. Cuando iba a CAPEA para saber si habían investigado algo se quedaba con un trago amargo. “Me decían: ‘¿y usted sabe algo?’”.

Ella ha ido a terapia para hablar del proceso de desaparición y que no duela tanto. “Este dolor es esta ausencia, porque como sabes cuando una persona muere vas, la llevas al panteón o tienes sus cenizas, pero ante una ausencia piensas ¿ya comió?, ¿está despierta?, ¿ya se habrá dormido?, ¿estará enferma de Covid? Yo te puedo decir hasta ahorita que no siento la pérdida, de decir mi mamá ya no está”, solloza mientras cuenta su historia.



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