/ sábado 14 de octubre de 2017

Austria: la extrema derecha se aproxima al poder

La campaña fue dominada por un fuerte tono xenófobo y anti-musulmán

PARIS, Francia – Austria se juega hoy su destino en una elección histórica que puede concluir con una victoria de la extrema derecha, representada por el mal llamado Partido de la Libertad (FPÖ).

  

Al término de una campaña dominada por un fuerte tono xenófobo y anti-musulmán, los austríacos depositan sus esperanzas en el candidato del Partido Conservador (ÖVP), Sebastian Kurz, de 31 años, que actualmente ocupa el ministerio de Relaciones Exteriores. Ese joven, buen mozo y extremadamente carismático, es la gran esperanza para renovar la política de ese país de 8,7 millones de habitantes. Es el único, en todo caso, con posibilidades de obtener la mayoría de los 183 diputados para cerrarle el camino del poder al candidato de extrema derecha Heinz-Christian Strache.

  

Eso era hasta hace 15 días, cuando Kurz encabezaba los sondeos con 35% de intenciones de voto, seguido a escasa distancia por el FPÖ de Strache, y en tercera posición el Partido Social Demócrata (SPÖ) del actual primer ministro Christian Kern con 23%.

  

Pero todo cambió hace dos semanas cuando la prensa reveló que Kern y su partido habían lanzado una campaña de calumnias por Facebook contra su rival, el conservador Sebastian Kurz, con una ráfaga de argumentos xenófobos y antisemitas dignos de la extrema derecha. El inspirador de esa ofensiva fue un consejero en comunicación israelí, Tal Silberstein, que recibió 500.000 dólares de honorarios.

  

Otro aspecto desconcertante reside en que la extrema derecha logró despojarse de la imagen antisemita que arrastraba desde hace años para concentrarse en la denuncia contra el “peligro islámico” que “amenaza al país”, según el politólogo Farid Hafez, de la Universidad de Salzburgo.

  

Ese fenómeno se explica por los cambios que sacudieron recientemente el país. Desde 2015, Austria recibió 130.000 demandas de asilo, la mayor proporción en Europa detrás de Suecia. Con más de 300 yihadistas en las filas del Estado Islámico (EI) en Siria e Irak y en un contexto marcado por los atentados en Europa, el Islam es la primera preocupación de los 6,4 millones de electores que acudirán este domingo a las urnas.

  

“La principal consecuencia de esa evolución es la generalización del discurso xenófobo y anti-islámico por parte de toda la clase política”, según el experto Thomas Schmidinger.

  

Tanto conservadores como socialdemócratas tuvieron que efectuar un brusco giro a la derecha y adoptar posiciones extremadamente duras frente a los inmigrantes y, en particular, a los de religión musulmana. El cambio fue tan grotesco en algunos casos que el candidato de extrema derecha Strache los acusó de haber plagiado su programa.

  

Esa situación obligó a Kurz, en particular, a pronunciarse contra toda inmigración en el futuro para entrar en sintonía con el 83% de la opinión pública. También propuso reforzar la seguridad contra el terrorismo y se proclamó hostil al Islam como religión política. A nivel internacional, admite ciertas coincidencias con el autoritario primer ministro húngaro Viktor Orban y no descarta la posibilidad de integrar el Grupo de Visegrad que reúne a los miembros más eurófobos de la Unión Europea (UE): Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia.

  

Si no obtiene la mayoría absoluta del Parlamento, Kurz estará obligado a formar un gobierno de coalición con los socialdemócratas o  —más probablemente—  con el FPÖ.

  

Aunque no gane, el FPÖ se ve igual en las puertas del poder. En la última elección presidencial, su candidato Norbert Hofer, obtuvo 35% en la primera vuelta y perdió por 46,7% contra 53,3% frente al ecologista 53,3% Alexander van der Bellen. Un segundo puesto le permitiría entrar como socio menor a una coalición. En esa perspectiva, ya reclamó los ministerios de Relaciones Exteriores e Interior.

  

El ingreso de la extrema derecha al gobierno  —como socio minoritario de un canciller conservador—  reiteraría la experiencia protagonizada en el año 2000 por el FPÖ, dirigido en esa época por el inquietante Joug Haider. Aislado y sancionado por Bruselas, Austria se convirtió durante años en el paria de Europa.

 

 

Apenas tres semanas después del fulgurante ascenso del partido AfD en Alemania, los resultados de este domingo en Austria permitirán saber si la extrema derecha vuelve a convertirse en una amenaza para Europa.

PARIS, Francia – Austria se juega hoy su destino en una elección histórica que puede concluir con una victoria de la extrema derecha, representada por el mal llamado Partido de la Libertad (FPÖ).

  

Al término de una campaña dominada por un fuerte tono xenófobo y anti-musulmán, los austríacos depositan sus esperanzas en el candidato del Partido Conservador (ÖVP), Sebastian Kurz, de 31 años, que actualmente ocupa el ministerio de Relaciones Exteriores. Ese joven, buen mozo y extremadamente carismático, es la gran esperanza para renovar la política de ese país de 8,7 millones de habitantes. Es el único, en todo caso, con posibilidades de obtener la mayoría de los 183 diputados para cerrarle el camino del poder al candidato de extrema derecha Heinz-Christian Strache.

  

Eso era hasta hace 15 días, cuando Kurz encabezaba los sondeos con 35% de intenciones de voto, seguido a escasa distancia por el FPÖ de Strache, y en tercera posición el Partido Social Demócrata (SPÖ) del actual primer ministro Christian Kern con 23%.

  

Pero todo cambió hace dos semanas cuando la prensa reveló que Kern y su partido habían lanzado una campaña de calumnias por Facebook contra su rival, el conservador Sebastian Kurz, con una ráfaga de argumentos xenófobos y antisemitas dignos de la extrema derecha. El inspirador de esa ofensiva fue un consejero en comunicación israelí, Tal Silberstein, que recibió 500.000 dólares de honorarios.

  

Otro aspecto desconcertante reside en que la extrema derecha logró despojarse de la imagen antisemita que arrastraba desde hace años para concentrarse en la denuncia contra el “peligro islámico” que “amenaza al país”, según el politólogo Farid Hafez, de la Universidad de Salzburgo.

  

Ese fenómeno se explica por los cambios que sacudieron recientemente el país. Desde 2015, Austria recibió 130.000 demandas de asilo, la mayor proporción en Europa detrás de Suecia. Con más de 300 yihadistas en las filas del Estado Islámico (EI) en Siria e Irak y en un contexto marcado por los atentados en Europa, el Islam es la primera preocupación de los 6,4 millones de electores que acudirán este domingo a las urnas.

  

“La principal consecuencia de esa evolución es la generalización del discurso xenófobo y anti-islámico por parte de toda la clase política”, según el experto Thomas Schmidinger.

  

Tanto conservadores como socialdemócratas tuvieron que efectuar un brusco giro a la derecha y adoptar posiciones extremadamente duras frente a los inmigrantes y, en particular, a los de religión musulmana. El cambio fue tan grotesco en algunos casos que el candidato de extrema derecha Strache los acusó de haber plagiado su programa.

  

Esa situación obligó a Kurz, en particular, a pronunciarse contra toda inmigración en el futuro para entrar en sintonía con el 83% de la opinión pública. También propuso reforzar la seguridad contra el terrorismo y se proclamó hostil al Islam como religión política. A nivel internacional, admite ciertas coincidencias con el autoritario primer ministro húngaro Viktor Orban y no descarta la posibilidad de integrar el Grupo de Visegrad que reúne a los miembros más eurófobos de la Unión Europea (UE): Polonia, Hungría, República Checa y Eslovaquia.

  

Si no obtiene la mayoría absoluta del Parlamento, Kurz estará obligado a formar un gobierno de coalición con los socialdemócratas o  —más probablemente—  con el FPÖ.

  

Aunque no gane, el FPÖ se ve igual en las puertas del poder. En la última elección presidencial, su candidato Norbert Hofer, obtuvo 35% en la primera vuelta y perdió por 46,7% contra 53,3% frente al ecologista 53,3% Alexander van der Bellen. Un segundo puesto le permitiría entrar como socio menor a una coalición. En esa perspectiva, ya reclamó los ministerios de Relaciones Exteriores e Interior.

  

El ingreso de la extrema derecha al gobierno  —como socio minoritario de un canciller conservador—  reiteraría la experiencia protagonizada en el año 2000 por el FPÖ, dirigido en esa época por el inquietante Joug Haider. Aislado y sancionado por Bruselas, Austria se convirtió durante años en el paria de Europa.

 

 

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