/ sábado 16 de junio de 2018

Las mujeres musulmanas y el mundial: el poder de reivindicar desde la grada

En otros más abiertos y progresistas, como Egipto, Marruecos y Túnez su presencia en los estadios es todavía marginal

SAN PETERSBURGO, Rusia. En tiempos en el que el futbol femenino es por fin una esperanzadora realidad emergente en el mundo, las mujeres árabes todavía tienen vetado el acceso a los estadios en países como Arabia Saudí e Irán.

En otros más abiertos y progresistas, como Egipto, Marruecos y Túnez su presencia en los estadios es todavía marginal, condicionada por la apropiación masculina del espacio, la mirada machista en incluso los intentos de abusos.

Por ello, muchas de ellas, aficionadas de corazón, entienden los torneos internacionales, y en particular, la copa del Mundo, como una ocasión de disfrutar de su pasión y una oportunidad para reivindicar sus derechos desde las gradas de un estadio.

"En Irán no podría entrar en el estadio. Pero mañana voy a estar con mi novio y mis amigos en el graderío para ver el partido contra Marruecos. Estoy muy emocionada", explica Mariam, una joven iraní que vive emigrada en Estados Unidos.

Allí, suele ver en ocasiones partidos de la MLS, también baloncesto, futbol americano e incluso béisbol, pero nunca ha tenido ocasión de ver en directo al combinado de su país.

No viajó a Brasil 2014 y en el Mundial Francia 1998 era todavía una niña. Así la experiencia rusa es la primera que tendrá con el "Team Melli".

"Es estúpido que no se nos permita la entrada en los estadios. Pero como son estúpidas las reglas que nos imponen en nuestro país, donde debemos llevar velo. Irán es un país maravilloso, pero debe cambiar de dirigentes", dice con seriedad.

En Irán, las mujeres están implicadas en la vida pública, trabajan y tienen derecho al voto, pero se enfrentan a decenas de restricciones que en muchos casos suponen una violación recurrente de los derechos humanos.

Algunas calles más allá, en el bullicioso centro de la ciudad, tomada estos días por grupos de aficionados marroquíes e iraníes, Shaima, una mujer procedente de Rabat, también espera ansiosa el regreso de Marruecos al mundial tras 20 años de ausencia.

En el Mundial más musulman de la historia participan seis países con una población musulmana superior al 90% (Marruecos, Túnez, Senagal, Egipto, Arabia Saudita, e Irán), a los que hay que sumar.

Y aunque los árabes fueron goleados en su debut en la copa, las mujeres sauditas que asistieron al juego dijeron que tenían mucho que celebrar después de que se levantara la prohibición de asistir a los estadios en casa a principios de este año.

Pequeños grupos de mujeres sauditas marcharon a través de la multitud hacia el estadio Luzhniki. "Es un gran paso en nuestro país", dijo Hajar Al-Murais, una oftalmóloga de 28 años hincha del Barcelona sobre la libertad para asistir a partidos de fútbol en casa.

"Algunas personas (...) no quieren ver a Arabia Saudita abrirse y aceptar los cambios", dijo Mona Abdallah, una maestra de jardín de infantes de 54 años de Riad que viajó a Rusia con su esposo y dos hijos.

"Simplemente van a tener que acostumbrarse, porque es algo que está sucediendo", señaló por su parte Mounira Al-Naimi, una especialista en recursos humanos de 24 años.

SAN PETERSBURGO, Rusia. En tiempos en el que el futbol femenino es por fin una esperanzadora realidad emergente en el mundo, las mujeres árabes todavía tienen vetado el acceso a los estadios en países como Arabia Saudí e Irán.

En otros más abiertos y progresistas, como Egipto, Marruecos y Túnez su presencia en los estadios es todavía marginal, condicionada por la apropiación masculina del espacio, la mirada machista en incluso los intentos de abusos.

Por ello, muchas de ellas, aficionadas de corazón, entienden los torneos internacionales, y en particular, la copa del Mundo, como una ocasión de disfrutar de su pasión y una oportunidad para reivindicar sus derechos desde las gradas de un estadio.

"En Irán no podría entrar en el estadio. Pero mañana voy a estar con mi novio y mis amigos en el graderío para ver el partido contra Marruecos. Estoy muy emocionada", explica Mariam, una joven iraní que vive emigrada en Estados Unidos.

Allí, suele ver en ocasiones partidos de la MLS, también baloncesto, futbol americano e incluso béisbol, pero nunca ha tenido ocasión de ver en directo al combinado de su país.

No viajó a Brasil 2014 y en el Mundial Francia 1998 era todavía una niña. Así la experiencia rusa es la primera que tendrá con el "Team Melli".

"Es estúpido que no se nos permita la entrada en los estadios. Pero como son estúpidas las reglas que nos imponen en nuestro país, donde debemos llevar velo. Irán es un país maravilloso, pero debe cambiar de dirigentes", dice con seriedad.

En Irán, las mujeres están implicadas en la vida pública, trabajan y tienen derecho al voto, pero se enfrentan a decenas de restricciones que en muchos casos suponen una violación recurrente de los derechos humanos.

Algunas calles más allá, en el bullicioso centro de la ciudad, tomada estos días por grupos de aficionados marroquíes e iraníes, Shaima, una mujer procedente de Rabat, también espera ansiosa el regreso de Marruecos al mundial tras 20 años de ausencia.

En el Mundial más musulman de la historia participan seis países con una población musulmana superior al 90% (Marruecos, Túnez, Senagal, Egipto, Arabia Saudita, e Irán), a los que hay que sumar.

Y aunque los árabes fueron goleados en su debut en la copa, las mujeres sauditas que asistieron al juego dijeron que tenían mucho que celebrar después de que se levantara la prohibición de asistir a los estadios en casa a principios de este año.

Pequeños grupos de mujeres sauditas marcharon a través de la multitud hacia el estadio Luzhniki. "Es un gran paso en nuestro país", dijo Hajar Al-Murais, una oftalmóloga de 28 años hincha del Barcelona sobre la libertad para asistir a partidos de fútbol en casa.

"Algunas personas (...) no quieren ver a Arabia Saudita abrirse y aceptar los cambios", dijo Mona Abdallah, una maestra de jardín de infantes de 54 años de Riad que viajó a Rusia con su esposo y dos hijos.

"Simplemente van a tener que acostumbrarse, porque es algo que está sucediendo", señaló por su parte Mounira Al-Naimi, una especialista en recursos humanos de 24 años.

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