En Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, la gente se resiste a abandonar sus viviendas dañadas por el sismo del pasado jueves; las calles se han convertido en dormitorios al aire libre, donde los escombros y el polvo cambiaron el paisaje y la gente aún no sale de su asombro. “Esto solo lo habíamos visto en la televisión, pero nunca pensamos que nos fuera a tocar”, señalan los juchitecos.
Lo mismo ocurre en Asunción Ixtaltepec, uno de los 29 municipios que resultaron seriamente dañados, sobre todo la biblioteca central, construida en 1910, en tiempos de la Revolución.
Pese a los esfuerzos de los gobiernos estatal y federal por que la gente vaya a los refugios, la población no accede; el motivo, la rapiña y la falta de coordinación entre administraciones estatal, municipal y federal. “Ninguno quiere ceder, cada quien cree tener la razón”, señala Gonzalo Bustillos Cacho, encargado del foro Económico Juchitán.
En un recorrido hecho por OEM se pudo comprobar que en Juchitán la calle 5 de Septiembre, una de las principales arterias, es fiel reflejo de lo que ocurrió la noche del pasado 7 de septiembre, cuando el temblor borró de un plumazo casas y pequeños edificios, donde a falta de ayuda la gente comienza a remover los escombros.
Bustillos Cacho refiere que la Secretaría de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano comenzó a levantar el censo de viviendas afectadas, pero el problema es que no se ponen de acuerdo con los gobiernos estatal y municipal. Esta situación causa incertidumbre en la población, la cual prefiere dormir en las calles por temor a que les roben.
De día la gente regresa a sus casa a sacar lo poco que quedó y en la noche duerme a la intemperie. “Anoche una camioneta blanca voceaba que un tsunami se acercaba, la gente se apanicó y comenzó el desorden, fue una falsa alarma”, señala Arturo Santiago Marín, de la calle Belisario Domínguez, quien desde el jueves se niega a abandonar su vivienda a pesar de estar catalogada como riesgosa.
La noche del temblor Santiago iba llegando de trabajar, es intendente en una escuela, cuando sintió el fuerte movimiento. “Le dije a mi mujer ‘está temblando, correo por los nietos’... Ellos estaban dormidos y al más grande, al de 18 años, le cayó parte de la loza; afortunadamente solo salió con raspones”. A cinco días del temblor, Santiago se niega a abandonar su hogar.